El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien la verdad no tiene mucho carisma que se diga, volvió a ser noticia al ser reincidente como objeto de una jalada de orejas presidencial. Este pobre político un tanto gris del norte de América debe figurar en el Récord Guinnes, si es que esta categoría existe. Y si no la hay en esos registros que casi todo lo tiene, pues seguro será considerado por los historiadores como precursor de la materia.
A ver, expliquemos el caso. Trudeau y el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, habían conversado sobre temas de interés bilateral en una conversación que se suponía privada y que se llevó a cabo durante la cumbre del G-20, cita en la coinciden los mandatarios de los países más industrializados y ricos del planeta, representantes del sector financiero privado y multilateral.
El asunto es que los detalles del diálogo fueron filtrados a la prensa por alguno de los presentes del lado canadiense, hecho que generó la molestia de la delegación china y el reclamo personal del propio Jinping ante Trudeau. Y para mayor humillación de este segundo, la llamada de atención fue grabada en vivo y lanzada a las redes, tal vez para que sirviera de escarmiento a quien tiene por costumbre meterse en los asuntos internos de otros países, haciendo el papel de vergonzoso segundón de quien gobierne en Washington, sea demócrata o sea republicano.
Y al escribir esa última palabra del párrafo anterior, se me vino a la mente otra reprimenda de la que fue víctima el primer ministro canadiense: la que hiciera pública el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, cuando lo acusara de “doble cara”, es decir, de hipócrita, luego de que saliera a la luz un video en el que Trudeau aparece burlándose (en complicidad con el presidente francés, Emmanuel Macron, y el exprimer ministro británico, Boris Johnson) del hoy nuevamente aspirante a la reelección presidencial en una cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte realizada en Londres en diciembre de 2019.
Por lo visto parece que a Trudeau no le van bien las cumbres y menos las que se llevan a cabo a finales de año. Tal vez por ser tan poco discreto y menos digno de confianza, en las próximas reuniones internacionales nadie se sienta seguro de si los temas a tratar con él serán conocidos por terceros apenas culmine la conversación. Bueno, para no ser injusto corrijo: tampoco nadie. Seguramente sí contará con los oídos y las manos extendidas de Juan Guaidó, con quien está claro que sí se entiende.