23 años han pasado desde aquel 11 de abril de 2002, donde la derecha venezolana y los medios de comunicación perpetraron un hecho que partiría la historia contemporánea del país e incluso del mundo al perpetrar el primer “golpe mediático” de la historia contra el comandante y presidente Hugo Chávez pero que a su vez fue el detonante para la irreversibilidad de la revolución bolivariana.
“Ni un paso atrás” fue la consigna que aglutinó meses de un plan de desestabilización política, económica y social que, desde Fedecámaras, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), la jerarquía de la iglesia católica e incluso el gobierno norteamericano asentaba los cimientos de lo que más tarde, en ese fatídico abril, llevaría a la masacre de venezolanos, pero también al derrocamiento de Chávez.
Una marcha convocada por sectores opositores hacia Pdvsa Chuao fue el punto de partida para los hechos que en horas de la tarde de ese jueves desencadenarían el despertar de una Venezuela cansada de quienes se creían los “Amos del Valle”.
Mientras eso ocurría en el este de la capital, afectos al proceso revolucionario, se apostaban en la adyacencias del Palacio de Miraflores, para respaldar a Chávez en medio de una tensa calma que, es eso de las 2:00 de la tarde, sería quebrantada por el dirigente derechista y general retirado, Guaicaipuro Lameda.
Haciendo caso omiso a los dictámenes de organismos de seguridad, Lameda, convocó a través de un pronunciamiento transmitido por televisoras privadas, que la marcha, autorizada hasta la avenida Bolívar, se dirigiera hacia Miraflores; todo parte de un plan milimétricamente orquestado para generar una confrontación entre bandos, lo que el pueblo no sabía es que simplemente serían peones es ese macabro juego de ajedrez que había ideado la derecha.
Ocurrió lo inevitable y contra toda advertencia realizada por lideres del chavismo para cesar el intento de confrontacion, los opositores continuaron hasta la avenida Baralt donde se escribirían paginas de esta historia que como reflejamos en este escrito dividiría la historia del país en un antes y un después de lo que sería conocida como “La masacre de Puente Llaguno”.
Chavistas y opositores, en pleno centro de la ciudad, permanecían separados vociferando sus consignas hasta que retumbo un sonido, fue un disparo. Las alertas y el pánico se apoderó de la Baralt mientras caian a eso de las 3:20 de la tarde las primeras víctimas de ese día.
Minutos antes, un comunicado era leído por militares quienes, aun sin ninguna victima o herido, anunciaban la muerte de venezolanos en las calles capitalinas, todo esto transmitido en simultaneo por quienes más tarde serían actores principales del golpe.
Mientras el miedo y la incertidumbre reinaban a la par de las balas, sombras en las alturas empezaron a divisarse. Eran francotiradores que atacaban a los manifestantes. Los quioscos, portales y postes se transformaron en trincheras mientras la narrativa se construía la narrativa que eran “esbirros del régimen” que los muertos eran producto de “las hordas chavistas”.
Asi fue transcurriendo la tarde, líneas de sangre de inocentes bañaban las calles mientras que las cupulas fraguaban un Golpe de Estado y el secuestro de Chávez para hacer creer al país que el comandante había renunciado. Ese día se produjeron 18 muertos y unos 69 heridos.
Pero esta historia no termina aquí, porque mientras personas caían, la derecha en su delirio de grandeza no contó con que el pueblo no aguantaría más los desmanes de quienes por más de 40 años se perpetraron en el poder para beneficiarse, es aquí donde se inicia la muerte anunciada del remanente de la IV república.
Sin embargo hay que aclarar que en Venezuela, todo 11 tiene su 13.



