Cuando ya eran suficientemente valorados los resultados del proceso electoral en la República de Turquía, uno podría llegar a considerar que esta elección tendería a ser un escenario más de la pugna mundial actual; y más aún cuando desde los poderes de occidente se anda promoviendo la prolongación de la guerra de Ucrania; con todo cuanto supone para la paz mundial.
Entonces, si Ucrania a las claras fue erigido estratégicamente como Estado tapón para provocar a la Federación de Rusia y así escalar una guerra de destrucción del país eslavo, tratando de apearlo del sistema mundo creado a partir de la Segunda Guerra Mundial; por su carácter de amenaza real al hegemón unilateral estadounidense; Turquía se convierte en un Estado de engranaje; bien sea para escalar hacia esos propósitos o de mantener, como hasta ahora lo ha hecho, una situación de necesario equilibrio al no ser, abiertamente, parte beligerante hacia Moscú.
Hay, al menos, dos razones de fondo nada despreciables en el contexto del proceso electoral presidencial y legislativo del pasado domingo 14 de mayo en Turquía.
En primer término, la República de Turquía, socio formal de la Organización del Tratado del Atlántico Norte ─OTAN─ desde 1952, posee el segundo mayor Ejército de esta alianza, solo por debajo del de EEUU o, lo que es igual decir, el mayor de toda Europa Occidental, cosa que le da peso específico.
Es un Estado cuya geopolítica impacta directamente el corazón de las relaciones políticas y económicas entre Europa, Asia, África y Oriente Medio; limitando con Grecia, Bulgaria, Siria, Irak, Georgia, Armenia y Azerbaiyán; a lo cual habrá que sumar el control marítimo del paso entre el Mar Negro y el Mar Mediterráneo; así como los estrechos de Dardanelos y el Bósforo, que básicamente son las líneas de fluido comercial esenciales para Ucrania; más aún en estos tiempos de guerra.
Por ello los grandes poderes de occidente, hoy enfilados contra Rusia, no sólo andan buscando alternativas a la presencia en el Poder del incómodo e independiente Presidente Recep Tayyip Erdoğan; sino que lo hacen sin guardar forma alguna; al punto que en horas previas a la elección, el Canciller turco Suleyman Soylu dijo públicamente lo que es un secreto a voces:
«El plan de Estados Unidos cobra fuerza. La prensa occidental interfiere para implementar el plan estadounidense. Todo el mundo sabe que Estados Unidos busca dar un golpe de Estado en este país cada diez años (…) [El Presidente Recep] Tayyip Erdogan puso fin a todas estas infiltraciones de Occidente. Ahora Occidente empieza a promover su propia visión [de Turquía]. Desde nuestra victoria en las elecciones de 2023 empezará un siglo de estabilidad. Ellos lo ven. No hay una elección que el embajador estadounidense no quiera controlar».
Tan ciertas parecen resultar estas afirmaciones, que el propio Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional del Ex Presidente Jimmy Carter y asesor cercano del Ex Presidente Barack Obama, expuso abiertamente que la Casa Blanca estuvo detrás del fallido golpe de Estado de 2016, para derrocar a Erdogan del poder, ante el temor abierto de un giro copernicano de las posiciones en materia de política exterior de Ankara; como por ejemplo lo errado de su papel en la guerra entablada contra Siria.
Las posturas independientes de Turquía en la actual guerra de Ucrania; con las que condenó la Operación Militar Especial de Rusia, pero sin adherirse a las sanciones establecidas desde EEUU y Europa Occidental, le fueron generando distancia con la escalada abierta y la prolongación de un conflicto donde incluso Erdogan ha hecho esfuerzos diplomáticos para acercar posiciones hacia la paz entre Kiev y Moscú; que pongan fin a esta situación.
En tal contexto se han buscado un político pro occidental abierto, y en él han puesto todas sus fichas, para sustituir al actual gobierno turco, encontrando en Kemal Kiliçdaroglu la mejor opción para conseguir el objetivo principal que procuran con un cambio de gobierno: un giro dramático en materia de política exterior que lleve en definitiva a tomar distancia de la Federación de Rusia, alineándose a la política agresiva de EEUU y la OTAN, como seguramente este dirigente político debió haberle confirmado, en su reunión personal hace unas semanas, al embajador de EEUU en Turquía, Jeff Flake.
El trabajo de apoyo al menos ha posicionado a este actor político opositor en la segunda vuelta electoral pautada para el venidero 28 de mayo, ya que ninguno de los dos candidatos logró el 50% + 1 voto necesarios para la victoria en primera vuelta. Recep Tayyip Erdoğan obtuvo 49% de votos mientras que Kemal Kiliçdaroglu llegó a 44% de sufragios, quedando la elección básicamente abierta.
Destacamos que, con las alianzas necesarias, el Partido del actual gobernante turco preservaría la mayoría legislativa, un elemento que bien pudiese alentar los votos que le faltan para resultar reelecto y sostener aquello establecido por su canciller, la independencia de su política exterior asociada a sus intereses estratégicos.
Es evidente que la reelección de Erdogan consolidaría una política exterior de Turquía no pro Rusia ─como los aparatos de propaganda de occidente pretenden deslizar constantemente para atizar su caída─; sino más bien lo suficientemente sólida e independiente para no aunar esfuerzos en prolongar un peligroso conflicto; cuyos resultados para la humanidad tendrán incalculables y catastróficas consecuencias.
Esa independencia de Ankara llevaría, además, a consolidar su solicitud de hacerse miembro del Grupo BRICS, instancia observada con recelo por EEUU y Europa Occidental; así como profundizaría su postura de freno a cualquier iniciativa que pudiese ahondar la guerra y no promover la paz.
Considerando su potencia militar y su capacidad geopolítica, estas elecciones resultan clave para conocer el futuro de una Turquía que pudiese jugar un rol de estabilidad y búsqueda creciente de la paz; en la medida que la guerra en el campo de batalla demuestre la imposibilidad fáctica de derrotar a la Federación de Rusia; por mucho que el plan de desgaste de la OTAN procure intentarlo.
El 28 de mayo próximo, sabremos de qué lado de la pugna mundial actual se pone esta nación, por voluntad democrática de su pueblo.