Lo ocurrido el viernes en la Universidad Central de Venezuela hizo que miles de opositores entraran en una crisis de disonancia cognitiva, un choque entre sus creencias y la realidad.
Las matrices de opinión, las ideas que la dirigencia política de la derecha y sus medios de comunicación les han sembrado durante años a sus seguidores (a muchos de ellos, durante toda su vida) demostraron ese día una extrema debilidad.
Comencemos con el punto medular: a las masas opositoras les han hecho creer que la eficiencia y la transparencia electoral son patrimonio exclusivo del antichavismo; les han llevado a la condena a priori del Poder Electoral y del voto digital y, con ello, a la ruta suicida de boicotear elecciones.
Pues bien, las elecciones del equipo rectoral y otras autoridades universitarias eran la ocasión ideal para dar una demostración terminante de todo lo anterior. Pero la realidad se impuso sobre las creencias instauradas.
“La derecha es esa gente que desconfía de una elección porque van al centro electoral y ven que la doña del CLAP es miembro de mesa. Pero ponen a los doctores, magísteres, beneméritos y demás altares de la academia a organizar unas elecciones y las sabotean, las frustran, las roban y las suspenden”, dijo el sociólogo Franco Vielma, tras el abrupto anticlímax de las votaciones.
Añadió que el abortado proceso dejó claro que la sociedad civil y la clase educada y pensante es una farsa sobrevalorada. También que la derecha se odia entre sí y por eso sus dirigentes son capaces de sabotearse para robar elecciones. También, a su juicio, se demostró que ese es el país de las elecciones manuales que prometen María Corina Machado y otros líderes de ese bando.
El trancazo contra lo real, llevó a algunos antichavistas rabiosos a decir (y decirse) dolorosas verdades. Un tuitero opositor, Pedro Itriago Camejo, expresó: “Bueno, infortunadamente, no hizo falta ni encapuchados armados, ni agentes encubiertos del Sebin, la PNB o de la Dgcim. Como aquel afamado trapecista cubano, de trágico final por un amor no correspondido, el gran Chacumbele: nosotros ‘mismitos’ nos matamos”.
En su confesión está implícita otra parte de la matriz de opinión relativa al adversario político. Estas personas, que se ven a sí mismas como la gente pacífica y democrática, estaban esperando que la violencia llegara desde el lado al que caracteriza como de la barbarie y la dictadura. Pero la representación del chavismo que estuvo el 26 de mayo en el campus de la UCV era de militantes y simpatizantes que querían votar y liquidar, de una buena vez, democráticamente, los casi quince años de reinado de la rectora Cecilia García-Arocha y todo lo que ella representa.
“Lo que parecía ser una fiesta electoral terminó convirtiéndose en un circo electoral ¡Los responsables de las payasadas del día de hoy deben dar la cara! Su incompetencia ultrajó el espíritu democrático de los ucevistas que aspirábamos poner fin, cuanto antes, al rectorado vitalicio”, expresó en su cuenta Twitter el internacionalista Alejandro Fleming.
Otra convicción acendrada de los opositores es que las supuestas irregularidades en los resultados electorales (falsas, de por sí) son culpa de la automatización del voto y de las nunca demostradas malas prácticas del Consejo Nacional Electoral. Así que montaron sus elecciones sin CNE, máquinas ni captahuellas (al modo IV República), pero lo hicieron tan mal que en muchas facultades ni siquiera pudo arrancar el proceso y en otras se interrumpió cuando muy pocas personas habían ejercido el derecho, por falta de material o por evidentes irregularidades.
La Comisión Electoral y la rectora saliente se excusaron señalando que hubo problemas logísticos, tal vez pensando que ese subterfugio los dejaba bien parados. Pero, Incluso si eso fuese cierto, es bastante cuestionable que un centro de estudios de gran calificación teórica y técnica, con expertos en todas las áreas involucradas en un proceso electoral falle de un modo tan estrepitoso. Sobre todo después de tantos años de expresar un deplorable supremacismo académico respecto al gobierno nacional y a las masas que lo respaldan.
El subidón de disonancia cognitiva produjo escenas como la de un grupo de estudiantes que exigió la renuncia de la rectora y esta contestó con su conocida soberbia, poniendo en evidencia que muchas de esas personas de la derecha que llevan años denunciando el autoritarismo y la dictadura, son, en realidad, tiranas de la peor calaña.
El politólogo e historiador, William Serafino, lo dibujó así: “Dirigentes estudiantiles antichavistas de la UCV protestan enardecidamente contra una rectora antichavista atrincherada en el cargo por el desastre de unas elecciones preparadas por autoridades antichavistas. Es el microcosmos del antichavismo realmente existente”.
El ingeniero y profesor David Paravisini García lanzó unas reflexiones que podrían curar la disonancia cognitiva de algunos opositores, si se las tomaran en serio. “Un o algún funcionario de la lógica opositora extrema decidió impedir que el evento impensable e inadmisible quedara registrado —expuso—. El terror de un titular de prensa diciendo: ‘Más de 30 mil profesores, estudiantes, egresados, jubilados, obreros, empleados administrativos, eligieron las autoridades de la UCV’, activó la reacción brutal de la suspensión del proceso. Pero la derrota política de la derecha extrema quedó registrada. Triunfó la Constitución del 99, el voto con las máquinas del CNE y el espíritu ucevista. A la oposición violenta antipatriota no le gustan las elecciones. Se le antojan, en vez, los golpes de estado, las salidas, el magnicidio, la guerra económica, el robo de los activos venezolanos en el exterior, las medidas coercitivas y un largo etcétera. No sé si podrán hacerse las elecciones en la UCV. Ese es un coto privado de la rectora García, en el que ejerce sin freno ni control su rol conspirativo, dirigido desde los Estados Unidos. Pero ya fue derrotada y de la manera más vergonzosa, derrotada por su propia torpeza y, sobre todo, por su sumisión a los designios de intereses antipatriotas”.