Las estelas de fuego observadas en las adyacencias del Palacio del Kremlin, hicieron recordar aquel 4 de agosto de 2018 en la Avenida Bolívar de Caracas; cuando el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro, fue objeto de un intento de magnicidio frustrado por las fuerzas de seguridad venezolanas con sus elementos técnicos de apoyo.
El mecanismo de uso de drones en aquella tarde caraqueña, fue con la misma táctica utilizada para atacar el Palacio Presidencial de la Federación de Rusia, en un atentado contra la vida del Presidente Vladimir Putin, el pasado 3 de mayo; lo que, en nuestro criterio, no es más que el disparador del escalamiento que viene preparando desde hace buen rato la Organización del Tratado del Atlántico Norte ─OTAN─, capitaneada por EEUU, junto al régimen nazi de la República de Ucrania.
El servicio de prensa del Kremlin confirmó este ataque a través de un comunicado:
«Como resultado de las acciones oportunas tomadas por los servicios militares y especiales con el uso de sistemas de guerra por radar, los vehículos quedaron fuera de servicio (…) Consideramos estas acciones como un acto terrorista planificado y un atentado contra el presidente, realizado en vísperas del Día de la Victoria, el Desfile del 9 de Mayo, en el que también está prevista la presencia de invitados extranjeros (…) La parte rusa se reserva el derecho de responder donde y cuando lo considere oportuno».
Este intento de magnicidio, frustrado, en contra del Presidente de Rusia, viene a confirmar lo extremadamente lejos que está la posibilidad de paz en torno a la guerra actual y, en tal sentido su prolongación en la misma medida que se prepara todo el escalamiento actual; tendiente a retomar espacios territoriales que hoy son parte de la Federación, bien sea por Crimea o el Donbass; mientras Rusia asume todas las medidas preventivas ante cualquier esfuerzo de agresión, que bien pudieran sumar la utilización de Finlandia o Polonia; como nuevas carnadas del ejercicio de desgaste estratégico propio de la actuación de EEUU en este conflicto; al menos formalmente hablando.
Por supuesto, la reacción de Europa occidental y EEUU sobre este intento de magnicidio frustrado, no ha dejado de sostener su narrativa evasiva y de rechazo a las acusaciones directas de planificación y organización de este ataque; con las manos de EEUU y Ucrania en trabajo hermanado.
El ejemplo más claro de esto es la declaración del secretario de Estado de EEUU, Anthony Blinken, quien ha afirmado tener conocimiento de varios informes al respecto de este hecho; pero sobre el cual poco se puede afirmar, en su criterio:
«… no [se] puede de ninguna manera validarlos. Sencillamente no lo sabemos (…) Yo tomaría cualquier cosa que salga del Kremlin con un salero muy grande. Veremos cuáles son los hechos. Y es realmente difícil comentar o especular sobre esto sin saber realmente cuáles son los hechos».
Estas opiniones nos recuerdan tanto la burla, negación, e incluso rechazo a estar involucrados, como el discurso vertido desde la Casa Blanca cuando, en 2018, el Presidente Maduro fue objeto de este mismo tipo de agresión, así como la reiterada negativa de Washington a ser acusado directamente de participar en el sabotaje reciente a los gasoductos Nord Stream I y II; a pesar de ser hasta avizorados por el propio Presidente Joe Biden.
Las palabras de Blinken fueron rápidamente respondidas por su par, el Canciller de Rusia Serguéi Lavrov; quien fue tajante al afirmar que Moscú responderá con acciones concretas a este intento de magnicidio frustrado:
«Vamos a responder, no con comentarios de si es o no un casus belli. (…) [Es un] acto hostil, es completamente evidente que sin el conocimiento de sus amos, [Kiev] no podría haberlo perpetrado”.
Venezuela, a sabiendas de haber sufrido este tipo de maniobras, fue enfática desde el primer momento en rechazar este hecho; habida cuenta de las posibles consecuencias en un mundo que quiere ser arrastrado paulatinamente a una guerra mundial por etapas; dada la voluntad unilateral de imponerse a sangre y fuego ante un mundo ineludiblemente multilateral, con la irrupción de nuevos bloques de poder y actores estatales; con posturas muy alejadas a la exclusiva «pax americana» que gobernó el orbe casi tres décadas seguidas.
Nuestro gobierno se expresó de manera clara ante este atentado:
«El Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, en nombre del Gobierno y pueblo venezolano, expresa su total condena al intento de magnicidio, en grado de frustración, que pretendía cometerse en contra del presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin.
El Gobierno Bolivariano de Venezuela resalta la efectiva acción de los cuerpos de seguridad rusos, quienes oportunamente lograron neutralizar dos vehículos aéreos no tripulados dirigidos hacia el Palacio del Kremlin; cuya infame intención era atentar contra la vida del Presidente Putin.
Venezuela reafirma su histórica posición de rechazo a todo acto de agresión y repudia todas las formas, expresiones y manifestaciones que atenten contra la seguridad internacional y la paz.
La República Bolivariana de Venezuela manifiesta su total solidaridad con el Gobierno y Pueblo ruso ante estos hechos, y hace votos para que las autoridades competentes lleven ante la justicia a los autores materiales e intelectuales que organizaron, financiaron y patrocinaron este condenable intento de magnicidio.»
No conforme con esto, el primer mandatario venezolano sostuvo una llamada telefónica con su par ruso:
«Hoy, 4 de mayo, sostuve un contacto telefónico con el presidente Vladimir Putin para expresarle todo el apoyo del pueblo venezolano, frente al ataque terrorista en el Kremlin. También conversamos sobre la importancia de profundizar las relaciones de cooperación bilateral entre la Federación de Rusia y la República Bolivariana de Venezuela.»
A la espera de las posibles consecuencias de este ataque, no albergamos duda alguna de que todo escenario de corto plazo en materia de negociación ha quedado congelado, teniendo que esperar el grado y cuantía de este escalamiento y además el peligro de su expansión hacia el próximo semestre, cuando Asia parece ser el continente elegido.
Este intento de magnicidio frustrado no pasará por debajo de la mesa.