Era lógico, era previsible. Ante los avances en la integración, en la consolidación de proyectos unitarios, se preveía una arremetida de los poderes fácticos globales; de los nacionales y regionales, que se hicieron con fortunas y privilegios.
Sudamérica ha sido testigo, protagonista también, de cómo la canalla mediática, los factores de poder, intensificaron su campaña de demonización, de desestabilización, contra líderes soberanos; líderes no atados a los designios del hegemón.
Un ejemplo claro, grosero, es la campaña contra Lula Da Silva. Contra el mandatario amazónico ya habían comenzado los ataques en enero. No sólo justificaron el intento de golpe de Estado en su contra, a los pocos días de haber asumido su mandato, sino que lo justificaron sutilmente.
Por si fuera poco, eximieron, de antemano, cualquier tipo de responsabilidad de Jair Bolsonaro; cuando todos los indicios apuntan al ex militar como instigador de la intentona.
Luego, ya en los meses siguientes, según Lula mantenía distancia de los centros de poder, conforme él mostraba independencia de Washington; continuaron los ataques, las acusaciones infundadas.
Nada raro, nada extraño. Es más, el presidente brasileño sabe cómo actúan sus adversarios. Peor se pusieron cuando presentó una propuesta integral, justa, para resolver el conflicto entre Rusia y la OTAN, en suelo ucraniano. Sus enemigos externos reaccionaron con agravios. Voceros en la Casa Blanca lo llamaron “lorito” del discurso impuesto por Rusia y China, aunque no evaluaron seriamente la propuesta de Lula. No la estudiaron, la descartaron sin revisarla.
El colmo, para el establishment en declive, fue cuando él habló de combatir la tiranía del dólar. Lo etiquetaron como “viejo caduco”, “comunista trasnochado”.
La propuesta para salir del dólar como arma de extorsión es compartida por muchos analistas y dirigentes políticos en el mundo, sin que necesariamente sean socialistas o comunistas.
Simplemente es un tema de soberanía, de negarse a ser chantajeado, extorsionado. Se trata de pretender unas relaciones internacionales justas, basadas en la carta fundacional de la ONU.
No le perdonan los acólitos del hegemón, de los centros de poder, muy racistas y clasistas casi todos ellos, que Lula reivindique las banderas de la unidad latinoamericana, más allá de discrepancias y diferencias políticas. No perdonan que la convocatoria a todos los presidentes sudamericanos, a fines de mayo, haya sido exitosa.
A partir de allí, arreció la campaña contra Lula.
¿Un ejemplo? Se lo damos.
El 7 de junio, en diversos medios afiliados a lo que llaman Grupo de Diarios América (GDA), red de medios que se autodenominan “líderes”, fundada en 1991, orquestaron una campaña contra Lula.
Estos, destacados por su alineamiento obsecuente con todas las aventuras bélicas que se promueven desde Washington, publicaron reportajes y artículos cuyo titular, palabras más, palabras menos, era: “Ucrania, Venezuela y los errores que le han costado a Lula su popularidad”.
Entre los párrafos que más nos llamaron la atención, por su innegable afán manipulador, está el que se refiere a su accionar internacional, a sus posiciones respecto a la crisis en Ucrania y el tema Venezuela.
“Hasta ahora sus iniciativas en este campo han chocado con el escepticismo que despiertan y con los errores, por momentos infantiles, que Lula ha cometido… Lo mismo en sus fallidos intentos por convertirse en mediador en la guerra entre Rusia y Ucrania como en la crisis venezolana”, dijeron.
Para sustentar el material citan a María Zuppello, a quien presentan como analista del diario británico The Guardian, pero radicada en São Paulo, quien sostiene que “en el frente externo está quedando la imagen de un presidente que, ahora en su tercer mandato, probablemente aún no se ha dado cuenta de que el mundo ya no es lo que era hace veinte años”.
Es decir, Lula es un desfasado, vive en un mundo inexistente, en Narnia, dirían algunos, recordando alguna fallida experiencia en Venezuela.
Más adelante, subtitulan: “Patinada en el hielo de Ucrania”. Claro, haciendo referencia a su iniciativa de paz en ese conflicto promovido por Estados Unidos y secundado por la OTAN.
Empiezan el párrafo con un halago, pero luego prosiguen con su cometido. “Nadie tiene dudas de que hoy la política exterior tiene más neuronas e inteligencia de lo que tuvimos en los cuatro años de Bolsonaro”, afirman, citando a un diplomático de carrera que se lo comentó a Janaína Figueredo, para un artículo de La Nación de Buenos Aires.
“Pero —agregó la fuente— se trabaja con dos obsesiones: un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y el Premio Nobel de la Paz para Lula. Lo primero es legítimo, lo segundo es una idea forzada”.
Posicionan ya una supuesta obsesión del mandatario brasileño con el Premio Nobel. ¿Por qué? Volvemos a lo ya señalado, no toleran la apuesta por la paz en Ucrania. Ya Washington, ya van der Leyen se han pronunciado: No quieren la paz. A ellos les sirve la guerra.
Les conviene porque potencian su industria armamentística, porque mantienen al mundo en zozobra, como les conviene a ellos. Porque de lograse la paz, vía la propuesta de Lula, vía la propuesta de Xi Jinping, perderían el protagonismo, lo ganarían quienes la logren. Sería de una relevancia incómoda para Washington.
Pero siguiendo con el análisis de marras, acusan al presidente amazónico de pretender “mostrarse equidistante entre Kiev y Moscú, los culpó a ambos y planteó que ni Rusia podía quedarse con los territorios ocupados tras la invasión lanzada en febrero del año pasado ni Ucrania podía pretender recuperarlo todo y debía pensar en renunciar a Crimea, anexada por Rusia en 2014”.
Lo que Lula no comprendió —señalan— es que la inmensa mayoría de la comunidad internacional ha censurado al presidente ruso, Vladimir Putin, por la invasión y ha respaldado al mandatario ucraniano, Volodimir Zelenski, y a su pueblo, por su valiente resistencia. Aparecer neutral entre un agresor y un agredido es inclinarse a favor del agresor.
Y allí encontramos, una vez más, la visión eurocéntrica de quienes elaboraron ese trabajo. Sostienen que la mayoría de la comunidad internacional está en contra de Putin. Lo que ellos no entienden o no quieren entender, es que la comunidad internacional no se restringe a lo que normalmente conocemos como Occidente, es decir, Estados Unidos, la Unión Europea. Error, América Latina, Asia, África, no se han involucrado en el conflicto entre Rusia y la OTAN, como el hegemón hubiera querido. De hecho, la mayoría de los países en el mundo mantienen buenas relaciones con Rusia, con China. Cada día, más países quieren sumarse al BRICS
Pero, siguiendo con el objeto del análisis, señalan que Lula va perdiendo “el respeto de decenas de países que han votado en la ONU contra la invasión ordenada por el Kremlin. Por eso, esta primera escaramuza de Lula en el plano internacional, en momentos en que la guerra en Ucrania estaba congelada por el invierno, fue una patinada en el hielo que terminó en una dura caída…Pero Lula no aprendió la lección. En la cumbre del G7, el 20 y 21 de mayo, en Hiroshima (Japón), el mandatario brasileño asistió como invitado especial, convencido de poder desplegar ante las siete grandes potencias sus planteamientos sobre reformar el Consejo de Seguridad de la ONU, el FMI y el Banco Mundial, así como de avanzar en su posicionamiento como mediador para Ucrania”.
Lula esperaba jugar un papel estelar —manifestaron— pero, como explicó la analista Maria Zuppello, “pecó quizás de ingenuidad al no imaginar que Zelenski aparecería de repente en persona en la cumbre de los poderosos de la Tierra”.
Eso es falso, muy falso, incluso la Administración Biden, sus voceros, confesaron que la intención de invitar a Lula fue convencerlo para que cruzara la línea, que retornara a Occidente, que abandonara, que se distanciara de los BRICS, pero, sobre todo, que no siguiera con su batalla por debilitar la hegemonía del dólar.
En ese contexto, en esta puja por el establecimiento de un nuevo orden mundial, con unos BRICS en expansión, lo de Zelenski es menos importante. Cuando deje de ser útil lo descartarán, si es que antes no aparece muerto.
El cartel de medios insistió en su retórica antilulista, diciendo que “la prensa internacional, que otrora solía ensalzarlo, esta vez lo castigó. “Un estrecho aliado de Putin”, dijo de él The New York Times. Y The Financial Times lo machacó: “Un facilitador de Putin”.
Es que allí no hubo nada extraño. Ya lo habían dicho, siguiendo lo pautado por la Casa Blanca.
Pero la lucha, el ataque contra quien, contra quienes enfrentan al hegemón, es total. Allí atacaron por otro flanco a Lula, esta vez involucrando a otro “culpable habitual”, el presidente Nicolás Maduro.
En efecto, otro subtítulo en ese trabajo, que pareciera hecho por encargo, fue: Legitimar a Maduro.
Decían ellos que “la siguiente patinada de Lula en el plano internacional no fue en el hielo de Ucrania, sino en pleno trópico. Como anfitrión de la cumbre de Unasur, a fines de mayo, en Brasilia, dio una calurosa bienvenida al presidente venezolano, Nicolás Maduro, y lo defendió al asegurar que Venezuela es víctima de una narrativa de antidemocracia y autoritarismo”.
Según ellos, el encargado de ponerlo en su sitio, «con altura y elegancia», fue el presidente chileno, Gabriel Boric. A pesar de ser de izquierda como Lula, Boric ha sido consistente en sus críticas al régimen de Caracas.
Resaltaron las declaraciones del cuestionado mandatario chileno, sobre todo, cuando dijo alegrarse “de que Venezuela retorne a las instancias multilaterales…Eso, sin embargo, no puede significar meter debajo de la alfombra o hacer la vista gorda frente a temas que para nosotros son de principios e importantes”.
Y, a partir de allí, pretenden redondear su mensaje. Con un párrafo que los deja retratados.
«Mientras Lula retrocede en las encuestas, Boric recuperó, tras la declaración, varios puntos en los sondeos. Antes de la cumbre de Brasilia, según el instituto Cadem, el índice de aprobación de su gestión estaba en 31 por ciento. Pasado el evento, había subido a 41 por ciento…», señalaron.
¿Tanto peso tienen en la opinión pública chilena Lula y Maduro? ¿No tiene más problemas que resolver Boric, no importa el impase con la constituyente? ¿No importa que las bases que lo eligieron presidente hoy se sientan traicionadas?
Ah, pero faltaba la guinda sobre el pastel. En esta fábula barata necesitaban una moraleja a la medida.
Es cuando dijeron que “Lula tendrá una ocasión de oro para recuperarse a fin de mes, en París, adonde ha sido invitado por el presidente francés, Emmanuel Macron, para la cumbre que busca un nuevo marco financiero internacional…En Europa —le dijo a EL TIEMPO una fuente diplomática en París— esperamos que ajuste su discurso y tome distancia del Kremlin”.
Claro, esa fuente no tiene nombre, apellido, nacionalidad. Para el caso, para ellos no importa.
Pero la moraleja sería: Si te portas mal apoyando tiranos y seres malignos, ven nuevamente con nosotros, serás perdonado; así estarás entre los buenos y bendecidos.
Una cosa es segura, por exceso de ingenio no van a morir. Pero es que la construcción de su pieza comunicacional es muy básica, muy predecible.
Pretenden, como en otros tiempos, adecuar la realidad a sus deseos. Pues mientras ellos siguen alimentando esa narrativa, la realidad los abofetea.
Por ejemplo, en el caso de Nicolás Maduro, luego de la reunión en Brasil, prosiguió una exitosa gira a Turquía y Arabia Saudí.
Los medios aludidos líneas arriba, informaron así: “El dictador Nicolás Maduro llegó a Arabia Saudita”, “Nicolás Maduro se plegó al rezo musulmán durante la ceremonia de asunción de Erdogan en Turquía”, tituló INFOBAE.
Voz de América, a su vez, informó: “Arabia Saudí recibe a Maduro en un gesto a otro enemigo de EEUU”.
Dos visitas importantes, con dos países muy importantes en el tinglado geopolítico actual, pero, sobre todo, con grandes expectativas para el nuevo orden mundial que se gesta.
En ese contexto, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, visitó Arabia Saudita tratando de recomponer relaciones que hoy se encuentran distantes.
Mientras el funcionario visitaba la potencia petrolera, la Casa Blanca acusaba a los árabes de seguir jugando en favor de Rusia en la OPEP. Aunque en honor a la verdad, ellos juegan para sus intereses. Ellos siguen acercándose a Irán, a Siria.
Mientras tanto en Europa, Hungría y Grecia se cansaron de las estériles sanciones a Rusia y lo hicieron saber. Los BRICS se siguen fortaleciendo. En Estados Unidos no saben si enjuiciar a Biden por unas revelaciones del FBI, o declararlo inhabilitado por sus problemas de salud.
Aquì, en Sudamèrica, la oligarquía colombiana intensifica sus artimañas contra Petro. Ellos saben cómo comprar testigos, como montar falsos positivos. Lo de la semana pasada con el ex embajador en Venezuela, debe tomarse con cuidado. Sólo un detalle, el tema pasa a primer plano, justo, cuando Petro apura reformas sociales, y cuando investigaba compras de equipos militares en Italia.
Así se mueve el mundo.