Con motivo del XVII Festival Mundial de Poesía y Día Nacional del Canto Coral
2023 es el año de la poesía y el canto coral. El 16 de junio, el vicepresidente Sectorial de Comunicación, Cultura y Turismo, Freddy Ñáñez, anunció el calendario de las actividades del decimoséptimo Festival Mundial de Poesía que se desarrolla desde 17 al 23 de julio con la participación de más 130 poetas del mundo que estarán desplegados en el territorio nacional. El 13 de julio, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, recibió a más de cuatrocientos coralistas en el palacio Legislativo. Todos cantaron el Gloria al bravo pueblo y el Alma Llanera a la espera de una decisión sobre un proyecto del poder popular nacido en el ímpetu esperanzador del maestro yaracuyano merideño José Geraldo Arrieche. Al solicitar que se aprobara la solicitud de celebración de cada 15 de julio como Día Nacional del Canto Coral, la votación fue unánime.
La poesía y el Orfeón Lamas
El Orfeón Lamas ofreció su primera presentación el martes 15 de julio de 1930 a las 9:15 de la noche en el Teatro Nacional en Caracas, bajo la dirección de los Maestros Vicente Emilio Sojo y José Antonio Calcaño. Ese día la poesía y el canto coral unieron sus arcanos.
Ese día el público caraqueño oyó por primera vez un repertorio que generaría el movimiento coral venezolano de los siglos XX y XXI. Cántico (Vicente Emilio Sojo), Sonetillo (Juan Bautista Plaza, poesía de Ricardo León), Pastorela (Moisés Moleiro), Rosas Frescas (Juan Bautista Plaza, poesía de Juan Ramón Jiménez), Canción otoñal (Vicente Emilio Sojo, poesía de Rubén Darío), Canción pagana (José Antonio Calcaño), Cara bonita (José Antonio Calcaño), Por la cabra rubia (Vicente Emilio Sojo), La palomita, Allá van las cabras (Juan Bautista Plaza), La picazón (madrigal jocoso, Juan Bautista Plaza), Galerón (Popular), Campanas (Moisés Moleiro), Cogeremos flores (Juan Bautista Plaza, poesía de Juan Ramón Jiménez), Canción de cuna (Vicente Emilio Sojo, poesía de Gustavo Parodi), Al parque niña (madrigal, Vicente Emilio Sojo, poesía de Pedro Sotillo) y El jilguero (canción, Vicente Emilio Sojo, poesía de Francisco de Quevedo).
La música coral
El coro es una expresión musical de profundo contenido social por su espíritu colectivo de conciencia común y porque en él se fraguan valores como el compañerismo, la constancia, la responsabilidad, la solidaridad, el respeto, la tolerancia y el amor al prójimo. El canto coral es la unión entre la música y el lenguaje y a lo largo de la historia griega ha sido vinculado al restablecimiento de la salud humana, a la influencia sobre la fertilidad, a la educación de la personalidad y, en la antigua Roma, Galeno ya mostraba su convencimiento sobre el potencial del canto para contrarrestar los estados de tristeza.
Para el maestro Gonzalo Castellanos Yumar, “la música coral une a las razas, las ideologías, los signos, sean simbólicos o mitológicos o venidos de esa otra realidad que la palabra y sólo la palabra dice, protege y alberga”. Para este insigne maestro, “la mística que ha llevado a los directores de grupos corales a la indiscutible excelencia que muchos de ellos poseen; es merecida ampliamente por la calidad de nuestra música coral, por la altura y belleza con las cuales supieron tratarlas nuestros compositores del género, y por las excelencias también de la poesía que suele servirle de base y de inspiración”.
¿Qué son los coros para los poetas?
Para el poeta ecuatoriano Medardo Ángel Silva Silva, el coro es instrumento para los grandes tributos: «Tiene los cisnes del Ensueño, bienes azules de los cielos y las nubes; un jardín otoñal para Jiménez, y para Nervo un coro de querubes. Y ama el éxtasis: palabras y martirios, las letanías, el celeste coro; tiene para María blancos lirios, ¡y para Pedro, las trompetas de oro!».
El poeta Amado Nervo nos dice qué se siente cuando se canta: «Yo marcho y un tropel de corceles piafadores van galopando tras de mí… Yo vuelo y me sigue un enjambre de cóndores por la inviolada majestad del cielo. Yo canto y las selvas de música están llenas y es arpa inmensa el florestal… Yo nado y una lírica tropa de sirenas va tras mí por el mar alborotado. Yo río y de risas se puebla el éter vago, como un coro de dioses… Yo suspiro y el aura riza suspirando el lago; yo miro, y amanece cuando miro… Yo marcho, vuelo, canto, nado, río, suspiro, y me acompaña el Universo como una vibración: Yo soy el Verso, ¡y te busco y me adoras y eres mío!«.
El poeta Jaime Torres Bodet nos habla de la trascendencia y pone como ejemplo un coro: «Y sin embargo, entre la noche inmensa con que me ciñe el luto en que te imploro, aflora ya una luz en cuyo azoro una ilusión de aurora se condensa. No es el olvido. Es una paz más tensa, una fe de acertar en lo que ignoro; algo —tal vez— como una voz que piensa y que se aísla en la unidad de un coro. Y esa voz es mi voz. No la que oíste, viva, cuando te hablé, ni la que al fino metal del eco ajustará en su engaste, sino la voz de un ser que aún no existe y al que habré de llegar por el camino que con morir tan sólo me enseñaste«.
El poeta mexicano Enrique González Martínez nos dice: «Halagaban mi oído las voces de las aves, la balada del viento, el canto del pastor, y yo formaba coro con las notas suaves, y enmudecían ellas y enmudecía yo…«. El poeta quiteño Arturo Borja le dice a su amada «Te haré una rima de encaje con sutil hilo de luna, cantaré a tus ojos puros una canción de cristal y soñaré con el coro de tus cabellos en una mañana primaveral«.
Sojo y Plaza
Hoy, cuando el relato de la juventud es orientado por el hegemón occidental, la poesía y el canto juegan un papel protagónico. Vicente Emilio Sojo publicó seis cuadernos de canciones y dos de aguinaldos, en arreglos magistrales para voz y piano. Fiel a nuestra cultura popular y crítico vehemente del plan de transculturización orquestado por transnacionales mediáticas que tenían y tienen por finalidad desarraigarnos, en la introducción del primer cuaderno afirma: “el objeto de esta publicación es poner de relieve la modalidad expresiva de nuestro canto vernáculo al cual una moda estulta ha ido relegando para sustituirlo con los más degradantes ritmos exóticos”.
En este sentido, en 1938, Juan Bautista Plaza, en el artículo titulado “Apuntes sobre estética musical venezolana” dice: “hoy día la radiodifusión esparce por donde quiera un fermento corruptor que va atacando lenta y solapadamente la pureza natural de nuestros cantos populares y destruyendo la tradición musical de nuestros pueblos”. ¿Qué hacer ante esta agresión a nuestra cultura? Plaza nos da una respuesta: “¡qué utilidad tan grande no podría prestar esa misma radio, (…), si existiera en cada país una “contraloría” de los intereses artísticos nacionales, cuyo fin primordial fuera el de velar por la sana difusión de lo nuestro e impedir que fuera tan a menudo reemplazado por lo extraño!”.
Juan Bautista Plaza explica que “al considerar la música que podemos llamar propiamente venezolana, necesitamos saber en qué nos fundamos para otorgarle carta de venezolanidad a los elementos estilísticos que vemos figurar en ella. Creemos que tales elementos pueden reducirse a dos categorías fundamentales: los de extracción popular, provenientes del folklore, y los que tienen su origen en determinadas tradiciones de la cultura patria. O en la tierra o en la historia, que son las dos columnas básicas sobre las que se apoya la noción de patria”. ¡Viva la poesía! ¡Viva el canto coral!