Agitados tiempos los que se pronostican para el 2023. Un nuevo orden mundial que se forja poco a poco encontrará situaciones diversas en todo el globo terráqueo. El hegemón, que se rehusa a perder tal condición, intentará, intenta, por todos los medios, mantener una situación de dominio.
En ese intento usa todos los elementos disponibles. La guerra en Ucrania es un ejemplo. Usa un gobierno corrupto, impresentable, por su raigambre Nazi, por sus innegables violaciones a los derechos humanos, por su entraña corrupta. No en vano se le negó siempre su incorporación a la Unión Europea.
Pero eso no le importa a Washington, por el contrario, personajes como Zelenski son del perfil que necesitan para el trabajo sucio.
Los usan, por ejemplo, para las llamadas guerras proxy, para poner a pelear pueblos que tienen gobiernos títeres contra países que les son incómodos. En el caso ucraniano es para retardar el desarrollo económico de Rusia, aunque en esta guerra, con los precios de los hidrocarburos muy altos y una Europa sedienta de combustible, las risibles sanciones resultaron un suicidio para Europa. Rusia, por su lado, ha tenido grandes ingresos.
India y China le compran a Rusia el gas y el petróleo que Europa dejo de comprar.
Esta crisis en Ucrania forzó alineamientos y realineamientos en la geopolítica global. India y China ─pese a sus discrepancias─, que sus líderes han sabido manejar con cabeza fría en función de sus intereses nacionales, son ─junto a Rusia─ miembros del BRICS; agrupación que este año debe crecer. Ya países como Arabia Saudita, Irán, Argelia, Argentina ─entre otros─ han planteado su incorporación.
Los BRICS agrupan países emergentes que se cansaron de la tiranía que ejerce Estados Unidos con el apoyo de la llamada Europa Occidental.
Esa tiranía se manifiesta en sanciones unilaterales contra todo aquel que se le ocurra, en el uso amañado del dólar en el comercio internacional, en el incumplimiento arbitrario de las leyes que rigen el comercio global. Allí están las medidas contra Venezuela, contra Cuba, la guerra sucia contra Huawei.
Se manifiesta también en la injerencia grosera, muchas veces violenta, en la política interna de todos los países, en el deseo de imponer su modelo político y económico a todo el mundo, sin respetar sus condiciones culturales e históricas.
Contra eso se erige el BRICS. De hecho, el apoyo de sus miembros ha sido fundamental para Moscú. No olvidemos que no es un enfrentamiento entre Rusia y Ucrania; son los Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea, arrastrada por Washington, contra el gigante euroasiático.
Una derrota de Rusia significaría la pérdida de prestigio de ese país, debilitamiento económico, pero también debilitaría a los BRICS. Incrementaría las intenciones de Washington para lanzar a Taiwán contra la República Popular China.
Reitero, en Washington, o en las oficinas de las corporaciones que se sirven de la Casa Blanca, saben que el desplazamiento de Estados Unidos como potencia hegemónica es inevitable; tratan de lentificar el proceso para que una vez se establezca el nuevo escenario ellos se encuentren en la mejor situación posible.
Ya se está hablando algo de eso en los preparativos del Foro de Davos, donde se reúnen las élites financieras, comerciales, industriales y militares; lo definen como “riesgos geopolíticos en el contexto de un nuevo sistema de diálogo y cooperación en un mundo multipolar”.
Europa, por la crisis inflacionaria, de combustibles, de falta de liderazgo; se va fragmentando. Como señalamos antes, la crisis moral de quienes dirigen la burocracia de la UE, Ursula von der Leyen, por ejemplo; indigna a los ciudadanos de ese continente, víctimas de sus malas políticas y de sus juegos de intereses.
No solo eso, se dieron cuenta de que Estados Unidos los usó, los alejó de Rusia que les surtía combustible a precios razonables y con puntualidad. Ahora deben comprar gas más caro, a empresas norteamericanas, que no se dan abasto para reemplazar plenamente a los rusos.
Washington también quiere que los europeos enfrenten abiertamente a China, sabiendo que los asiáticos son un socio comercial fundamental para Europa y sus principales empresas.
Biden emitió una ley contra la inflación con beneficios e incentivos tan atractivos que muchas de las empresas industriales europeas se están mudando a Estados Unidos. Además, producir en Europa ya no les resulta competitivo porque el precio de la energía está muy caro.
No olvidemos cuando Washington perdjudicó a Francia en un negocio de submarinos. Claro, en la Casa Blanca prefieren hoy a sus amigos de AUKUS (Gran Bretaña, Australia, Estados Unidos), que a los aliados de la UE.
El mundo se define en Eurasia y en la zona del Indo-Pacífico. Allí vuelcan su interés. Allí intentan desestabilizar a China, en conflictos con India y otros países con los que tiene disputas fronterizas, terrestres o marítimas.
Ya tiene el conflicto en Ucrania, pero intentan crear otros en países de la ex Unión Soviética.
Donde se les complica es en el Medio Oriente, la falta de manejo en el tema Arabia Saudita los lleva a perder un aliado fundamental. El gobierno de Riad incrementa su acercamiento y negocios con China.
Ya hay acuerdos fundamentales en materia de infraestructura y energía que podrían derivar en un petroyuan muy fuerte. Ese si sería un duro golpe al dólar y la hegemonía norteamericana.
El mundo se define en Eurasia y en la zona del Indo-Pacífico. Allí vuelcan su interés. Allí intentan desestabilizar a China, en conflictos con India y otros países con los que tiene disputas fronterizas, terrestres o marítimas
Además, Arabia Saudita no se ha dejado manipular en el tema de Ucrania. En el tema petrolero, en las reuniones de la OPEP, se negó a tomar medidas que Washington solicitaba para perjudicar a Moscú. El mensaje es claro.
En ese interín, durante la fiesta mundial de futbol en Qatar, China y el país anfitrión firmaban el contrato más extenso de la historia en la industria gasífera.
Irán, otro país importante de la región, mantiene su línea antihegemónica y fortalece sus tratos con Rusia, China, India. Le preocupa a Estados Unidos que la relación entre Teherán y Riad parece distenderse poco a poco. Los cancilleres de ambos países se reunieron el 21 de diciembre de 2022. Las dos naciones planean integrarse al BRICS.
Mientras tanto, en América Latina hay convulsión social, principalmente en Bolivia y Perú. En Bolivia el golpista confeso, Luis Fernando Camacho, fue detenido en la zona de Santa Cruz, donde es gobernador. Un sector de la población efectúa actos vandálicos en su favor.
Esto tiene rezagos del golpe de Estado que puso a Jeannine Añez en la presidencia, con sus tintes racistas y clasistas.
En Perú la situación es más complicada, la población rechaza a la ocasional presidenta, Dina Boluarte, pero más rechaza al parlamento, tampoco quiere a los partidos políticos existentes. Desconfía del poder judicial y la Fiscalía. Existe en el país incaico recelo contra toda la institucionalidad. Los heridos y muertos por las protestas se suman a diario. Incluso hay quienes pretenden separar sus regiones, sus departamentos, quieren la independencia. Así pasó en Bolivia. Pese a ello, según medios especializados, la economía no se desmorona, por lo menos hasta el cierre de esta edición.
En Brasil, con Lula en el palacio de Planalto, se espera el reavivamiento de la ansiada unidad latinoamericana. No será tan fácil ni tan expedita como quisiéramos, pero existen buenas expectativas.
Su iniciativa de una moneda única, por ejemplo, el viejo sueño esbozado por Hugo Chávez en la primera década del siglo, tendría alguna objeción en México.
López Obrador es un convencido de la unidad latinoamericana, pero sin excluir ni confrontar directamente con Estados Unidos y Canadá. El anhela que se entierre la Doctrina Monroe, que cese el injerencismo de Washington, cree en apoyar a los países más pobres; pero sostiene que la integración debe incluir, en condiciones justas, a sus vecinos del norte.
Allí tenemos un gran tema para el debate. No olvidemos que Brasil y México son las economías más grandes de América Latina. México creció por encima del 4% en 2022 y gran parte de sus ingresos se deben a acuerdos comerciales con Estados Unidos y Canadá.
En Colombia, Gustavo Petro intenta, con sus vaivenes, lograr la paz definitiva con los grupos insurreccionales. Además, no logra controlar o disminuir las matanzas contra líderes sociales, sindicales o ex guerrilleros.
Mientras tanto, en Argentina, como consecuencia de la descomunal deuda externa e interna que dejó el gobierno de Mauricio Macri, el pueblo no logra recuperar las condiciones materiales que tuvo en los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, lo cual crea fricciones dentro del peronismo. A eso se agrega la persecución mediático-judicial contra la ex presidenta.
Ecuador, gobernado por un político de derecha, el banquero Guillermo Lasso, anunció la suscripción de un tratado de libre comercio con China. No aceptó presiones de la Casa Blanca.
Respecto a Venezuela, donde las conversaciones políticas entre el gobierno Bolivariano y las oposiciones parecen encaminarse correctamente, donde los reconocimientos, lógicos, al presidente Nicolás Maduro, crecen a nivel internacional, el reto es consolidar la recuperación económica, que la mayoría del pueblo la sienta.
Año interesante el que se inicia a nivel geopolítico. Debemos quitarnos vendas y prejuicios para ver con agudeza, para aportar en este proceso antihegemónico. No todo es totalmente blanco, ni totalmente negro. Pero, sobre todo, debemos mantener la perspectiva histórica en estos tiempos convulsos, de cambios no tan claros.