La diplomacia en los últimos tiempos está muy devaluada. Si las escuelas para formar diplomáticos se clausuraran, así como están las cosas, allá en el llamado primer mundo, el planeta no lo resentiría
Un año tenso, crispado, este 2024 que se aleja. Año tenso y crispado como fue el 2023. Y es la lógica que vivimos, la lógica del sistema imperante, sistema que, por lo menos en lo político y en lo “diplomático”, va desapareciendo.
Ponemos entre comillas la palabra diplomático, porque la diplomacia en los últimos tiempos está muy devaluada. Si las escuelas para formar diplomáticos se clausuraran, así como están las cosas, allá en el llamado primer mundo, el planeta no lo resentiría.
Desde el hegemón, empezando el siglo 21, empezaron a boicotear el derecho público internacional, las normas de convivencia internacional que surgieron, con muy buena intención, luego de la Segunda Guerra Mundial. Washington, que por décadas medró en la Organización de Naciones Unidas, que estuvo entre los propiciadores de la Carta de las Naciones Unidas, sintiéndose la única potencia global, una vez caída la Unión Soviética, y con la Unión Europea a su merced, violó los estatutos que él mismo creó.
Las invasiones a Afganistán e Irak, por ejemplo, fueron al margen del Consejo de Seguridad de la ONU. Esos fueron los precedentes a lo que vendría. Sin contrapeso serio, real, se sintieron con las manos libres para perpetrar cuanta tropelía se les ocurriera en lo político, militar y económico.
Cuando, avanzando el siglo 21, surgieron potencias, bloques, que ya estaban en capacidad de hacerle frente, apostó por el negacionismo o a jugar a demonizar lo que no le gustaba. Aunque siempre demonizó para justificar sus agresiones.
Allí está el caso de los Brics. Este bloque que durante el 2024 estuvo muy activo, dando que hablar y estudiar, efectuó la Cumbre de Kazán – Rusia, con repercusiones interesantes, trascendentales, para el 2024 y el año que viene.
Interesante porque el Occidente Colectivo intentaba imponer la narrativa de que “todo el mundo” repudia la operación de desnazificación Rusa en Ucrania y que por eso el evento fracasaría.
Fallaron. Fallaron porque los líderes de todas las potencias emergentes asistieron, los que no lo hicieron personalmente, como Lula, enviaron sus representantes.
La Cumbre fue un éxito, por asistencia, por trascendencia, por la carga simbólica. Fue un éxito porque pese a los esfuerzos del hegemón, inclusive en las sociedades que ellos gobiernan directamente, la gente estuvo pendiente de lo que ocurría en Rusia.
Hay claridad entre los países fundadores y los recién incorporados en la necesidad de consolidar un nuevo orden mundial. De que esta nueva fuerza económica emergente debe ser también una nueva fuerza económica, financiera, diferente de la imperante; que actualmente sirve para perpetrar abusos.
No olvidemos que este gran bloque concentra más de la mitad de la población mundial y los mayores recursos naturales del planeta, y tiene los más grandes mercados en expansión.
Como es lógico, el hegemón, sus apéndices, ponen zancadillas al bloque y seguirán haciéndolo. Intentarán crear rencillas para evitar su consolidación. Intentarán evitar el desplazamiento que tarde o temprano se producirá.
Por eso, la OTAN está en guerra contra Rusia en Ucrania. Por eso el incremento de tensiones en el estrecho de Taiwán. Por eso la agresividad de Israel en Medio Oriente, con el apoyo del Occidente Colectivo, para arrinconar a los países del Medio Oriente. Eso incluye el forzar algunas monarquías de la zona a alinearse con Tel Aviv, evitando así la unidad que tanto temen. En esa ecuación se suma la salida de Bashar Al Assad de la presidencia en Siria.
Esto podría causar algunos inconvenientes en la Nueva Ruta de la Seda que activó China. Podría crear tensiones con las posiciones rusas, con sus bases militares y su acceso al mar mediterráneo.
También debilitaría un poco la posición de Irán. Aunque esto de Siria podría tomar un giro inesperado, podría reabrir otras heridas y crear nuevos enfrentamientos.
Es sabida la situación de Turquía y los Kurdos, que con la invasión a los Altos del Golán por Israel agitaría celos entre Ankara y Tel Aviv.
Ahora, es muy pronto para saber qué rumbo tomarán quienes rijan los destinos de Siria en el futuro. Si se mantendrá su unidad territorial, o si se revivirán tiempos de masacres religiosas. Hay que ver también si se genera otra nueva crisis migratoria que colapse la región y podría perjudicar a la misma Europa.
Por eso, el nuevo orden mundial emergente no llega de manera rauda, lineal. No. Tendrá sus vaivenes, desencuentros e infamias.
Pero los Brics son una realidad que no pretende pulverizar a occidente, aunque sí hacer respetar los espacios que les corresponden.
Ya lo reiteró Vladimir Putin, “el trabajo de los Brics no está dirigido contra nadie, sino solo hacia un objetivo común de desarrollo sostenible y prosperidad para nuestros países y pueblos”.
Pero surgen comparaciones, las realidades hablan. Por ejemplo, el PIB conjunto de la asociación supera los 60 billones de dólares, y la cuota total del producto interno bruto mundial supera con seguridad la cifra correspondiente del llamado Grupo de los Siete, y sigue creciendo. La tasa media de crecimiento del PIB de los países del Brics a finales de 2024 será del 4 %, una cifra superior a la media mundial, que es del 3,2 %.
Recordemos el interesante y trascendente mensaje que dejó el jefe del Kremlin, durante el evento.
«Los EUA llegan 15 años tarde, no podrán detener el desarrollo de China. Es imposible hacerlo, igual que es imposible decirle al Sol que no salga, saldrá de todos modos. Hay procesos objetivos de desarrollo económico y el intento de Washington de frenar el desarrollo de China afecta negativamente al desarrollo de los propios EUA«, indicó.
Respecto a la desdolarización, el mundo entero se pregunta si valía la pena utilizar el dólar cuando los EUA, por razones políticas, restringían el uso del dólar como unidad de cuenta universal e internacional. Todo el mundo se lo ha planteado. El uso del dólar ha ido disminuyendo lentamente, pero progresivamente, tanto en liquidaciones como en reservas. Esta es una realidad que deja el 2024.
Ya lo hemos escrito, la militarización del dólar está resultando contraproducente a medida que los Brics y el resto del mundo en desarrollo se alejan del comercio y las tenencias en dólares.
La tendencia es irreversible por la prepotencia norteamericana.
¿Cómo reacciona Washington? Con amenazas de más sanciones por parte de Donald Trump.
El Occidente Colectivo, su capo en Washington, vuelven a apostar por las rencillas entre China e India. Lamentablemente, para ellos, ya no les funcionó.
Lin Jian, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, afirmó que China y la India lograron un acuerdo para solucionar sus diferencias fronterizas.
«Las partes han coordinado el plan de solución de este problema. China lo valora positivamente, y en la etapa posterior estará plasmando las respectivas decisiones junto con la India», dijo.
El ministro de Exteriores de la India, Subrahmanyam Jaishankar, señaló que ambos gigantes completaron la retirada de las tropas de la región fronteriza de Ladakh.
Cerrando este año, China es la segunda economía del mundo, aunque algunos consideran que ya es la primera, India la tercera. Ambos son fundadores y baluartes fundamentales de los Brics y el nuevo orden emergente.
Por esos días, el FMI informó que Rusia es la cuarta economía del mundo por paridad de poder adquisitivo.
Esto nos lleva a plantear nuevamente la interrogante: ¿Llegó ya el cambio de época?
Nunca vimos, por lo menos desde la Segunda Guerra mundial, una crisis tan aguda en la gobernanza global. Porque, al menos, en los tiempos de la Guerra Fría existían acuerdos mínimos para evitar una conflagración mundial.
Hoy, a diferencia de aquellos años, cuando la bipolaridad era evidente y equilibrada, el enfrentamiento se reflejaba en la confrontación ideológica.
Entonces era más fácil identificar a los participantes de los grandes bandos en disputa.
Hoy la realidad es otra, las grandes potencias, también las intermedias, conviven en el sistema capitalista, el que sobrevivió a la Guerra Fría.
Desde Washington, sus laboratorios de ideas y parafernalia propagandística, presentan el enfrentamiento entre demócratas y autoritarios; entre quienes respetan los derechos humanos y los “otros”.
Claro, ellos son los «buenos». Quienes se oponen al injusto orden mundial, a sus arbitrariedades, son los malos.
Allí incluyen a Rusia, China, Irán, Venezuela, Cuba, Corea del Norte. En fin, todos los que se rehúsan a entrar en el redil.
Pero su relato pierde veracidad, cada vez es menos creíble. Ellos mismos incumplen las reglas que establecieron luego de la Segunda Guerra Mundial. Eso lo vemos en el manejo arbitrario del comercio mundial, en la imposición unilateral y arbitraria de medidas coercitivas, en la invasión de países, irrespetando el derecho internacional, en el chantaje a países que no se doblegan a los designios de Washington.
No, no estamos en un escenario similar al de la Guerra Fría. Dentro del Occidente Colectivo mismo hay contradicciones, fricciones.
Debemos manifestar, también que, durante la Guerra Fría, EUA estaba en todo su esplendor. Hoy presenta severos problemas internos que pueden disfrazar, pero que persisten.
Hoy tiene a la República Popular de China cuestionando su hegemonía económica.
El mundo actual tiene a Rusia como principal potencia militar. Es tan así que la OTAN en su conjunto no ha podido derrotarla en Ucrania.
Y esto nos lleva a otra crucial diferencia con la vieja Guerra Fría, la otrora bipolaridad se encamina a la multipolaridad donde nadie podrá imponer sus intereses a otros, donde la negociación será el signo imperante.
Las constantes amenazas de Trump sobre nuevos aranceles a China, sobre nuevas medidas proteccinistas, no son tan desatinadas desde su lógica.
Una fuente de tensión, de preocupación para Estados Unidos de América (EUA), fue el déficit comercial respecto al gigante asiático. Y es que es difícil desacoplar la economía de ambas naciones, más allá de discursos incendiarios, sobre todo en tiempos electorales, como en este 2024.
Pese a la diatriba occidental, el comercio entre China y EUA alcanzó un máximo de 690.600 millones de dólares en 2022. Las exportaciones estadounidenses aumentaron 2.400 millones y pasaron a 153.800 millones; claro, China exportó mercaderías a EUA por valor de 536.800 millones.
Pero es que hoy se ven superados en las mismas áreas en que antes no tenían competencia. Por eso, desde mayo de 2019, EUA emprendió una guerra tecnológica abierta contra China.
Otro punto álgido en esta disputa es el tema de los semiconductores. Por eso es tan importante Taiwán, la principal productora de tan primordiales componentes.
Por eso incentivan la beligerancia taiwanesa, por lo menos de algunos dirigentes políticos, contra Pekín. Esa defensa a la “soberanía” de la isla no es casual.
Lo hacen por crear un conflicto militar en un suelo que, la República Popular China considera propio por razones históricas. Esto significaría que el gigante asiático distraiga recursos para resolverlo; pero también porque, si China tomara el control de las grandes fábricas de semiconductores, tendría una gran ventaja en la competencia tecnológica.
Pero parece que ese chantaje no tuvo el efecto deseado, ya China accedió a chips y microchips avanzados; en muchos aparatos y dispositivos fabricados en China se ha encontrado esa tecnología.
Algo que Occidente, o la arrogancia de algunos de sus líderes parece ignorar, es que China cuenta con un sistema industrial muy poderoso, que despunta en nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA), sin ella es imposible la modernización industrial, el liderazgo en todos los campos de producción.
Desde hace muchos años, de manera silente, sin prisas, pero sin pausas, Pekín desarrolló una política internacional de acercamiento comercial sin precedentes.
China no impone gobiernos, ni políticos, no chantajea. China ofrece tratos más justos a los países en desarrollo. China no tiene el nivel de rechazo que hoy tiene el Occidente Colectivo.
Ya no estamos en una Guerra Fría, estamos en una Guerra Tibia que para el 2025 podría subir de temperatura en cualquier rincón del mundo
De otro lado, haciendo gala de una gran sapiencia geopolítica, de leer los escenarios por venir, a principios del siglo 21 se acercó a Rusia, logrando lo que no se había podido en tiempos de la Unión Soviética, y de lo que tanto se jactaba Henry Kissinger.
Esto ha incrementado los temores en Europa porque, volviendo al tema económico comercial, durante la campaña, y ese fue uno de los puntos fuertes con el que enganchó a su electorado. Trump anunció un arancel de 60% sobre las importaciones estadounidenses procedentes de China y de 20% sobre las importaciones del resto del mundo, incluyendo a Europa.
Los principales afectados en esa trama serían los productos alemanes que se verían muy encarecidos. Recordemos lo dicho por Andreas Baur, del Instituto Ifo, para quien de aplicarse lo anunciado por Trump, podría tener serias consecuencias ya que “por supuesto, se puede suponer que los socios comerciales, y China, reaccionarán a esto, y esa es quizás la mayor preocupación; que terminemos en una espiral de escalada en la que luego se llegue a una guerra comercial a nivel mundial”.
Tiene sentido su preocupación. En los últimos años, por sumarse incondicionalmente a los dictados de Washington respecto a las sanciones contra Rusia, Europa perdió ventajas competitivas.
¿Aprendieron la lección? ¿Si Trump empieza su anunciada guerra comercial contra China decidirán soberanamente? ¿Sacrificarán nuevamente a su población por servir eficientemente al hegemón?
Ahora, puede darse otro escenario. Si los aranceles de Washington perjudican a Europa, ¿virarán su política y se acercarán más a China? Las sanciones irracionales acercaron a Rusia y China, ¿nuevas sanciones acercarían a China y Europa? ¿Los acercarían a los BRICS?
En los últimos días, ante las nuevas bravuconadas de Trump, representantes de países europeos han renovado contactos con representantes de la República Popular de China.
El gigante asiático es un mercado apetecible, además, es un actor importante en el mercado de tierras raras para la producción industrial y nuevas fuentes de energía. Sin ello, Europa se verá más constreñida de lo que está ahora. Ya tienen bastantes problemas sociales, ya varios gobiernos se están desplomando.
Además, una vez confirmado el triunfo de Rusia en Ucrania, dependiendo del acuerdo que llegue con Trump, ya que la Casa Blanca es el verdadero gestor de Zelensky, la realidad europea puede variar.
Una guerra siempre genera realineamientos, reacomodos. El resultado configura otra realidad geopolítica, militar.
Europa, sobre todo los dirigentes de Unión Europea, que apostaron totalmente por esta guerra, han visto cómo, por efecto del gas y el petróleo ruso, han perdido ventaja competitiva en el plano industrial, también en el plano agrícola, por el tema de los fertilizantes. También porque ese apoyo ha creado rencillas entre los miembros de UE.
Además, el Oreshnik representa un salto significativo en el arsenal ruso, basado en el misil balístico intercontinental RS-26 Rubezh. Preocupa a sus enemigos por su capacidad de vuelo, que oscila entre 500 y 5.500 kilómetros. El Oreshnik marca un punto de inflexión en la guerra de la OTAN contra Rusia. Ya está claro que no tienen como derrotar a Moscú. Toca la capitulación.
El Occidente Colectivo no tiene como enfrentarlo, sobre todo Europa. La superioridad militar rusa, reiteramos, no puede refutarse. Ya no estamos en una Guerra Fría, estamos en una Guerra Tibia que para el 2025 podría subir de temperatura en cualquier rincón del mundo.
Más allá del discurso de Trump, Washington, el Estado Profundo, vive de las guerras, vive de la muerte. El panorama global, desafortunadamente, no es muy halagüeño.