2025 traerá retos complejos a un mundo ya no unipolar, siendo la victoria de Donald Trump en EEUU apenas un punto más en la dialéctica de un mundo en reacomodo de poderes
Mientras vemos análisis risibles con comparaciones entre Siria y Venezuela, que son tan bobas como comparar a Usain Bolt con un corredor de 100 metros planos aficionado, la realidad mundial actual de este 2024 nos confirma el movimiento de las placas tectónicas de un orden mundial absolutamente convulso.
Este movimiento puede durar más de lo que creemos y quienes hagan las lecturas correctas, desde los Estados, fuera de fanatismos y con mucha racionalidad, serán capaces de sortear un oleaje realmente picado. Venezuela ha sabido sortear unos cuantos procesos de agresión desde 1999 hasta esta fecha.
Ahora bien, recordando el último artículo del año pasado, y aproximándonos a la República Bolivariana de Venezuela mientras hacíamos balance del 2023, afirmábamos:
«La República Bolivariana de Venezuela logró buenos pasos en torno a un año donde estratégicamente no se detuvieron los intentos de chantaje por parte de la élite política estadounidense y algunas capitales europeas.
La persistencia del liderazgo de la Revolución Bolivariana, encabezado por el presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, y una institucionalidad democrática férrea, en no aceptar tutelaje alguno; fue capaz no solo de ir ganando terreno ante actores que apenas hace unos años atrás decretaban la muerte del Proyecto Histórico Bolivariano, sino además propiciar victorias políticas; que no son poca cosa dado el conflicto existencial que se nos impuso».
Hoy es más que evidente la vigencia de la determinación estratégica de Venezuela de mantenerse libre e independiente, sin caer en los esperpentos disciplinantes de un occidente colectivo para el cual la democracia se convirtió en una verdadera plastilina que se estira y encoje de acuerdo al interés de turno o la posición política de sus aliados.
Rumania, Corea del Sur y Georgia son buenos ejemplos de cómo la democracia les sirve a estas élites de poder cuando les conviene, pero en lo que aparecen fórmulas alternativas de un mundo multipolar y divorciadas de la lógica de guerra permanente para querer imponer un mundo unipolar imposible; simplemente cercenan la democracia, llegando al punto de llamar «ley marcial» a un intento de golpe de Estado, tapado por la narrativa de estos factores mediáticamente poderosos.
A ellos podemos sumar el intento por vender como prominentes exégetas del liberalismo a quienes han tomado el poder en la República Árabe Siria, cuando en realidad son extremistas islámicos que fueron denominados por ese occidente colectivo como «terroristas», hoy convertidos en pieza funcional de la balcanización de esos territorios, para sufrimiento de su pueblo.
En este contexto concreto, la República Bolivariana de Venezuela seguirá su sendero de defensa de la independencia nacional, y la determinación de una institucionalidad democrática inquebrantable, ante toda amenaza o chantaje previsiblemente desarrollado en escalada en torno al venidero 10 de enero; cuando inicia el nuevo período presidencial constitucional.
Con esa misma lógica de plastilina con la que usan a la democracia, sumado a verdaderos disparates comparativos de realidades políticas, sociales y religiosas totalmente distanciadas, el extremismo y sus operadores tratan de generar un escenario de desestabilización con cara de tenaza territorial en nuestras fachadas oriental y occidental.
Habida cuenta de esos planes, nuestra patria se dispone a hacer cumplir lo previsto en la Constitución Nacional, dejando a su suerte a quienes pretenden que debemos violar la Carta Magna de nuestro país para inventar maniobras que solo en sus cerebros pasan legítimamente.
En la actual situación mundo, con este movimiento de placas tectónicas, el Estado que cometa el error de mal leer la situación actual cae en el peligroso expediente de extraviarse y poner en terapia intensiva su propia estabilidad republicana.
Tal aseveración no escapa a una América Latina que necesita unirse más en torno a grandes propósitos de carácter estructural en lo político, social, económico y cultural, tal como afirmó el Presidente de la República, Nicolás Maduro Moros, en su mensaje, en el contexto de la conmemoración del Bicentenario de la Batalla de Ayacucho.
Por ejemplo, el veto de Brasil al ingreso formal de Venezuela al grupo BRICS+, durante la exitosa Cumbre de Kazán, no fue más que un disparo estratégico al pie de una América Latina que debe consolidar su proceso de unión en la diversidad con una agenda de trabajo suficientemente práctica para presentarse dispuesta ante los desafíos mundiales.
Seguramente, en los próximos meses, una aproximación más racional al tema terminará con la presencia formal de Venezuela; que ya forma parte ineludible de este bloque multipolar.
2025 traerá retos complejos a un mundo ya no unipolar, siendo la victoria de Donald Trump en EEUU apenas un punto más en la dialéctica de un mundo en reacomodo de poderes.
Asuntos como el de Ucrania resultarán desafiantes en este proceso de reacomodo, considerando que aquí está la confrontación directa entre dos factores hegemónicos como Rusia y EEUU bajo el manto de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Este conflicto y durante su devenir, será clave para el termómetro real del momento geopolítico.
Lo mismo sucede con la pretensión estadounidense de poner freno a la propuesta civilizatoria de la República Popular China que, en forma de construcción de un mundo de desarrollo compartido, el diálogo de civilizaciones y con la franja y la ruta en pleno ascenso; viene agarrando las tiendas del liderazgo mundial a paso sostenido, teniendo sin duda América Latina un rol de primer orden en este proceso.
Por ende, posibles sanciones económicas o incremento de las provocaciones en torno al estrecho de Taiwán parecen previsibles, a un punto de tratar de ponerle freno a una nación que está llegando con una alternativa real de desarrollo, inclusión, y sobre todo en construcción de un espacio de convivencia común muy practico y divorciado de dogmas unilaterales.
Nuestra región tendrá que ponerse en la tarea de asumir con visión unitaria este nuevo mundo que sigue su proyección en medio de los movimientos de placas tectónicas.
La reciente Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, (ALBA TCP), nos muestra un sendero importante de una instancia que en medio de desafíos ha sabido sostenerse como un espacio común; más allá de lo económico, y mirando las amenazas y agresiones como desafíos a saldar para preservar a nuestra región como una zona de paz, donde sus pueblos no estén condenados a ser esclavos, colonias o sujetos a intereses foráneos.
Aún América Latina tiene tareas pendientes en la determinación de sumar voluntades para enfrentar este reacomodo mundial en pleno proceso; y con temas aún por saldar.
Feliz año 2025.