Por Jonny Hidalgo
La guerra, el ocaso del dólar, la fracturación hidráulica (fracking), los precios del petróleo, los avances tecnológicos, la población, el cambio climático, y otros temas, hacen imposible predecir lo que será del mundo energético en los próximos 20 años. No obstante, distintos organismos internacionales han publicado análisis prospectivos, hacia el año 2040.
Se estima que para ese año, el mundo tendrá más de 9.000 millones de habitantes; su PIB habrá crecido a razón de 3,5% anual, debido especialmente al desarrollo de China, mientras que la demanda de energía solo crecerá a razón de 1,2% por año. Subirá el consumo de todas las fuentes energéticas. La energía nuclear y el gas tendrán la mayor tasa de crecimiento. Esto exige la orientación política hacia programas de eficiencia energética y energías complementarias. Aun así, no se espera que la matriz energética mundial varíe radicalmente; de hecho, para el año 2040 los combustibles fósiles cubrirán el 75% de la demanda, siendo hoy el 80%. EE.UU invierte para ser exportador neto de crudo en el año 2020, mientras que las demandas de India y China reconfigurarán al mercado mundial de energía.
Los pronósticos mantienen las tendencias del sistema que se ha impuesto al mundo, pero no asoman soluciones para los problemas de la humanidad. En el mejor de los casos, de las 1.100 millones de personas que hoy no tienen acceso a la electricidad, unas 675 millones, la mayoría africana, tampoco la tendrán en el año 2040. La demanda de petróleo seguirá creciendo, a una tasa de 0,6% interanual, impulsada por el sector petroquímico y el transporte de carga tan necesario para que la población urbana, que será más del 63% del mundo, pueda consumir lo que no tiene en su entorno inmediato. ¡Vaya problema cultural! Menos personas producirán alimentos y más gente morirá de hambre. De los 2.800 millones de habitantes que hoy queman cosas para cocinar, seguirán en la misma situación unos 2.300 millones. Todo esto, por supuesto, si la guerra no se lleva a niveles apocalípticos.
¡Hay que romper las tendencias! La América Latino-caribeña debe consolidarse como un bloque geopolítico, lo que requerirá más independencia y seguridad energética. Así, Venezuela debe mantener un liderazgo importante en la región, viéndose destinada a superar sus problemas internos, en particular la grave situación de PDVSA, la cual debe subir su producción y, al mismo tiempo, transformar su estructura de poder y cultura organizacional. ¡El futuro es nuestro!