Hace ya bastante rato América Latina dejó de ser un simple escenario de reparto de recursos, fundamentalmente hacia EEUU y Europa con la cual solo tienen derecho exclusivo de asociación estos dos polos continentales; al punto de darse la lija de imponer títeres, militares o civiles, para el ejercicio del poder básicamente en protección de intereses foráneos, y en lesión de los pueblos habitantes de las patrias latinoamericanas.
Todas las tesis actuales en materia de seguridad y defensa, modificadas especialmente al calor de la caída del muro de Berlín y la extinción de la Unión Soviética; úbican a América Latina como un espacio vital, esencial, existencial de garantía para la supervivencia de los países llamados «desarrollados» y un territorio que debe convertirse en inexpugnable para nuevos pretendientes, haciendo vista rabiosa al polo de poder mundial que se levanta con fuerza en el hemisferio oriental y que tiene a la República Popular China y a la Federación de Rusia como sus estandartes.
En su momento, y durante la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el 2 de diciembre de 2011, el Comandante Hugo Chávez, advirtiendo esta incontrovertible idea con claridad en su visión del contexto histórico regional, lanzaba su clamor de unidad más allá de diferencias banales ante el desafío mundial de una región muy apetecible.
Así lo afirmaría: «… nosotros tenemos que hacer un esfuerzo mayor para incrementar la conciencia, la conciencia para darnos cuenta de que este camino es el único camino con sus variantes, con sus diversidades, la unidad entre nuestros pueblos, entre nuestros estados, nuestras repúblicas, nuestros gobiernos, aceptando, insisto, y respetando, respetando nuestras diferencias, sin permitir que la intriga cunda entre nosotros, sin permitir que la cizaña venenosa vaya a impedir una vez más el esfuerzo unitario, yo estoy seguro que no nos van a descarrilar, que no va a triunfar de nuevo la cizaña, la intriga que le permitió al monroísmo imponerse y sepultar bien hondo el proyecto de Bolívar y de San Martín y de Morelos y de O’Higgins y de Artigas y de Juana Surduy y de Manuela Sáenz, la generala libertadora; el proyecto de ellos es el nuestro hoy y nosotros estamos obligados a realizarlo ahora, no mañana; ahora y aquí.»
Siguiendo lo anterior, y no precisamente por gracia, es que hemos visto las intervenciones de la Jefa del Comando Sur Laura Richardson, quien ha roto el hito de injerencia establecido por su predecesor Craig Faller para asumir el estandarte de defensa de los intereses en materia de seguridad nacional de EEUU en América Latina, donde considera abiertamente debe «intensificarse el juego», para salirle al paso a la presencia de China, Rusia, Irán, y otros factores de amenaza en territorios que ha valorado como inmensos en recursos estratégicos para su país, siendo esta su premisa fundamental.
Recientemente, en una de sus tantas intervenciones públicas, esta vez ante el Senado de EEUU donde justificó el necesario apoyo legislativo al presupuesto militar de esa Nación, volvió su aproximación hacia la región enfilando sobre la presencia comunicacional de sus oponentes: «Rusia, una grave amenaza, fortalece a los regímenes autoritarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y continua su amplia campaña de desinformación y tiene acuerdos con medios de comunicación en 11 países de la región. Hay más de 30 millones de seguidores de RT en español y Sputnik Mundo. Estas actividades socavan las democracias y desafían nuestra credibilidad. Debemos utilizar todas las palancas disponibles para fortalecer nuestras alianzas con las 28 democracias afines a la región que entienden el poder de trabajar juntas para contrarrestar estas amenazas compartidas».
Tales afirmaciones parecen dejar ver el primer dispositivo concreto de intensificación del juego en la región, utilizando no solo la supuesta influencia rusa en nuestro continente, sino además la expansión de un país con el cual EEUU y Europa Occidental están en guerra.
Por lo tanto no es casual esta postura de la Jefa del Comando Sur al mismo tiempo de posiciones observadas en el marco de la insípida Cumbre Iberoaméricana, en un contexto donde Europa no tiene casi nada que ofrecerle a América Latina, estando como está; pero con la clara determinación de hacer de pie de amigo de EEUU; tratando de presionar procurando apoyos al régimen de Ucrania y, por ende, metiendo a la región de lleno en el conflicto de Europa del Este con lo que esto implica desde el punto de vista geopolítico.
El segundo dispositivo parece más asociado a sus políticos digitados del continente, determinados en actuar conjuntamente para poner a bailar a América Latina al son que le toquen en Washington.
Y para esto no han elegido mejor sitio que Lima, Perú, donde recientemente le han dado un golpe de Estado al Presidente Pedro Castillo e instaurado un gobierno de facto después de la abierta conspiración de la oligarquía política y económica limeña, y que ahora hace sus mejores galas para recibir a la ultra derecha reunida en el II Encuentro Regional del Foro Madrid con una agenda de trabajo sumamente gruesa.
Denunciar el presunto plan desestabilizador urdido por el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla; generar una agenda de trabajo en torno de ataques precisamente a la CELAC y a la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR, tachadas como ideologizadas; así como un análisis y acciones conjuntas en torno a los venideros procesos electorales presidenciales en Guatemala, Argentina y Paraguay son algunos temas de la agenda de trabajo que impulsan.
Recordemos que este contubernio de ultra derechistas tuvo su primer encuentro en 2020 precisamente en Madrid, capital del Reino de España, donde no tuvieron rubor en afirmar que su tarea era expandirse por América Latina para poner freno a la izquierda del continente, capitaneados por el partido español franquista VOX.
No hay duda de que esto es parte de un trabajo conjugado de aproximación hacia una región que necesita, tal vez más urgente de lo que parece, mayor acción de los gobiernos en torno a una agenda que presente cara a los desafíos exponenciales de un mundo donde las relaciones internacionales basadas en reglas no existen, teniendo que defender nuestros recursos, paz, estabilidad y especialmente territorios, en forma unida y con capacidad política de hacer frente ante cualquier pretensión agresiva amparada en la conseja de «intensificar el juego»; reiteradamente dispuesta por la Jefa del Comando Sur.