Por: Max Lesnik
En el mundo revuelto y brutal de estos tiempos peligrosos que vivimos, con guerras y confrontaciones en diferentes lugares del planeta entre las grandes potencias al disputarse la hegemonía mundial; América Latina nuevamente está amenazada por la política del Imperio Estadounidense que ya, desde la proclamación de la execrable “ Doctrina Monroe” de las primeras décadas del Siglo XIX, consideraba que “América era para los americanos”. Desde el Río Grande, hasta la Patagonia. Pero solo para los americanos del Norte, es decir, los Estados Unidos de América.
Fue el venezolano Simón Bolívar el primero que le salió al paso a tan prepotente ambición imperial. Al “Libertador” Bolívar le debemos esa clarinada de alerta que le sirvió de “Santo y Seña” a José Martí para seguir sembrando en la conciencia de los pueblos latinoamericanos el rechazo a los apetitos dominadores de lo que ya era la política del naciente Imperio dominador y expansionista del poderoso vecino del norte.
Sobre América Latina, durante los primeros cincuenta años del Siglo XX se sucedieron intervenciones militares de Estados Unidos en más de un país de nuestro continente, imponiendo dictadores militares; “títeres” que servían a los intereses de su amo y “Padrino” del Norte.
Así fueron las cosas hasta la llegada al poder en Cuba de la Revolución liberadora encabezada por Fidel Castro en el año 1959. La pequeña isla del Caribe se convirtió en el “Primer territorio libre de América” y faro y guía para las otras hermanas republicas del continente americano. El sueño bolivariano y martiano se había convertido en realidad.
La clarinada de libertad emanada de la Cuba revolucionaria y socialista, echó vuelo en todo el continente. Y fue en Venezuela donde recogió el mensaje el joven militar Hugo Chávez Frías, Bolivariano, Martiano y consecuente admirador de Fidel Castro.
Consolidada la estrecha relación política e ideológica de Fidel y Chávez, la llama revolucionaria prendió fuego en todo el continente poniendo freno a la ambiciosa codicia de los explotadores nacionales al servicio del capitalismo salvaje procedente del “Norte revuelto y brutal”, como calificara Martí a los Estados Unidos de América; imperial.
La batalla por la libertad e independencia de América continúa, pesar de la ausencia física de Fidel y Chávez, la historia enseña que una vez encendido el fuego, las llamas purificadoras no mueren, porque la continuidad es más que evidente.
En Cuba un joven presidente, Miguel Díaz Canel, y en Venezuela un presidente obrero, Nicolás Maduro, levantan las banderas del “Fidelismo” y del “Chavismo”, que es como decir la continuidad del pensamiento Martiano y Bolivariano. Y la lucha sigue, sin tregua ni descanso. Eso es revolución, eso es continuidad.