Aunque el bloqueo económico yanqui se mantiene casi intacto, a diferencia del pasado reciente, este mecanismo de asfixia ya no impide el crecimiento ni la estabilidad de nuestra economía
El pasado jueves 18 de septiembre se aprobó en la AN el acuerdo de promoción y protección de las inversiones entre China y Venezuela, lo cual tiene una especial relevancia para nuestro país en razón del escenario político y económico nacional, de las agresiones internacionales a las que hemos sido sometidos por parte de los EEUU y sus satélites, así como por la extraordinaria importancia de China para la economía mundial.
Las inversiones extranjeras directas, es decir, las inversiones que se desarrollan en el ámbito productivo, tienen una enorme influencia en el progreso de las naciones receptoras. A través de ellas se genera un fuerte impulso al despliegue de las fuerzas productivas, especialmente, porque son recursos financieros con los que no se cuenta, por los efectos en las cadenas productivas internas, además de que están asociadas a tecnologías y acceso a los mercados internacionales a través de las empresas inversionistas, entre muchos otros factores. Obviamente, cuando las relaciones prevalecientes son los de la dominación y la dependencia, los efectos, en general, son contrarios a los intereses nacionales.
Escenario nacional de la aprobación del Acuerdo
Este Acuerdo fue aprobado por la AN en momentos cruciales para nuestro país. Por una parte, venimos de unas elecciones que fueron utilizadas por las fuerzas de la ultraderecha aupadas por el gobierno estadounidense para activar una insurrección fascistoide. Una gran victoria electoral de las fuerzas bolivarianas se ha convertido en el punto de partida para una nueva arremetida de la contrarrevolución. No obstante, las fuerzas populares y la unión cívico-militar han garantizado la paz de la nación y la estabilidad política, lo cual es de vital importancia para un país interesado en atraer inversiones extranjeras.
En el ámbito internacional se renueva la estrategia de máxima presión para tratar derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro. Los EEUU y las naciones que van a la cola de sus órdenes, arrecian sus ataques políticos y diplomáticos contra Venezuela. No obstante, es en nuestro país donde se van a decidir los conflictos entre las fuerzas políticas, sociales y económicas de la nación. Existe un amplísimo consenso nacional en torno a ese principio fundamental, por lo que más allá del ruido que generan los ataques eternos a través de los grandes medios corporativos y más allá de la violación flagrante del derecho internacional; esas posturas obcecadas no tienen la menor posibilidad de trastornar la tranquilidad del país.
Por su parte, el bloqueo económico yanqui se mantiene casi intacto. Las agresiones económicas siguen ejerciendo toda su fuerza criminal contra la economía nacional. Sin embargo, a diferencia del pasado reciente, este mecanismo de asfixia ya no impide el crecimiento ni la estabilidad de nuestra economía. No cabe dudas que limita su capacidad de desarrollo, pero ya no puede impedir su crecimiento ni la generación de bienestar en la población. Este Acuerdo es parte de la creciente brecha que se abre a la política criminal de los EEUU en medio de los grandes cambios en el planeta.
¿Qué implica el Acuerdo?
Aunque el Acuerdo aplica para ambas naciones, es evidente que la inmensa mayoría de inversiones provendrán de China con destino a Venezuela. El Acuerdo aprobado contiene un conjunto de planteamientos que apuntan a la seguridad jurídica y protección para los inversionistas. Esta es una variable clave para la decisión de invertir fuera del país, junto a la estabilidad política, las riquezas naturales y la coyuntura económica del país de destino, entre otras.
Por una parte, el Acuerdo contempla mecanismos transparentes y aceptables para las partes en la solución de controversias; plantea la posibilidad de expropiación solo en condiciones de interés nacional y con las correspondientes indemnizaciones; establece la necesidad de someterse a los intereses de desarrollo y a las políticas públicas del país receptor; fija los términos de remisión de ganancia y de capitales; subraya el respeto a los estándares nacionales laborales y medioambientales.
Las relaciones China – Venezuela
Acuerdos como éste para el fomento del desarrollo, se pueden suscribir y aplicar en razón de que, por una parte, tenemos un gobierno independiente, que está en capacidad de defender los interese de la nación, que no se subordina a ningún interés extranjero. Es decir, hace valer los intereses de la nación en un momento, cuando en el mundo se desata una competencia, impuesta por las grandes potencias para captar inversiones sobre la base de una cesión de soberanía y en menoscabo de los intereses nacionales de los países subdesarrollados.
Asimismo, se facilita la firma de estos documentos con la presencia de una gran potencia, como China, que está dispuesta a ir a un proceso de cooperación y de negocios con beneficios compartidos de manera equitativa.
Este es un nuevo tipo de relaciones que hemos venido cultivando desde que el comandante Chávez estableció su visión de un mundo multipolar y, en ese marco, desplego relaciones de respeto y amistad a creciente escala con la República Popular China, relaciones éstas que ahora asume con firmeza el presidente Nicolas Maduro.
Precisamente, hace un año se realizó la más reciente visita del presidente Maduro a China, donde se firmaron múltiples acuerdos en las áreas científica, técnica, comercial, financiera, productiva, así como para el desarrollo de las Zonas Económicas Especiales. Este acuerdo de promoción de inversiones le imprimirá dinamismo a todos estos ámbitos de la cooperación bilateral.
Inversiones en el pasado y en el nuevo orden mundial
En el pasado, el desarrollo económico venezolano estuvo signado por la dependencia y la subordinación a los intereses de los EEUU. Esto se plasmó claramente en el flujo de las inversiones a nuestro país. Estas tuvieron al petróleo como destino ampliamente mayoritario. Acá no solo se produjo un saqueo inescrupuloso de los recursos naturales, sino también la deformación estructural de la economía venezolana y la dependencia no solo de los EEUU, sino también del petróleo, sector de importancia estratégica para los planes imperiales estadounidenses. En otras palabras, se desplegaron no solo relaciones de subordinación, sino también de atraso económico.
En ese período se le otorgaron todo tipo de beneficios y privilegios a los inversionistas estadounidense y de otras naciones occidentales, todo ello con grandes sacrificios y costos para el desarrollo. Asimismo, estos factores de poder ejercieron su poder de manera permanente para asegurar que los gobiernos de turno respondieran a sus intereses particulares.
Todo esto implica que las inversiones pueden constituir un motor fundamental del desarrollo de las naciones, pero cuando provienen de potencia imperiales pueden convertirse en un factor del subdesarrollo, que le condiciona su soberanía.
Los estrechísimos vínculos con China, así como con Rusia, Irán, Turquía, entre otras naciones amigas, representan un cambio profundo en las relaciones internacionales de nuestro país. En el marco del nuevo orden mundial, naciones pequeñas y grandes potencias pueden convivir y pueden obtener beneficios de esas relaciones en razón de los principios de respeto a la autodeterminación de los pueblos, la cooperación y las ganancias compartidas equitativamente.
Ya no es la hegemonía ni la dominación ni explotación de los pueblos, sino la posibilidad de desarrollar a todas las naciones sobre el fundamento de la justicia para garantizar un mundo basado en la coexistencia pacífica, indispensable en medio de_- la enorme diversidad culturales, políticas, históricas, raciales y religiosas.
Con el desarrollo de los BRICS se abre un nuevo horizonte para la consolidación de un mundo multipolar. Las relaciones China-Venezuela son una expresión del nuevo mundo, que proyecta los BRICS para el futuro de la humanidad.