La agresión imperial
El intervencionismo y la hegemonía mundial constituyen rasgos fundamentales de la política internacional del imperialismo estadounidense. Durante los últimos 150 años, los EEUU han desarrollado en nuestra región y en todo el planeta una política de anexiones, intervenciones militares, presiones políticas, bloqueos económicos, operaciones encubiertas, que han provocado guerras, derrocamiento de gobiernos democráticos, asesinatos de presidentes, establecimientos de regímenes dictatoriales…
En los actuales momentos, nuestro país y la Revolución Bolivariana constituyen uno de los objetivos fundamentales de las agresiones imperiales. Los ataques extranjeros que sufrimos en la coyuntura actual son la forma exacerbada de la sistemática agresión, a la que hemos sido sometidos. Como nunca antes, se produce una descarada y criminal escalada de los ataques imperiales, que cuentan con el vergonzoso apoyo de fuerzas políticas locales y de gobiernos lacayos de nuestra región y de Europa.
En el campo diplomático, comunicacional y político se produce una arremetida despiadada, se han presentado amenazas descaradas de intervención militar, se ha perpetrado un magnicidio frustrado contra el presidente Nicolás Maduro y se ha establecido el criminal bloqueo financiero y comercial.
Venezuela en la multipolaridad
Con la irrupción de la Revolución Bolivariana y la determinación del comandante Chávez de romper con la subordinación histórica de nuestro país a los intereses de los EEUU, se produce una nueva estrategia internacional orientada por dos puntos fundamentales. Por una parte, está la estrategia que apunta a la unidad latinoamericana y caribeña, como proyecto bolivariano para garantizar la independencia y permitir el desarrollo de nuestras naciones subdesarrolladas y explotadas.
Por otra parte, tenemos la política orientada a la multipolaridad. Esa visión, que es compartida por otras naciones, y nuestras iniciativas concretas de un mundo constituido por múltiples polos de poder, capaces de desplazar la hegemonía unipolar del imperialismo estadounidense después de la desaparición de la Unión Soviética, tienen múltiples manifestaciones, donde Venezuela está presente, proyectada por nuestra fortaleza energética, el prestigio de la Revolución Bolivariana y la figura descollante del comandante Chávez.
En esa línea se inscriben la unidad latinoamericana y caribeña, el estímulo a las relaciones de nuestra región con África en el marco de la integración sur-sur, las relaciones estratégicas con potencias de la dimensión de Rusia y China, entre mucha otras. Precisamente, las relaciones con China han jugado en los días más recientes un papel especialmente importante en la agenda política de la nación.
China y Venezuela
La República Popular China es una potencia global de primera línea. Es la nación más poblada del planeta. El territorio chino representa la mayor factoría del mundo. Constituye la economía más grande -ya desplazó en tamaño a la economía de los EEUU- y más dinámica a nivel mundial. Avanza aceleradamente en el ámbito científico-técnico. Es un centro financiero de primer nivel. Posee armas nucleares y es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU. En pocas palabras, la República Popular China juega un papel esencial en las relaciones políticas y económicas del planeta.
Con la fuerza fundamental que le imprimió el comandante Chávez a las relaciones bilaterales con el gigante chino, desde hace tres lustros se han desarrollado relaciones de creciente importancia en los ámbitos productivo, energético, científico-tecnológico, financiero, político, militar, cultural… Sobre esa base, nuestro país se ha convertido en uno de los principales socios económicos y en el principal aliado político de China en nuestra región.
La importancia de estas relaciones quedó claramente demostrada en la reciente visita del presidente Nicolás Maduro a Beijing. Al menos dos aspectos esenciales para el futuro de nuestro país se desplegaron en dimensiones históricas. En primer lugar, el apoyo categórico de la República Popular China al derecho a la autodeterminación de nuestro pueblo y su condena a la injerencia extranjera en nuestros asuntos internos. Una vez más se manifestó de manera inequívoca el respaldo de China al gobierno democrático encabezado por el presidente Maduro y su política de paz.
En segundo lugar -y a nuestro parecer, lo más relevante-, las relaciones económicas bilaterales experimentaron un ascenso cualitativo. En el marco de la política económica de reactivación productiva de nuestro gobierno, esto es de especial importancia.
Ejemplo de ello es el acuerdo de financiamiento chino para la recuperación de la producción petrolera. El gobierno de Trump ha establecido sanciones contra la producción petrolera y las diferentes formas de financiamiento externo del país, precisamente, para atacar el punto más vulnerable de nuestra actual coyuntura económica: la escasez de divisas. Pues bien, estos acuerdos rompen con el cerco financiero contra la industria petrolera nacional y va a fomentar el incremento de la producción petrolera, de las exportaciones de hidrocarburos y del ingreso de divisas, lo cual es de especial importancia para la recuperación productiva del país.
Los resultados del encuentro al máximo nivel entre la dirigencia china y venezolana es una pésima noticia para Washington y su política golpista. Se trata, asimismo, de otra clara manifestación de que no estamos aislados y un espaldarazo a los esfuerzos de estabilizar la economía para su expansión y para el bienestar popular, primera tarea de la agenda política nacional. Una vez más queda demostrada la importancia de la multipolaridad para el desarrollo independiente de las naciones.