Se evidencia la pérdida de hegemonía norteamericana y el triste papel de la vieja Europa
Ya transcurrió un año desde que Rusia inició la operación para desnazificar Ucrania. En ese trecho, mucha agua ha corrido bajo los puentes. El mundo ya no es el mismo, desde el punto de vista geopolítico. El hegemón pierde esa condición y accionará con todos sus recursos para detener el proceso, o en todo caso, para que ante una nueva configuración, quede en la posición más ventajosa para sus intereses.
Además, nunca lo olvidemos, en Estados Unidos existe un poder en la sombra, los dueños de las corporaciones globales, que usan el aparataje estatal, sobre todo el bélico, para imponer sus intereses y criterios.
La estructura jurídica, comercial, financiera, emergida después de la segunda guerra mundial, que estuvo polarizada durante gran parte del siglo 20 con el surgimiento de la Unión Soviética, se volvió unipolar con la disolución de la URSS.
Estados Unidos logró imponer la visión neoliberal en la política y en la economía. Hubo un gran trabajo cultural, mediático, para ello.
Surgieron «gurús» que hablaban del fin de la historia, que el mundo había llegado a su etapa culminante, de mayor «iluminación», al imponerse la lógica del mercado. Al mercado le dieron una connotación totémica.
Así como se hablaba de la infalibilidad del Papa, se hablaba de la infalibilidad del mercado.
Claro, esa ilusión duro poco, aunque en ese trayecto desgració la vida de millones de seres humanos, de muchos pueblos, cuyas autoridades adoptaron las recetas neoliberales.
Entrando a la segunda década del siglo 21, China y Rusia, que no habían podido hacer mucho ante las invasiones a Afganistán, Irak, Libia; se plantaron con firmeza y bloquearon el desmembramiento de Siria.
La tecnología militar rusa salió airosa respecto a la occidental. A eso debemos sumar el valor del pueblo sirio que impidió a Estados Unidos y la Unión Europea, siempre obsecuentes con Washington, obtener una victoria.
Así las cosas, Rusia triunfó en Crimea en 2014, retomando el estatus que tenía como miembro principal de la Unión Soviética. Putin ya había llamado parásito a Estados Unidos; afirmando que vivían de imprimir billetes verdes sin respaldo real.
Vladimir Putin, que asumió su primer mandato presidencial cuando George W Bush presidía Estados Unidos, tenía buenas relaciones con la Casa Blanca, pero paralelamente establecía acuerdos estratégicos con China. Hoy, luego de la operación en Ucrania, cuando Occidente planeaba secar económicamente a Moscú, la balanza comercial rusa es favorable, su economía está boyante gracias a las compras de hidrocarburos y minerales por parte de China y otros países aliados.
La arrogancia de Occidente, principalmente de Estados Unidos, acercó a Rusia y China. El 22 de febrero, Occidente se escandalizó porque voceros del gobierno chino afirmaron que la relación entre ambos países era muy sólida. «Como una roca», enfatizaron.
Por años, Henry Kissinger, referencia indiscutible de la política exterior norteamericana, se jactaba de haber evitado que China y la Unión Soviética se unieran. Décadas después, sus pupilos, ven como el esfuerzo de Kissinger se evaporó.
No sólo eso, con los años surgieron bloques como el Brics, ente que agrupa a China y Rusia, pero también a otros países emergentes y con relevante importancia geoestratégica como India, Brasil y Sudáfrica.
Al BRICS han solicitado incorporarse otras naciones relevantes como Irán, Arabia Saudita, Argentina. Países que no están dispuestos a seguir tolerando las arbitrariedades de Occidente.
Por cierto, en estos momentos que Occidente pretende escalar en lo mediático el conflicto entre la OTAN y Rusia, este país junto a China y Sudáfrica, efectuaron unos ejercicios militares conjuntos llamados Mosi 2, que culminaron el 27 de febrero. Los tres países forman parte del Brics.
David Feldman, representante de la embajada de Estados Unidos en Sudáfrica, aseveró que su gobierno estaba preocupado por esas maniobras militares.
Lo venimos diciendo en las últimas entregas, el hegemón, sus colaboradores, ven la zona del indo- Pacífico como un escenario vital para sus intereses.
Su Hao, director del Centro de estudios de estrategia y paz de la Academia diplomática de China, señala que para China el océano Índico y África son de vital importancia en el marco de un cinturón, una ruta.
Para Washington, cualquier cooperación entre China y países de esa zona es una amenaza. La Casa Blanca pretende controlar todo el Índico.
«Les ayuda a controlar los movimientos a lo largo de las rutas marítimas del océano Índico. Por lo tanto, EEUU teme que las maniobras conjuntas de la República Popular China y Rusia frente a las costas de Sudáfrica, pongan en peligro su control en el océano Índico», manifestó Su Hao.
En otros tiempos, no hace mucho, ese desafío a la Casa Blanca era impensable. Sudáfrica, además, apoya a Rusia en su operación en Ucrania.
No se sentía en Europa Occidental, desde los tiempos de Charles de Gaulle, un sentimiento de rechazo y necesidad de mayor independencia respecto a Estados Unidos.
Un año después de las operaciones militares en Ucrania, está claro que Europa paga más caro sus alimentos, sus hidrocarburos; que en las calles, en sus casas, en sus negocios; el ciudadano paga muchísimo más por la energía.
Está claro que Washington logró vulnerar los lazos entre Rusia y Alemania, lazos que le daban ventaja competitiva a los germanos al tener energía barata, confiable y permanente. Que las empresas norteamericanas no pueden suplir el abastecimiento que les proporcionaban los rusos.
Está claro que Estados Unidos, creando un clima de tensión, de zozobra, ha logrado venderles más armas a los europeos, los ha hecho más dependientes de sus decisiones. Europa se ha convertido en un apéndice de la Casa Blanca.
Está claro, también, que la llamada unión en la UE, es cada vez más endeble. Que los apoyos efectivos, tangibles, a Ucrania, son cada vez menores.
Occidente, es decir, Estados Unidos y algunos países de Europa, están en evidente minoría en el contexto mundial. Los mandatarios de África, Latinoamérica, Asia, salvo muy puntuales y mediáticas excepciones, no aceptaron chantajes ni manipulaciones de los viejos imperios para que los acompañaran en esta aventura bélica.
Por el contrario, bloques como la OPEP, en la práctica, se negaron a perjudicar a Rusia.
La India, que en estos días será sede de una reunión del G 20, ha pedido que en el cónclave se amplifique el tema de Ucrania. Por cierto, la India es miembro del Brics y hace negocios rentables con Rusia. Por ejemplo, le compra hidrocarburos a Moscú y se los revende a los europeos.
Hay otro detalle, quienes lideran el mercado mundial de fertilizantes, con mucha ventaja, son China y Rusia. Hoy, la guerra ya no sólo se define en los campos de batalla, con más armas y municiones; hoy también, aunque esto ya lo había dicho Sun Tzu, se determina en lo económico, en lo financiero.
Sin fertilizantes para producir alimentos, Occidente la va a pasar peor. Rusia y China han tenido algunas políticas preferenciales en el tema de fertilizantes con países de África, América Latina, Asia. Algunos analistas hablan de la Geopolítica de los Fertilizantes.
Ante esa situación, ya hay quienes apuestan por una pronta negociación. Sólo los halcones en Washington, y los del complejo militar-industrial, pretenden alargar la guerra. El mismo Elon Musk lo ha declarado, sindicando principalmente a Victoria Nuland.
El 24 de febrero, la República Popular de China publicó un documento que podría marcar un derrotero para resolver el conflicto. El mismo hablaba sobre la necesidad de respetar la soberanía de todos los países, que debía abandonarse la mentalidad de la Guerra Fría.
China considera que las hostilidades deben cesar inmediatamente, reanudar las conversaciones de paz, resolver la crisis humanitaria, proteger a la población civil y los prisioneros de guerra.
Advierten que se debe mantener la seguridad de las centrales nucleares, reducir los riesgos estratégicos, facilitar las exportaciones de granos, poner fin a las sanciones unilaterales, mantener estables las cadenas de suministro y promover la reconstrucción posconflicto.
Los planteamientos esbozados por China son bastante razonables, cónsonos con el derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas.
Fue recibido positivamente por líderes de casi todo el mundo, por quienes desean y ven necesaria la resolución del conflicto.
Claro, como era previsible, desde Washington sonó la voz discordante. Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, desestimó la posición de China y culpó a Moscú de agredir a Ucrania, aunque el mundo ya sabe que el conflicto fue planeado desde hace años por laboratorios de ideas al servicio de los halcones.
Es más, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea (CE), dijo, durante la 59 Conferencia de Seguridad de Múnich, que la Unión Europea (UE) y EEUU habían empezado a elaborar sanciones contra Rusia antes que empezará la operación militar en Ucrania.
Otro que se manifestó fue Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, señalando que «China no tiene credibilidad» para hablar sobre el tema.
Es decir, Estados Unidos no quiere la resolución pronta del conflicto, pretende dilatarlo. Europa está en una situación insólita de servilismo frente a la Casa Blanca y se deja arrastrar en esa dirección, aunque Washington prefiera a sus «nuevos mejores amigos» de Aukus (Australia, Reino Unido y Estados Unidos). No olvidemos como Francia fue desairada y perjudicada por la Casa Blanca en la venta de unos submarinos a Australia. Estados Unidos prefirió a otros socios.
No olvidemos cómo Estados Unidos perjudicó y ninguneó a la Unión Europea, en medicinas e insumos, durante la pandemia de Covid-19.
El mundo recuerda cómo China y Rusia fueron los primeros en desarrollar las vacunas y tratamientos. Fueron los primeros en acompañar y apoyar a los países en vías de desarrollo durante la pandemia.
Allí empezó a verse más clara la reconfiguración de un nuevo orden mundial, de los nuevos liderazgos.
Hoy, un año después de la operación en Ucrania, es más evidente el proceso de realineamientos, de pérdida de hegemonía, de cómo Europa queda relegada en el orden mundial.
Se puede afirmar que el conflicto, a tenor de lo expresado por Washington, no se resolverá prontamente. Es probable que Rusia, con el apoyo de los países del Brics y otros emergentes, siga avanzando en sus objetivos; sin prisas.
La guerra ha logrado que se constituya, en la práctica, un nuevo bloque con todos aquellos que no están con la política de la guerra, de la muerte, que Estados Unidos, Occidente, practican.