Por: Federico Ruiz Tirado
El pasado fin de semana se confirmó la noticia (al principio fue un rumor durante la fiebre del sábado por la noche en los bodegones de Barinas y en ciertos establecimientos de expendios de delicatesen y licores, de opositores al gobierno, en Caracas). Víctor Hugo Majano en dos líneas me preguntó si podía confirmarla, pues la decisión de otorgarle pena o presidio domiciliario al señor Alcides Molina, quién en su estado civil anterior fue Alcalde de Pedraza y estaba en cana desde julio por tales y cuales delitos, incluido el de traición a la patria, ya para ese momento era un acontecimiento que anunciaba una parranda con arpa, cuatro y maracas (y seguramente acordeón), al estilo de la legendaria saga de los Buendía.
El síndrome del alcalde Molina
Molina, ahora está arrestado en Caracas. Pero muchos de sus paisanos barineses celebran la medida como un acto de libertad. El hecho de que no pueda salir de Caracas representa simbólica y prácticamente que cualquiera lo puede ver en una pollera de Barinas oyendo a Reinaldo Armas y campaneando unos whiskys rodeado de escoltas y ganaderos con sombreros peloeguamas.
Otros temas «normales»
Esa es la estampa viva imaginada, ya trajinada de una suerte de «normalización» de la corrupción, y éste es el tema, pues el «fenómeno» entendido en el contexto de la modernidad, es un atributo malicioso del estado liberal burgués, dijera Iván Mendoza, antiguo militante de la corriente de Rigoberto Lanz, amigo de mi infancia y de Hugo Chávez.
Un problema de esta civilización y sus parámetros morales, así como lo fue el pecado de la civilización cristiana medieval, la Europa primera de Briceño Guerrero: los ejemplos sobran de aproximaciones a ese «flagelo», como es calificado sociológicamente, como si se tratara de una gripe mal curada o un eufemismo genérico de un mal de época.
El Che decía que en una revolución, si es verdadera, se triunfa o se muere; si no se triunfa ni se muere; se degrada, se pudre. La degradación de un proyecto revolucionario, y de la práctica concreta de su emprendimiento, equivale a la subsunción definitiva a las reglas del juego y los valores burgueses que señalan los clásicos.
¿Y los jóvenes qué?
En esta hora de realce de la juventud del PSUV, por ejemplo, la democracia de mampostería debe ser aniquilada: es una hipocresía institucional, y una apología de la propiedad privada, que los jóvenes revolucionarios anden de pasarela en pasarela. El proyecto se degrada cuando se invierte en la práctica, es decir, cuando deja de subvertir, volviéndose inocuo y asimilando lo que pretendía negar.
El llamado lumpen funcionariado es una expresión necesaria no de la corrupción del estado liberal-burgués en manos de presuntos ñángaras, sino de la degradación de la práctica que, por ende, deja de ser revolucionaria.
El arresto domiciliario del ex-alcalde Molina se produce poco antes del llamado de Jorge Rodríguez a la convocatoria del Referéndum Consultivo sobre el tema del Esequibo: una propuesta para introducir en el país cuestiones específicas sobre la histórica controversia por el territorio venezolano y ampliar y profundizar, democráticamente, la conciencia nacional sobre aspectos que ya están resueltos constitucionalmente dentro y fuera del territorio nacional.
¿Cómo va a ser presentada esta consulta, se pregunta mucha gente atenta al efecto que ha causado en los sectores de la oposición violenta ese acto eleccionario?
No más ayer, mientras transcurría el Mazo Dando, un historiador me pregunta si sería posible indagar en las mayorías la pertinencia de autorizar a otros países aliados de Venezuela a establecer bases militares en la zona, “para defender el Esequibo de las intervenciones, agresiones o presencia imperialista en la zona”.
¿Eso no sería convertir la zona y el país en una zona de guerra?, le acoté, además de la reacción que provocaría, como yo creo que ya la ha provocado, la propuesta del RC.
Esa propuesta podría derivar en una situación delicada, le agregué. El amigo historiador me dejó prácticamente mudo cuando me señaló con una sarcástica indirecta.
Los anaranjados
«Pero, bueno, ¿qué es una raya más para un tigre a estas alturas? El golpe de «los anaranjados» de la corrupción de Pdvsa y otras fechorías no ha sido el peor desde la alborada de Hugo Chávez cuando las andanzas de Cruz Wefer y el Plan Bolívar 2000; y ya nadie habla de eso, me escribió en un guasap terminando el programa de Diosdado.
O es que tú crees que éste señor Molina vestirá un overol de ese color alguna vez en su vida cuando lo liberen, me preguntó sin pelos en la lengua.
Hay que preguntarle al país si eso del arresto domiciliario es una nueva categoría de sociopolítica puesta en la escena de la normalización.