Por: Córdova Zerpa Elio
El crecimiento económico hace referencia al incremento sostenido del producto de una economía. Por lo general, se mide mediante el Producto Interno Bruto (PIB) y el Producto Interno Bruto per cápita. Este tema ha sido de medular importancia para el pensamiento económico durante estos dos últimos siglos.
Existen tres formas de calcularlo: 1) PIB por actividades económicas. 2) PIB por sector institucional. 3) PIB y sus componentes. El seguimiento y análisis en el tiempo de estos indicadores nos permite evaluar y diagnosticar el desempeño de una economía para el período de tiempo observado.
Por mencionar algunos pronósticos, para el desempeño de la economía venezolana de cara al año en curso, el Fondo Monetario Internacional proyecta un crecimiento del 1,5%, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe plantea un 5% y el Banco de Inversión Credit Suisse prevé un 20%. Todos los escenarios vislumbran un desempeño positivo de la economía venezolana.
En este contexto, resulta imprescindible no solo para el análisis —sino también para la lectura idónea del escenario prospectivo— la sistematización y el acceso de forma oportuna a los datos y variables económicas que coadyuven al objeto central de la instrumentación de la política económica: valorar sus alcances y limitaciones en tiempo real, monitoreando su desempeño con la consecuente generación de alertas tempranas —ante escenarios emergentes— en el marco de una planeación estratégica de cara a la consolidación del nuevo modelo de acumulación post-rentista. De tal suerte que la tarea le viene con urgencia a los entes responsables.
El mundo está cambiando a pasos agigantados. El avance de la ciencia y las nuevas tecnologías modifican permanentemente los procesos económicos, sociales, políticos y culturales. Según la Agencia Internacional de Energía (AEI) para el año 2050 el petróleo ocupará la tercera parte de los combustibles generadores de electricidad —sin ánimos de incurrir en posiciones alarmistas— la transición energética está a la vuelta de la esquina.
De tal forma que hay que aprovechar al máximo nuestras reservas de petróleo para apalancar la industrialización del aparato productivo y con ello la diversificación de la economía; tarea impostergable a la que ya asistimos con cierto rezago. Romper definitivamente con el modelo de acumulación rentista y subdesarrollado que ha caracterizado la historia económica de nuestro país es la premisa básica del quehacer político económico nacional.
Pensar en un modelo post-rentista con una economía industrializada dejando por fuera el petróleo es una entelequia. “El futuro es ahora”, la dinámica mundial en constante movimiento en medio de un escenario bélico Rusia-Ucrania plantea una importante oportunidad para Venezuela, dada su condición natural como surtidor de petróleo. De modo que el escenario luce favorable y nos demanda actuar con precisión quirúrgica en aras de capitalizar las condiciones internacionales que proyecten un crecimiento económico con calidad. Crecimiento económico que capitalice toda iniciativa productiva —habida y por haber— componiendo el nuevo entramado económico nacional necesario para elevar el nivel de vida del pueblo venezolano.