El tiempo electoral disloca el debate
Niegan la pertinencia de un acuerdo
En la medida en que se acerca la fecha de las elecciones, algunas controversias se tornan más insensatas y necias. Por ejemplo, los partidos y dirigentes que —supuestamente— están empeñados en rescatar la fe de sus seguidores en el voto, se niegan a firmar un acuerdo entre candidatos para avalar los resultados del 28 de julio y, de esa manera, generan nuevamente escepticismo respecto al acto del sufragio.
Por cierto, esa fe ha sido rota por ellos mismos, por muchos años de sembrar, cultivar y cosechar dudas sobre el Poder Electoral y de propagar denuncias infundadas de fraude. Este año se decidieron a volver a la arena electoral, razón por la cual les convendría mucho hacer gestos que restituyan la confianza de los electores opositores. Pero no. No es eso lo que hacen, sino que se niegan a firmar un acuerdo y, con ello, ratifican la desconfianza de sus propios votantes.
Para justificar la negativa, alegan que no hace falta un acuerdo porque para eso existe una Constitución y varias leyes específicas sobre asuntos electorales.
Tampoco es muy coherente esa defensa del marco jurídico en boca de quienes en pocos años han intentado golpes de Estado, magnicidios, invasiones de mercenarios, ataques paramilitares, disturbios callejeros, paros petroleros, sabotajes eléctricos, guerras económicas, ataques al bolívar; y han solicitado bloqueos, medidas coercitivas unilaterales y hasta intervenciones militares de gobiernos extranjeros, es decir, que han apelado a todas las vías inconstitucionales e ilegales que han podido imaginar ellos mismos y sus jefes del norte.
Cantar fraude anticipado
No es sorprendente ni casual que quienes se negaron a firmar el acuerdo sean los mismos que ya comenzaron una de sus campañas multimodales para cantar fraude semanas antes de las elecciones, repitiendo su letanía de denuncias irresponsables y temerarias.
Luce como una señal inequívoca de que los numeritos no les están dando buenas noticias. Parece evidente que la candidatura bifronte de la llamada Plataforma de la Unidad no tiene —más allá de la propaganda autocomplaciente— el potencial necesario para disputarle el triunfo al presidente Maduro y es por eso que prevén volver a su ya gastado libreto de no reconocer los resultados, cantar fraude, generar violencia y continuar con la ficción de las autoridades paralelas
Enturbiar todo lo que haga el CNE
Los factores extremistas de la oposición se proponen empantanar tanto como sea posible el proceso electoral y enrarecer el clima de las semanas finales. En esa onda se ubican las alharacas en torno a la normativa sobre testigos electorales.
Una disposición de sentido común, que procura facilitar la labor de los testigos y garantizar su derecho al voto, ha sido presentada como una arbitrariedad en perjuicio de la oposición. La idea es que las personas que vayan a actuar como testigos, lo hagan en una mesa del mismo centro electoral donde les corresponda votar. Se quiere evitar que el testigo deba ausentarse largo rato de la mesa en la que esté cumpliendo esa función, lo que ocurriría si tuviera que ir a sufragar en otro centro electoral. No hay irregularidad en esa norma, pero quienes buscan alborotar el avispero están prestos a agarrarse hasta de un clavo ardiendo.
La encuesta que se autopublicó
Si hablamos de síntomas que anticipan una nueva derrota opositora, uno de ellos es el manejo mediático de los sondeos electorales. Se han publicado muchas encuestas, emitidas por desconocidas o desprestigiadas empresas del ramo, en las que se dibujan clamorosas victorias para el candidato-tapa, Edmundo González Urrutia.
Pero, incluso en la órbita de la maquinaria mediática hegemónica, se han filtrado resultados de mediciones que reflejan una realidad muy distinta. Un destacado encuestador, de conocida postura opositora, como es el caso de Luis Vicente León, se atrevió a exponer sus apreciaciones sobre el posible desenlace del 28-J y, como no resultó concordante con la línea triunfalista, los propios dirigentes y analistas de este segmento de la derecha se dedicaron a despedazarlo públicamente.
Otro episodio muy significativo fue el protagonizado por los directivos de la cadena televisiva Univisión, que transmite en castellano desde Estados Unidos. En ese medio –rabiosamente antichavista— se publicó un trabajo periodístico que reseñaba una encuesta en la que el presidente Maduro aparece en ascenso, mientras el abanderado de la PU luce estancado. De inmediato se desataron los demonios contra Univisión, y a sus jefes no se les ocurrió ninguna excusa mejor que atribuir la publicación a una persona no autorizada. Pretenden vender la tesis de que alguien desconocido logró eludir los controles que existen en todos los medios de comunicación, en especial cuando se trata de temas “sensibles”. En el caso de la prensa estadounidense, todo lo referido a Venezuela se analiza con lupa y microscopio antes de difundirse.
El bloque integrado por el imperio, sus satélites y lacayos está dejando muy en claro que hay una historia oficial ya escrita sobre las presidenciales venezolanas. El que se salga del guion, por la razón que sea, lo va a pagar caro. Así es como funciona el periodismo libre al estilo gringo.