La fiera herida da peligrosos zarpazos
Otra vez intentan incendiar a Cuba
65 años después del triunfo de la Revolución Cubana, luego de seis décadas de bloqueo criminal, Estados Unidos sigue en su empeño de incendiar a Cuba y para ello propicia e intenta sacar provecho de cualquier protesta que se lleve a cabo en el país antillano, presentándola mundialmente como el inicio de una insurrección contra el socialismo.
No se cansan de repetir el guion tantísimas veces fracasado. En los últimos días, a raíz de reclamos de los pobladores de Santiago de Cuba por problemas eléctricos, Estados Unidos y sus secuaces políticos y mediáticos montaron un show según el cual era inminente la caída de Miguel Díaz-Canel y el retorno de la “gusanera” de Miami y sus alrededores.
Como suele ocurrir, se trata de actos de absoluto cinismo, pues las dificultades que confronta la isla para atender las legítimas demandas de la población derivan del bloqueo que nunca le ha permitido a Cuba desarrollar plenamente su economía.
Adicionalmente, desde que se restablecieron las relaciones bilaterales, la embajada de Estados Unidos ha tomado el rol que las legaciones diplomáticas del país imperial tienen prácticamente en todo el mundo: la más descarada injerencia en asuntos internos.
Aprovechando la apertura tecnológica de los últimos años se ha incrementado la acción de los factores contrarrevolucionarios dentro de Cuba, sostenidos por la embajada. Son esos personajes y grupos, claramente minoritarios, los que se apoyan en cualquier acción de protesta para tratar de crear una tormenta en un vaso de agua.
Comando Sur y CIA dando vueltas por el vecindario
Como en el tema Tiburón, Estados Unidos anda merodeando por toda la región latinoamericana con el obvio propósito de intervenir en asuntos internos de los diversos países y forjar nuevas alianzas contra las naciones no sumisas a los mandatos imperiales.
En lo que parece ser una estrategia de ataque desde posiciones no diplomáticas, Washington ha mandado de gira al director de la Agencia Central de Inteligencia, William Burns y ha mantenido la constante presencia declarativa de la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur, caracterizada por sus intromisiones constantes en los asuntos internos de las naciones del hemisferio.
Burns estuvo en Argentina, reuniéndose con Javier Milei, en teoría para hablar de alianzas estratégicas, un clásico eufemismo gringo para no decir que fue a ratificar la absoluta sumisión del nuevo presidente del país sureño a las líneas de política exterior que dicte Washington.
Posteriormente, el jefe de la CIA visitó Guyana y se reunió con el presidente de ese país, Irfaan Ali, en lo que Venezuela interpretó como una nueva provocación en el contexto de la controversia que Caracas mantiene con Georgetown por el territorio de la Guayana Esequiba.
Aunque Burns es un diplomático de larga carrera, su posición actual no es de esa naturaleza, ya que dirige el organismo que, como bien lo dijo uno de sus anteriores jefes, Mike Pompeo, se dedica principalmente a mentir, engañar y robar, a lo que hay que agregar la ejecución de asesinatos, magnicidios, golpes de Estado y atentados de todo tipo.
El hecho de que Burns y la oficial militar Richardson estén llevando las relaciones con países de América Latina, habla del enfoque de la política exterior de Estados Unidos hacia el que consideran, desde siempre, su patio trasero; pero en el que han perdido influencia frente a Rusia y China.
Petro en la mira
Mientras tanto, la operación contra el presidente colombiano Gustavo Petro ha continuado, con el respaldo de la terrible maquinaria mediática colombiana.
Los ataques se centran ahora en rechazar la propuesta de Petro de convocar una Asamblea Nacional Constituyente, una idea que desató de inmediato las reacciones airadas de la oligarquía y de la derecha colombiana.
Como es ya costumbre, el planteamiento fue descalificado mediante la comparación con el proceso político venezolano.
Estados Unidos, para variar, se suma a los esfuerzos de esos dos sectores (oligarquía y derecha política) para crear el peor clima posible respecto al gobierno de Petro. Así, el Congreso de Estados Unidos acaba de reducir la ayuda a Colombia, condicionándola a que Petro demuestre que sus políticas están alineadas con los intereses de Washington. Más claro, imposible.
Hipócritamente, la élite estadounidense reclama más compromiso en la lucha antidrogas, cuando las agencias de seguridad del país del norte saben muy bien que desde la llegada al poder de Petro se han reducido notoriamente los envíos exitosos de cargamentos de estupefacientes a Estados Unidos.
Contra Venezuela, cada minuto
Por supuesto que en un contexto como este, casi todas las acciones directas e indirectas, abiertas o encubiertas de Estados Unidos en la región apuntan contra Venezuela. Y más en este año electoral presidencial.
El “metichismo” gringo llega a niveles siderales, al punto de que senadores y representantes exigen que se revoque una decisión del Tribunal Supremo de Justicia que ratificó la inhabilitación de la líder opositora favorita de esos parlamentarios; al tiempo que el propio Departamento de Estado se preocupa por los procesos judiciales abiertos a personas que estaban participando en acciones insurreccionales y planes de magnicidio.
El Congreso, fuertemente influido por los lobbies antivenezolanos, está proponiendo que se restablezcan las pocas medidas coercitivas unilaterales que han sido aliviadas y que se refieren básicamente a empresas petroleras estadounidenses que operan en Venezuela.
Washington sabe que sus aliados locales carecen de la unidad y la fuerza electoral para derrotar a Nicolás Maduro y por eso claman por intentar de nuevo con medidas que ya fracasaron.
Es un tiempo particularmente peligroso para Venezuela y para toda la región porque la fiera imperial herida puede lanzar en esas condiciones sus más violentos zarpazos.