Recuento de una historia esperpéntica
Autoproclamación en plaza de Caracas
Esta historia comienza cuando un diputado desconocido, gracias a una serie de golpes de suerte, asciende a la presidencia de la Asamblea Nacional en enero de 2019; y a los pocos días se autoproclama presidente encargado de la República, en un acto realizado en una plaza de Caracas.
Se cumplía así el comienzo de un nuevo guion imperial, basado en un profundo desprecio al pueblo venezolano, a la soberanía, a la historia y a la misma democracia liberal que dicen defender las élites estadounidenses y europeas.
Los impulsores de este plan estaban convencidos de que en cuestión de días, a lo sumo de semanas, el títere casi anónimo estaría despachando desde Miraflores e imponiendo las recetas de gobierno que le dictara Washington y borrando del mapa todo vestigio de socialismo y bolivarianismo.
Como tantas otras veces (antes y después) subestimaron al pueblo y al gobierno de Venezuela; lo que quedó más que demostrado el 23 de febrero, cuando intentaron en vano invadir el país con el subterfugio de traer ayuda humanitaria.
El autoproclamado recibió todo el respaldo de Estados Unidos, de los gobiernos de la derecha latinoamericana; (empezando por el del subpresidente uribista, Iván Duque,) de los famosos faranduleros que dieron un concierto en Cúcuta, y hasta de bandas narcoparamilitares como Los Rastrojos. Pero ni así pudieron.
Autogolpe con guacal de plátanos
Apenas unas semanas después de fracasar en la Batalla de los Puentes (23/02/2019), y luego de sumar otro fracaso con el sabotaje eléctrico (07/03/2019), el imperio decidió que era hora de que el presidente pelele se diera un autogolpe.
El propósito de ese lance era sustituirlo por su jefe, Leopoldo López, bajo la premisa de que este tendría el liderazgo necesario para movilizar a las masas y derrocar al gobierno constitucional. Así fue como amanecimos de golpe o, mejor dicho, de plátano porque la “acción militar” realizada en las afueras de la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda ─La Carlota─ (30/04/2019) quedó signada por un guacal de estos bananos, aun verdes, cuya presencia en el lugar sigue siendo un jocoso misterio.
De haber triunfado esta rara asonada, es de suponer que López, en su condición de capo, habría asumido el poder en lugar de la marioneta autoproclamada. Pero, una vez más, fallaron sus cálculos y los cabecillas (o cabezotas) terminaron corriendo hacia las embajadas.
Autodestrucción con contrato y todo
Pasaba el tiempo, y el fantoche seguía sin despegar. Solo mostraba grandes cualidades para apropiarse de dineros públicos, tal como empezaron a denunciarlo tempranamente algunos de sus subalternos obligados. Cobraba fuerza la tesis de que si el experimento de imponer un gobierno fake no había cristalizado en los primeros meses, ya no lo haría nunca.
Promediaba 2020, en plena pandemia, cuando los manejadores del monigote se lanzaron con otra movida de todo o nada: armaron un grupo para asaltar el país e imponer el devaluado gobierno interino a sangre y fuego. Reunieron desertores y mercenarios, bajo la conducción de una empresa “contratista” de Estados Unidos y lanzaron su “expedición libertadora”, desde la Colombia narcoparaca de Uribe y Duque.
Fue otro tremendo fracaso para la ultraderecha pirómana que aceleró el rumbo a la autodestrucción del capital político que el muñeco de ventrílocuo pudo haber acumulado entre las muchedumbres opositoras huérfanas. Quedó claro que firmó un contrato para que esas fuerzas extranjeras de asesinos a sueldo vinieran a matar gente y a propiciar una guerra civil. La gente seria y pacífica de ese sector político se desligó de semejante proyecto criminal.
Paralelamente siguieron apareciendo las pruebas de los gigantescos guisos del supuesto presidente interino con los recursos robados a la República por los gobiernos y las corporaciones de Estados Unidos, varios países de Europa, Colombia y otras naciones.
Con menos de dos años de figuración pública, el autojuramentado estaba ya perfilado como impulsor de la violencia interna, líder inepto y, sobre todo, muy ladrón.
Autoexilio y autoinvitación
Washington siguió dándole alas al sujeto; a pesar de que el gran mentor del fallido plan, Donald Trump, salió de la Casa Blanca en ese momento por la puerta de atrás. El gobierno del senil Joe Biden intentó no cambiar demasiado el statu quo; pero ya para finales de 2022, le cortó el cable al interinato.
Ya sin el apoyo imperial, el personajillo optó por anunciar, con gran pompa, su participación en las elecciones primarias opositoras, bajo el supuesto de que los votantes le darían un gran respaldo, en agradecimiento a los servicios prestados entre 2019 y 2022.
Tras unas semanas ponderando el clima electoral interno de las oposiciones, parece haberse convencido de que, dicho de manera muy coloquial, no tiene vida en esa carrera.
En vista del fracaso que, para alguien que acumuló tanto poder; (el del imperio, sus satélites y lacayos, la mediática mundial y las clases dominantes nacionales) supondría ser derrotado en unos comicios internos; el payaso despedido del circo ha tratado de imponer la especie de que el gobierno iba a privarlo de libertad, algo que ─dicho sea de paso─ amplios sectores piden a gritos.
Nadie se dio por enterado de esa supuesta decisión de llevarlo a prisión. Él siguió, como desde el principio ha estado, en libertad plena. Entonces, a algún asesor se le ha ocurrido la genial idea de que el autoproclamado, autoderrocado y autodestruido; se declare autoexiliado, como ya antes lo hicieron tantos de sus compinches. Así se ha ido del país, supuestamente sudando la gota gorda, caminando a través de la frontera. Y para completar, se autoinvitó a la conferencia sobre Venezuela convocada por el presidente colombiano Gustavo Petro.
Veremos cuál será su próxima autojugada.