En año electoral, todos quieren hablar de Venezuela
Las ONG manipulan… y la ONU también
El poder imperial, sus satélites y lacayos (y hasta algunos “amigos”) siempre quieren poner a Venezuela en el ojo del huracán. Pero la obsesión aumenta en los tiempos de toma de decisiones, como es este año electoral 2024. Veamos:
Acontecimientos como la detención de la abogada Rocío San Miguel ponen en evidencia que el sistema internacional de protección de los derechos humanos está profundamente corrompido, tanto en el ámbito de la diplomacia como en el de las mal llamadas organizaciones no gubernamentales (ONG).
Y una de las causas de esta terrible aberración es, justamente, el hecho de que las ONG no son, en absoluto, independientes de las fuerzas gubernamentales. Por el contrario, son financiadas por los gobiernos del norte global y utilizadas como arietes contra los países insumisos, sobre todo aquellos dirigidos por líderes y partidos de izquierda o con algún grado de preocupación por lo social.
En este último caso, vimos cómo las ONG, tanto “nacionales” (es un decir) como las globales, salieron a defender a San Miguel de una supuesta desaparición forzada, en una actitud muy lejana del rigor que debe caracterizar a unos entes que supuestamente están especializados en el tratamiento de este tipo de casos.
Y, por si esa postura militante de las ONG no fuera suficiente, también la Oficina de Naciones Unidas encargada del tema en Venezuela se sumó a la descocada campaña, que además emplaza a las autoridades venezolanas a liberar a una persona aprehendida legalmente “de inmediato y sin condiciones”.
La crisis del sistema de derechos humanos se acentúa porque este tipo de respuesta inmediata contrasta vergonzosamente con la abulia que caracteriza tanto a las ONG como a los organismos de la ONU para detener el genocidio en Gaza. Es obvio que se trata de un tinglado montado para atacar a ciertos gobiernos y para amparar a los que pagan la nómina, tanto de los grupos privados como de los dependientes de la ONU y, a los “gobiernos amigos” de los dueños del circo. Patético.
Éramos muchos y parió el abuelo Pepe
La frase “éramos muchos y parió la abuela” es muy gráfica para ilustrar las situaciones en las que, cuando ya se creía haber visto todo, surge alguna nueva sorpresa. Y esto es lo que ha ocurrido con una reciente declaración del expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, en la que calificó al gobierno venezolano de “autoritario”.
Mujica, quien formó parte de la ola de gobiernos progresistas de la primera década del siglo XXI, es un viejo roble de la izquierda suramericana, con un pasado heroico que incluyó la incursión en la insurrección armada con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. De una persona que luchó contra una de las sanguinarias dictaduras militares del Cono Sur, cabría esperar una posición menos trivial sobre el asunto del autoritarismo. Pero Don Pepe se sumó, para beneplácito de la más recalcitrante derecha latinoamericana y, sobre todo, mayamera, a las matrices de opinión de los nefastos expresidentes del fenecido Grupo de Lima y de su antiguo delfín, Luis Almagro, en mala hora promovido por él como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Desdichadamente, la postura de Mujica es la típica de muchos veteranos de la lucha antiimperialista y antioligárquica de Nuestra América, quienes luego de haber sido los más irreductibles luchadores, terminan haciéndole carantoñas a las fuerzas reaccionarias, ignorando el contexto en el que se ha desarrollado la resistencia venezolana a una de las más feroces campañas de cambio de régimen que se hayan desplegado en muchos años por estos lados.
Parió Pepe y, por supuesto, dada la avanzada edad del padre-abuelo, la criatura nació bastante contrahecha.
Se robaron el avión
Para quienes crean todavía en que Estados Unidos es el paradigma del derecho y el respeto a la ley, cada día surgen muestras de que, por lo contrario, es un Estado forajido que pisotea las reglas internacionales cada vez que le viene en gana.
La semana pasada, el gobierno gringo envió a sus operarios a Argentina, quienes se apropiaron indebidamente del avión propiedad de la empresa Emtrasur, filial de la línea bandera venezolana Conviasa, un Boeing 747 de carga, y llevaron la aeronave a Miami, con la venia del gobierno del “anarcocapitalista” Javier Milei, quien heredó el caso del ambiguo e irresoluto Alberto Fernández.
Fue un vulgar robo, cometido ante la vista del mundo entero, impunemente, con un desparpajo total, en ejercicio de una condición imperial que ya está muy mermada, pero que sigue siendo suficiente en un sistema internacional que aún no logra transformarse.
Juan González: el ultimátum que se devolvió
En su afán de demostrar que Estados Unidos sigue siendo policía, juez y verdugo internacional, la élite de ese país se la pasa amenazando y dando plazos para que se cumplan sus órdenes. A Venezuela le han aplicado casi mil medidas coercitivas unilaterales y le han puesto unos cuantos ultimátums.
El más reciente está en cuenta regresiva. Se supone que si de aquí a abril, el Tribunal Supremo de Justicia no cambia su decisión de mantener inhabilitada a la ultraderechista María Corina Machado, nos van a volver a aplicar el ácido.
Pero este ha sido un proceso largo, de modo que varios de los presidentes, secretarios de Estado, subsecretarios, enviados especiales, embajadores, seudoembajadores y voceros; han visto expirar su cuarto de hora sin que se lleguen a cumplir las amenazas proferidas contra el país de Bolívar.
El caso más reciente es el del colombo-estadounidense Juan González, catalogado como el principal asesor de Joe Biden para el hemisferio occidental, quien ha sido destituido de su cargo. Las razones de este repentino cambio sólo las conocen a ciencia cierta los protagonistas, pero un dato público es una declaración de González en horas previas al anuncio de su salida: dijo que a Estados Unidos lo que le interesa es el proceso electoral, no el candidato.
Sea por lo que haya sido, otra señal que puede observarse en este movimiento es el sustituto de González. Se trata de Daniel Erikson, un funcionario que no viene del Departamento de Estado (Cancillería) sino del Departamento de Defensa y que ha tenido protagonismo en la injerencia de Washington en el conflicto de Venezuela con Guyana. Ya lo veremos dando sus propios ultimátums.