Por: Asia villegas.- Cuando me pidieron estas líneas, me propuse vernos, como mujeres, en los proyectos de República de Bolívar y Chávez, y no en una búsqueda incesante de frases que sirvan de excusa, para sacar hilos de feminismo en sus discursos. Enfoqué el pensamiento en la misma lucha por la igualdad que han librado nuestras libertadoras y en la que actualmente estamos, las más desiguales de la Humanidad: las mujeres.
Bolívar implora por la libertad de las y los esclavizados, en nombre de su vida y la de la República. Suplica a los legisladores conceder un gobierno eminentemente popular, justo y moral. “Un gobierno que haga triunfar bajo el imperio de las leyes inexorables, la igualdad y la libertad”.
¿Cómo suponer la Refundación de la República, planteada por Chávez, sin ciudadanía de iguales? Se trata de la misma lucha inacabada por la Igualdad…
Es decir, de las mujeres en las insurrecciones anti feudales y antimonárquicas a las insurrecciones antiimperialistas del 4 de febrero.
Entre la Gesta de la Independencia y la fundación de la República, hubo la inequívoca participación de numerosas mujeres que se incorporaron y protagonizaron para lograr el anhelado sueño de Libertad e Igualdad. Invisibilizadas en los relatos históricos y en su propia lucha por la ciudadanía y emancipación, en el marco de la actuación en la gesta libertadora y compartiendo las ideas independentistas.
Ya en el Discurso de Angostura aborda Simón Bolívar los temas sustantivos de la Igualdad y la Libertad, y nos dibuja el modelo de gobierno revolucionario, que se ocupa de la vida y felicidad de la gente. Intensamente llama Bolívar la atención sobre el tema de la igualdad racial y la diversidad.
María Valdivieso, investigadora latinoamericana, hace referencia a dos discursos de Bolívar que dan cuenta de la participación de las mujeres. En 1819, expresa:
“A la mujer nuestros antepasados la consideraban inferior al hombre, y nosotros la consideramos nuestra igual. Unos y otros estamos grandemente equivocados, porque la mujer nos es muy superior, Dios la ha dotado de gran perspicacia y sensibilidad, y ha puesto en su corazón fibras delicadísimas, cuerdas muy sensibles a todo lo noble y elevado”.
A un año del Congreso de Angostura, en el Cuartel General del pueblo colombiano de El Socorro, 24 de febrero de 1820, Bolívar ratifica el predominio de las heroínas: “Un pueblo que ha producido mujeres varoniles, ninguna potestad humana es capaz de subyugarlo”
Estos discursos quedan como evidencia histórica de un propósito incuestionable de promover las luchas por la Independencia, Igualdad y justicia social, sin obviar el rol patriota de las mujeres.
Con esa carga de innumerables batallas históricas del pueblo por su libertad e independencia definitiva, aparece, en febrero de 1992, un actor determinante: Hugo Chávez Frías, quien dibuja la lucha inacabada de Bolívar en un documento fundacional de su proyecto, el Libro Azul.
La Constitución, parida a partir de la mayor convocatoria de la historia patria a un proceso constituyente popular, daría al traste con anteriores leyes. A partir de ese hito histórico, las mujeres invaden espacios insospechados y arrollan con sus agendas e históricas banderas de lucha, visibilizándose en el verbo inclusivo y no sexista y apoderándose de cada derecho negado para instalarse en las calles, de lo privado a lo público, de donde no serán desalojadas nunca más. Aun con el peso de lo doméstico, legado del rol asignado, asaltan y ocupan todos los ámbitos para la transformación profunda de la sociedad.
Hoy, quedan vestigios de los viejos andamiajes jurídicos que deben ser definitivamente demolidos. De allí la vigencia del Libro Azul, donde Chávez sentencia con la frase de José Martí: «Bolívar tiene qué hacer en América todavía”.
La democracia popular bolivariana irrumpe con el ideal de las mujeres de alcanzar el protagonismo en la toma de decisiones….
Transitamos este andar, complejo y difícil, pero, diría Chávez, valió la pena, incluso el dolor.
Anotadas todas las mujeres bolivarianas en el sueño patrio de la libertad y la soberanía, sin negociar nuestra propia emancipación.