Hay evidencias claras de un plan extremista que se encuentra en todo sentido alejado de la democracia, y que simplemente la utiliza como medio para tratar de entronizar nuevas maniobras, como las que ya han realizado en el pasado reciente
La Quinta República asiste a su 31ª elección en 25 años de proceso político revolucionario; teniendo que hacer frente a tres elementos concretos que se erigen como amenazas al sistema político venezolano.
Por un lado, una férrea agresión internacional a su cuerpo económico y social, por la cual hemos tenido que resistir todo tipo de ataques en una fase abierta y salvaje, desarrollada en los últimos once años para cambiar por vías violentas el régimen político de Venezuela, acciones que aún hoy muchas de ellas permanecen vigentes; y otras con amenazas de reimposición.
En segundo lugar, la ejecución de todo tipo de maniobras para alterar la paz y el buen desarrollo del proceso político venezolano en general, y de la elección presidencial en particular, con hasta ocho conspiraciones que han sido develadas y aplacadas por la estructura de inteligencia del Estado; todas ellas tendentes a generar violencia en el país y atentar directamente en contra del presidente de la República, Nicolás Maduro Moros.
En tercer término, un contexto global donde la anomia y la pugna entre dos polos de poder cada vez más claros e identificados sigue su avance, con hitos que también posicionan a Venezuela como un actor de relevancia, directo e indirecto, nada más por poseer la primera reserva de petróleo del mundo, con todo lo que ello dispone para garantizar equilibrios en el mercado energético mundial y especialmente para el hemisferio occidental.
Todos estos elementos conjugados configuran retos y amenazas a la democracia en la República Bolivariana de Venezuela, que ha tenido por supuesto que blindar todas sus capacidades para evitar la imposición de nuevas maniobras de violencia y alteración de la paz nacional.
Uno de esos antídotos pasó por la inscripción de hasta 12 candidatos, en la que resalta la presencia masiva del chavismo en las calles de Caracas para ratificar su apoyo al Presidente de la República y líder de la Revolución Bolivariana, Nicolás Maduro Moros, quien fue postulado como el candidato de las fuerzas revolucionarias y de la patria para la elección presidencial del venidero 28 de julio, luego de más de 317mil asambleas de la estructura de base del Partido Socialista Unido de Venezuela PSUV, quienes le reiteraron su respaldo para continuar dirigiendo los destinos del país al frente de la primera magistratura del Estado.
El hecho de este 25 de marzo, cierra un proceso de postulaciones para el cargo de Presidente de la República que dota al país de la estabilidad necesaria para seguir transitando un cronograma electoral completo y no exento de amenazas como las que hemos esbozado arriba.
De hecho, durante esta movilización del chavismo en Caracas, fueron capturadas tres personas que procuraban atentar contra la vida del presidente de la República, como lamentable contexto que tenemos que seguir derrotando con mucha fuerza, racionalidad, inteligencia y con la Constitución Naccional en la mano.
Son evidencias claras de un plan extremista que se encuentra en todo sentido alejado de la democracia, y que simplemente la utiliza como medio para tratar de entronizar nuevas maniobras, como las que ya han realizado en el pasado reciente; tratando de destruir la paz que tanto sacrificio nos ha costado a millones de venezolanos y venezolanas, una paz relativa y con dificultades por saldar; pero que al ver el contexto mundo debemos valorar con mucho sentido común.
La revelación y aplacamiento de estas conspiraciones no debe hacernos bajar los brazos, ya que la esperanza futura del extremismo opositor fija sus miras en una eventual victoria de Donald Trump en la elección de EEUU en noviembre próximo, y con ello la posibilidad de rehacer el expediente de la intervención militar hacia Venezuela como algo que puede ser víable a través de una nueva cabeza del extremismo.
Como vemos, nada de eso tiene que ver con el proceso político venezolano, ni mucho menos con el proceso de sucesivas elecciones que arrancamos con la de carácter presidencial del 28 de julio, teniendo en cuenta la negación absoluta de estos sectores de la democracia y los contenidos de la Constitución Nacional, así como del chavismo como comunidad política que se les ha convertido en un objetivo a destruir de forma existencial.
Todo esto incluye, por supuesto, bambolear en un posible llamado a la abstención que en la realidad venezolana actual viene perdiendo terreno como fórmula política, cosa que se muestra claramente con la presencia de hasta 11 candidatos de las diversas oposiciones quienes ya a estas alturas se niegan al abstencionismo y despachan maniobras insurreccionales como vías para la expresión política.
El reto que tenemos desde Venezuela, una vez concluída la fase de postulaciones al cargo de la Presidencia de la República, es mantenernos alertas y lo suficientemente movilizados para evitar que cualquier factor, o factores en contubernio, pretenda poner obstáculos al buen desarrollo del proceso electoral; tratando con ello de justificar la entronización de una «salida III» o un «interinato II» bajo el amparo de figuras espurias y caducas que pretenden mantenerse vivas en medio de exilios dorados, sufragados con los dineros de la Nación venezolana.
En la misma medida que avance el tiempo también debe hacerlo el accionar nacional para cuidar la democracia y el proceso electoral, con el uso eficiente y oportuno de la Constitución Nacional y la ley, lo cual resalta en la creación de la Alta Comisión de Estado contra el Fascismo y el Neofascismo, así como el impulso de un proyecto de ley con la vista puesta en evitar la reedición de este tipo de expresiones, como ya las vivió el país en varios episodios de insurrección opositora ejecutados en 2014 y 2017.
Son acciones esenciales en un contexto de latentes amenazas, que incluyen un sector de las oposiciones básicamente irresponsable, al punto de fabricarse toda una novela para escudar su propia incapacidad política durante el proceso de postulaciones de candidatos a la Presidencia, y justificando posibles pasos ya dados para causar más daño al pueblo de Venezuela; buscando con ello reposicionar el papel injerencista del imperio estadounidense y sus aliados, con nuevas tramas que hagan recordarnos aquel famoso escrito de Marx donde afirma: «La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa».