Luis Delgado Arria
Acometer la magna labor de descolonizar la revolución de un país como Venezuela, por siglos explotado e infiltrado y recientemente víctima de un asedio imperial occidental de espectro completo; entraña una tarea ciclópea.
Revisar a grandes pinceladas algunos de nuestros principales desafíos pendientes y en curso constituye el sentido de estas líneas.
Responsabilidad histórica
La magnitud de la responsabilidad histórica que tenemos por delante no puede ser acometida sino crítica y acomunadamente, como prescribía nuestro padre Libertador Simón Bolívar. Esto es, desde una nueva lógica sentipensante y valerosa, sin complejos ante el pensamiento o el poder económico, mediático, diplomático o militar occidental, como la que ejemplarmente nos enseñaron nuestros padres libertadores y madres libertadoras, entre otros, Guaicaipuro, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Luisa Cáceres de Arismendi, Manuela Sáenz, Simón Rodríguez, Andrés Bello, Ezequiel Zamora y tantos otros y otras. Cuando el cacique Guaicaipuro (1530-1568) elige dejarse quemar vivo dentro de su hogar/ cuartel general de operaciones, antes que capitular o entregarse al yugo de los conquistadores españoles, lo hace porque concluye que la guerra colonial es a muerte, es civilizatoria y no tiene vuelta atrás.
Y análogamente, cuando Bolívar elige el espinoso camino de suscribir el decreto de guerra a muerte y fundar luego la mancomunidad de naciones de la América Meridional bautizada por él como Colombia, para intentar neutralizar la previsible contraofensiva imperialista de Norteamérica, es porque entiende que toda revolución que se queda a mitad de camino de su liberación social, política y geopolítica termina cavando su propia tumba. Y cuando Chávez, ya muy enfermo prefiere morir con las botas puestas antes que desprenderse de la responsabilidad de la comandancia de la revolución, y ya grave nos ruega en su mensaje final a profundizar la comuna como creación heroica para escabullirnos de lo que es el laberinto del capitalismo financiero en su fase de metástasis, lo hace porque concluye que el despliegue de la praxis comunal es la única lógica de trinchera desde la cual es posible parir creativamente los nuevos modos y medios de resistencia geopolítica, política, comunitaria, militar/ popular, económica, cultural, epistémica, teórica y espiritual.
Rompiendo fetiches
No tenemos otro camino que comenzar a romper con todos los fetiches de la sociedad capitalista burguesa, y con todas sus formas de reproducción socio metabólicas, genocidas, suicidas y ecocidas consubstanciales a la modernidad occidental.
Desfetichizar el mundo invertido y deshumanizante de las mercancías, del dinero, del interés, del capital, de las ideas de progreso ilimitado, del tiempo lineal y vaciado de historia, de la religión como subterfugio para eternizar la dominación, la explotación y la humillación, y de los centros de producción y socialización del saber como meros sucursaleros epistémicos de Occidente; todas estas constituyen agendas ineludibles.
La buena noticia (y pésima para las personificaciones del capital occidental) es que en Venezuela venimos asumiendo este complejísimo proceso desfetichizador con muy poco ruido pero con no pocas nueces.
El insólito hecho de que el asedio y el bloqueo imperial de espectro completo nos haya privado de gran parte de los bienes de marca que hemos consumido por décadas, del normal acceso al crédito y uso de nuestra moneda, del nivel histórico de nuestro consumo per cápita, del acceso a nuestros ahorros y bienes en el exterior, de la capacidad para exportar petróleo e intercambiarlo por otros bienes, de comprar medicinas, equipos y repuestos en el exterior; ha sido a todas luces en extremo traumático y hasta genocida. Pero, por otro lado, dialécticamente, ello mismo ha forzado el inicio de nuestra transición histórica como comunidad nacional a nuevas formas de alianza internacional y novedosas formas de producción endógena y consumo en los ámbitos personal, familiar, comunal, empresarial y estatal.
Formas, hay que decirlo, generalmente mucho más comedidas y ecológicamente sustentables. Una sociedad como la nuestra, por décadas mal acostumbrada a dilapidar comida, gasolina, electricidad, medicamentos, tecnologías, ahorros y hasta el tiempo y las oportunidades; se encuentra desde hace casi una década en situación de sufrir en carne propia lo que es la más sádica forma de guerra no convencional capitalista/ imperial.
Ningún patriota en su sano juicio puede querer que se prolongue una crucifixión imperialista contra todo un pueblo sabio y paciente venezolano. Pero es innegable que no somos el mismo pueblo candoroso ante las hollywoodienses mieles soporíferas de gringolandia y nazieuropa; tras este bombardeo inmisericorde contra nuestra vida, capacidad adquisitiva, industria petrolera, gasífera, eléctrica, así como contra nuestra soberanía alimentaria, industrial, comercial, económica, financiera, monetaria, bancaria, sanitaria, tecnológica, cibernética y mediático cultural.
Control geoestratégico
Occidente, apandillado por Estados Unidos tiene más de una década haciendo lo imposible para convencer a los venezolanos de que si organizamos unas elecciones tuteladas como ellos manden, nuestro país va a ser tratado igualitico que cualquier otro de los países del hemisferio, lo cual es nítidamente quimérico.
Tan solo en reservas petrolíferas probadas y certificadas, Venezuela cuenta hoy con una cordillera de riquezas de lejos superior al total de las reservas monetarias internacionales de todos los países del mundo.
Por eso Occidente permite elecciones y acepta derrotas en varios países de Nuestra América, pero en ningún caso lo va a permitir ni admitir en Venezuela. Advertir a los connacionales y a la comunidad internacional sobre este particularismo o excepcionalismo no resulta fácil, pero es estratégico.
Venezuela dispone del grifo energético y financiero con el cual puede impulsarse o congelarse por décadas la soberanía y el desarrollo de todo el hemisferio occidental.
De controlar a Venezuela, USA obtendría un férreo control geoestratégico sobre lo que toscamente alardea ante Oriente como su patio trasero. Y, por el control de este ingente río de petróleo y de inenarrables riquezas, Occidente ha demostrado ser capaz de burlar todo su orden político y jurídico interno y desconocer todo el derecho internacional, incluyendo los derechos humanos, violando todas las instituciones internacionales que existen para ampararlos. Naturalmente, también les es preciso derrotar al pueblo revolucionario; por lo visto más creativo y festivo, resiliente e insumiso del continente. De lo que hagamos -o dejemos de hacer aquí, como gobierno como poder popular, con inteligencia y creatividad, humildad y audacia, prudencia y sensatez, espíritu crítico y conciencia e independencia de clase y de pueblos- pende hoy buena parte del destino del mundo.