El 28 de julio y el 25 de mayo escribimos nuevamente la historia con letra tricolor, con votos, con pueblo en la calle, con aguante, con alegría y sobre todo, con memoria. La Revolución Bolivariana ganó de nuevo; y no fue una victoria cualquiera, fue una lección democrática que se extendió desde Miraflores hasta el último concejo legislativo estadal. Gobernadores, diputados, legisladores y, por supuesto, el Presidente… todos electos con un mandato claro: obedecer al pueblo. Pero que nadie se confunda, esta no es una postal para el álbum de triunfos, esto es un punto y seguido en la historia. Porque ahora, con el poder revalidado por las mayorías, comienza lo más complejo: estar a la altura de lo que se ha conquistado.
Y no se trata de adornar el triunfo con palabras huecas ni de llenar el discurso de promesas recicladas, se trata de asumir que ganar elecciones es apenas el boleto de entrada a la función. Lo que viene ahora son los cinco retos de hierro que definirán nuestro papel como generación en la historia.
1. La Soberanía no se negocia, se defiende (con todo)
En un mundo donde Estados Unidos financia golpes de Estado como quien compra café y la Unión Europea impone sanciones como si aún estuviéramos en la era colonial, Venezuela ha demostrado que puede resistir. Pero resistir ya no basta.
El primer gran reto es blindar la soberanía nacional en medio de una guerra híbrida que va desde el sabotaje económico hasta los intentos terroristas con drones y mercenarios made in Florida y Colombia. No es paranoia, son hechos: más de 100 acciones y planes desestabilizadores desactivados en los últimos cinco años. Y no hablamos solo de defender el territorio con fusiles, hablamos de una paz activa, de un poder popular organizado que sirva de reserva moral ante cualquier intento de arrebatar la voluntad popular. Porque mientras un sector de la oposición sueña con llegar a Miraflores sin votos pero con fascismo, nosotros apostamos a blindar la democracia con conciencia, con la unión infranqueable Fuerza Armada Nacional Bolivariana, las policías y el poder popular consiente y movilizado.
2. Socialismo productivo a lo venezolano
El segundo reto es el económico; aquí no hay medias tintas, tenemos que construir un modelo socialista venezolano, productivo, independiente, justo y en armonía con los nuevos bloques de poder que surgen en el mundo y que tenga como centro el ser humano.
Es el momento de decirlo por todo el cañón, ya basta de soñar con los petrodólares eternos. El petróleo es nuestro y lo seguiremos defendiendo, produciendo y comercializando, pero no podemos seguir dependiendo de él como un adicto depende de su dosis diaria. Los motores productivos planteados por el Presidente Maduro son la ruta para la diversificación real, con ciencia, con industria nacional, con soberanía alimentaria, con economía comunal y con justicia redistributiva. Porque hay algo que los tecnócratas del mundo no quieren entender: el crecimiento económico que no reduce la desigualdad no es progreso, es trampa, y eso lo aprendimos con sangre durante el neoliberalismo de los 80 y 90.
Así que las zonas económicas especiales que serán el germen de la producción de las nuevas riquezas venezolanas y las riquezas que surjan del campo venezolano o del turismo y la ciencia, deben tener su escencia clara: generar riquezas para romper definitivamente y para siempre en Venezuela la desigualdad y construir un país próspero para todos y todas. Ahí sin copia, ni calco y adaptándolo a los principios fundacionales de la Revolución Bolivariana tenemos en China un verdadero modelo a seguir para el siglo XXI.
3. Modernidad con identidad, no copia de Silicon Valley
¿Modernizarnos? ¡Por supuesto!, ¿Convertirnos en súbditos digitales de las big tech? Jamás.
El tercer reto es llevar a Venezuela a la vanguardia del siglo XXI sin convertirnos en colonias tecnológicas de ninguna potencia. La inteligencia artificial, el internet de las cosas, la economía digital, el blockchain… no son cosas del futuro: son el presente. Si no las asumimos con soberanía, nos van a imponer sus algoritmos y sus valores como ya lo hacen desde los grandes conglomerados digitales.
Aquí se trata de tecnología con alma y cuerpo venezolano, que genere riqueza pero que esté al servicio del bienestar colectivo: escuelas conectadas, datos protegidos por el Estado, plataformas propias públicas y privadas, y una cultura digital venezolana que no le rinda culto a Silicon Valley, sino que responda a las necesidades del barrio, del campesino, de la comuna o de cualquier expresión organizada de nuestra sociedad. Ciencia aplicada para mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo, en el derecho a la ciudad, en los derechos sociales, en el sistema de justicia, comunas digitales, en la administración del estado, en la seguridad y soberanía y un largo etc que lo cubra todo. La modernidad no puede ser un disfraz de dependencia, así nos la vendieron en el siglo XX y volvimos a cambiar espejitos por perlas, tiene que ser una herramienta de liberación y un esfuerzo colectivo junto a los países de la CELAC que concienticen esto y los nuevos bloques de poder en el mundo que estén dispuesto a doblegar la hegemonía imperial.
4. Democracia del día a día: poder para el pueblo
Quien crea que democracia es votar cada cinco años y ver cómo los elegidos se convierten en mini-monarcas hasta la próxima elección, no ha entendido nada.
El cuarto reto es el más profundo: la radicalización democrática. Una democracia donde el poder se ejerce todos los días, en cada calle, en cada comuna, en cada consejo comunal, en cada movimiento social, en cada asamblea popular. Ya lo decía el Comandante Chávez: para acabar definitivamente con la pobreza hay que darle poder a los pobres. Por eso debemos ir más allá de la democracia representativa liberal y limitante, para meternos de lleno en la participación protagónica. Consulta comunal vinculante, presupuesto participativo, control popular de la gestión, esto no es utopía, es cada vez más realidad y lo estamos viviendo en toda Venezuela, el gran reto es como ir tejiendo esa red para transformarla en el Gran Gobierno Comunal.
Y si eso incomoda a algunos burócratas, mejor. Porque el poder que no incomoda al poder, no es poder popular.
5. ¿Con cuáles valores vamos a construir el futuro? El reto cultural, ético y comunicacional.
¿De qué serviría tener soberanía, economía fuerte, tecnología propia y democracia participativa si terminamos educando a nuestros hijos con los mismos antivalores del capitalismo global? Aquí nace una contradicción profunda de modelos: ¿Es posible conquistar los logros que plantea la interrogante anterior sin una conciencia socialista?, o ¿la conciencia socialista es el resultado de la conquista de lo anterior?
El quinto reto es el más silencioso, pero también el más decisivo: la batalla cultural.
¿Quién define qué es éxito?
¿La meritocracia neoliberal o la solidaridad colectiva?
¿Quién define la verdad?, ¿Los influencers pagados por Miami o la conciencia crítica del pueblo?
¿Quién educa?, ¿TikTok o la escuela bolivariana? o ¿Un tik tok con nuevos valores?
Aquí no basta con cambiar contenidos escolares, lo cual es muy importante. Hace falta una revolución del alma, una revolución ética chavista del siglo XXI que le diga al mundo que otro modo de vida es posible. Que ser feliz no es consumir desenfrenadamente, que ser libre no es competir poniéndole zancadillas a los demás, que ser revolucionario no es repetir consignas o acumular riquezas individualmente, sino construir valores nuevos todos los días, ser ejemplo de lucha todos los días. Y para eso, necesitamos medios que comuniquen, partidos que formen, iglesias que acompañen, familias que amen, y un Estado que cree condiciones para que el ser humano no sea mercancía, ni seguidor pasivo, sino protagonista de su historia, eso nos enseñó Chávez. Los avances culturales en 26 años son diversos y profundos, hay puntos de no retorno que hemos conquistado, pero los vicios del sistema también son profundos y atractivos: o damos la batalla cultural en el día a día y la asumen todos y todas las que crean en este proyecto, o el tiempo nos lo puede cobrar.
Epílogo para los escépticos:
Tuvimos una gran victoria, los enemigos aún con mucho poder están replegados y dispersos, pero una Revolución no se mide nada más por votos: se mide por su capacidad de transformar la vida concreta del pueblo y eso hemos venido haciendo. Hoy más que nunca, el pueblo está mirando, nos miró en la calle en campaña y nos quiere en la calle cada segundo. Así que, como dijo el Comandante: «No perdamos el rumbo, no perdamos el impulso.»
La victoria es apenas el principio. Ahora viene lo bueno… o lo difícil.
Y lo bueno casi siempre es difícil.