Por: Fernando Bastidas Calderón
@ferbastidasc
La historia de América Latina y el Caribe esta signada por una pugna perenne, cuyo objetivo ha sido el control de sus recursos. Desde la llegada de los invasores europeos, a finales del siglo xv, las iniciativas coloniales tuvieron su fundamento en el aprovechamiento de los extraordinarios recursos naturales encontrados por los sanguinarios colonizadores, quienes a partir del genocidio de más de 50 millones de indígenas americanos, lograron hacerse de oro, plata y piedras preciosas que fundamentaron el portentoso desarrollo de Europa durante los siglos posteriores y que a su vez, fue el cimiento para el desarrollo de las primeras fases del capitalismo.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano en su extraordinaria obra “Las venas abiertas de América Latina” comenta que “entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a España en poco más de un siglo y medio, excedía tres veces el total de las reservas europeas. Y estas cifras, cortas, no incluyen el contrabando”; como refiere esta obra, apenas son números de uno de los puertos del entonces imperio español, sin contar otras potencias europeas y sin incluir los casi doscientos años posteriores de control colonial.
Más allá del oro, la plata y las piedras preciosas, el aprovechamiento de América Latina y el Caribe en detrimento de sí misma se estructuró como un sistema que sentó sus bases en la economía colonial y se prolongó luego de alcanzada la independencia política. Esa economía dependiente casi en su totalidad de su relación con los centros de desarrollo capitalista, se afianzó con la aparición de la hegemonía estadounidense del siglo XX; la cual bajo el Corolario Roosevelt de la Doctrina Monroe, ha procurado mantener el dominio sobre los pueblos de Centroamérica y Suramérica como su patio trasero.
Tal situación tuvo su azimut luego de la segunda guerra mundial, y mostró su rostro más aterrador mediante las dictaduras militares que impusieron, a sangre y fuego en esta parte del mundo, el control de nuestras naciones, así como mediante las llamadas “democracias” que, como en el caso de Venezuela, se sostuvieron mediante la política de “disparen primero y averigüen después” que conllevó a genocidios como el ocurrido durante las jornadas de protestas populares de febrero de 1989, conocidas como “El Caracazo”, en reacción a las políticas neoliberales aplicadas desde Washington.
El pulseo de las alternativas frente al neoliberalismo
Con la agenda neoliberal impulsada por EE. UU. en los países latinoamericanos y caribeños, en las décadas de 1980, 1990 y 2000; se formuló una estrategia que se fundamentaba, por una parte, en la supuesta proclamación del “fin de la historia” y del “fin de las ideologías”; como reacción de embriaguez del establishment occidental frente a la caída del bloque soviético y; por otra parte, en el aprovechamiento del control político que las clases tradicionalmente gobernantes de Latinoamérica y el Caribe, garantizaban en función de los intereses del imperialismo.
La agenda neoliberal sostuvo un conjunto de preceptos fundamentales para su aplicación. Así como el liberalismo económico sentó sus bases sobre el principio de “laissez faire, laissez passer” (expresión francesa de “dejar hacer, dejar pasar”) durante la configuración de las primeras etapas del capitalismo, en los siglos XVIII y XIX, respecto a dejar actuar al mercado en lo interno de las economías nacionales; de igual forma, el neoliberalismo partió de este criterio llevándolo a la escala de las relaciones económicas internacionales; en tal sentido, se trataba de dejar actuar a las fuerzas del mercado por sobre los intereses de las naciones y sus pueblos.
A tales efectos, las barreras comerciales (arancelarias y administrativas) debían suprimirse entre los países, dando paso al “libre comercio”, lo cual se pretendió asegurar mediante la reducción de las capacidades de las estructuras del Estado y sus instituciones, conllevando a la disminución del poder político nacional. Tal situación permitiría la “libre competencia” como proceso “ideal” que en la práctica significaría una competencia desigual entre economías fuertes y economías no tan fuertes, yendo siempre en detrimento de estas últimas.
Pero tal “integración comercial” requería además de la adecuación estructural de las economías sobre las cuales se pretende su aplicación; en este sentido, los paquetes de auxilio financiero y de ajustes estructurales se colocaron a la orden del día para los gobiernos tutelados por EE. UU, implementados mediante instituciones financieras globales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial (BM).
Sin embargo, los resultados de las políticas neoliberales sobre los países de esta parte del mundo, fueron más que terribles y condujeron a levantamientos populares y reacciones contrarias de diversos sectores de la sociedad, siendo Venezuela la primera en evidenciar los síntomas del fracaso de tales políticas, lo que daría pie al florecimiento del movimiento cívico militar que lideraría el Comandante Hugo Chávez y que trascendería en la historia contemporánea con el nombre de Revolución Bolivariana.
El impulso revolucionario venezolano fue un hecho estimulante para la región latinoamericana y caribeña, cuyos pueblos asumieron como centro de su quehacer la lucha contra el neoliberalismo, alcanzando la conformación de un sólido bloque con propuestas alternativas de desarrollo económico; cuyo punto de confluencia fue la salvaguarda de los intereses nacionales frente a las pretensiones económicas neoliberales.
Un hecho contundente que marcó un antes y un después fue la derrota de la propuesta de creación de un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), en la IV Cumbre de las Américas, realizada en Mar del Plata (Argentina) en el año 2005, lo cual significó un golpe paralizante contra la agenda neoliberal. Tal hecho, además, dio paso a la formulación de propuestas alternativas de integración latinoamericana y caribeña, entre las que se destaca la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Sin embargo, con el replanteamiento de la política exterior estadounidense sobre la región en la pasada década, se dieron un conjunto de hechos que conllevaron a la pérdida de espacios políticos por parte de las fuerzas progresistas del continente, mediante la manipulación de los sistemas de justicia de los países suramericanos para la criminalización de los principales líderes de izquierda. Además del proceso de agresión sostenida contra Venezuela, como actor determinante en lo político y económico para el desarrollo de las propuestas alternativas, en función de la capacidad política de la Revolución Bolivariana y de la capacidad energética que posee nuestro territorio.
Esto último, configuró las condiciones para un retroceso significativo de las propuestas alternativas al neoliberalismo durante la segunda década de este siglo xxi que, según cálculos del imperialismo norteamericano, sería una derrota definitiva para quienes defendemos los intereses de nuestros pueblos, que debió coronarse con la salida del chavismo del poder político. Sin embargo y para lamento de las élites gobernantes estadounidenses, tal cosa nunca sucedió y, por el contrario, durante los últimos años, Latinoamérica y el Caribe parecen retomar una agenda alternativa a las pretensiones de imposición neoliberal.
¿Por qué la pretensión de una agenda neoliberal?
América Latina y el Caribe es un territorio vital para la continuación y expansión del capitalismo, fundamentalmente por los importantes recursos que poseemos en esta región, los cuales, sólo pueden ser aprovechables por los principales centros de desarrollo capitalista (EE. UU. y Europa) a través de la implementación de una agenda neoliberal en nuestros países. Entre estos recursos vitales para el sostenimiento del orden mundial al servicio de los intereses del imperialismo, tenemos:
- La existencia de importantes reservas de energía fósil de petróleo y gas entre las que se destacan las existentes en el territorio venezolano, siendo en el caso del petróleo, las reservas probadas más grandes del planeta, en torno a los 300.000 millones de barriles en el subsuelo. Además de los recursos energéticos fósiles que se encuentran en otros países del continente.
- La posesión de la cuenca amazónica que genera entre el 16% al 20% del agua dulce del planeta, entendiendo el agua dulce como un recurso natural fundamental para la vida, que progresivamente se ha visto afectado por múltiples causas, entre las que se destacan los fenómenos derivados del calentamiento global.
- La presencia de 25% de la biodiversidad de especies del planeta en la cuenca amazónica, con más de 6.000 especies de animales y 40.000 especies de plantas, las cuales, desde el punto de vista estrictamente económico, servirían a los intereses del capital como materias primas para la industria farmacéutica, cosmética, y química, entre otras.
- La posesión de cerca del 80% de las reservas mundiales de litio entre Argentina, Bolivia y Chile, en el territorio conocido como el “triángulo del litio”, mineral que adquiere una importancia estratégica en el aprovechamiento de la energía eléctrica como sustituta del petróleo (el litio es materia prima fundamental para la fabricación de vehículos con motores eléctricos).
- La existencia de una importante fuerza de trabajo con una población económicamente activa de más de 315 millones de personas, que se traducen en mano de obra barata a efectos del dominio territorial pretendido por el imperialismo norteamericano, cuyo aprovechamiento se estimula mediante los procesos migratorios.
Estos elementos, entre otros más, constituyen parte de las principales motivaciones económicas que los centros de desarrollo capitalista estiman al momento de formular su política exterior hacia nuestra región. Por esta razón, es preciso tomar en cuenta que la superación de las dificultades que atraviesan los países latinoamericanos y caribeños, solo es posible abordarlas como un gran bloque regional; ya que las limitantes al desarrollo de cada una de nuestras naciones, tiene como factor común las distorsiones provocadas en la pretensión de dominio y aprovechamiento de los recursos existentes en nuestro territorio.
Es además fundamental asumir que, si bien la coyuntura actual muestra importantes avances en torno a la retoma de espacios políticos al servicio de los intereses de nuestros pueblos, mediante la asunción de gobiernos progresistas en algunos de nuestros países; tal coyuntura está en proceso de definición aún y posee bases todavía frágiles que requieren solidificarse mediante el avance hacia una estrategia común de desarrollo regional en función de nuestras propias realidades y de consolidación y expansión de los espacios de poder político, que pongan freno definitivo a la histórica entrega de nuestros recursos en favor de intereses ajenos a los del suelo que nos vio nacer.
Estamos en una etapa de definiciones, donde la pugna por el control de nuestros recursos puede desenlazar finalmente a favor de un futuro glorioso que corresponda con los sacrificios históricos hechos por nuestros pueblos y por nuestros padres libertadores.