Trump es grandilocuente, patán, como esos personajes de los westerns, pero tiene su lógica imperialista, agresiva sí; pero es su lógica, y la de un importante sector de la sociedad norteamericana
En toda la aldea global se debate hoy en día lo perniciosas que resultan las llamadas redes sociales para los jóvenes.
Los inducen a conductas inadecuadas, autodestructivas. En algunos lugares se están empezando a regular y hay sectores que piden se las suprima.
Quienes las manejan, los propietarios, saben lo que hacen, conocen como influir en el comportamiento humano, y por ende en el de las sociedades.
Esto no es nuevo, ya en su momento hablamos de Edward Bernays, de su libro Propaganda, y de cómo aplicó los conocimientos del psicoanálisis, de su tío Sigmund Freud, en la manipulación de la opinión pública.
Ese conocimiento se aplicó en Hollywood y sus derivados. En las series televisivas.
Uno de los géneros más exitosos fue el llamado Western. Sus películas y series cosecharon un nutrido número de seguidores, principalmente entre jóvenes y adolescentes. Se construyó todo un submundo en base a ello.
Influyó hasta en el modo de vestir. En la forma de actuar de mucha gente de varias generaciones.
Quienes crecieron influidos por el Western, quienes lo interiorizaron, actúan en consonancia a sus anhelos sensoriales de aquellos días.
Claro, en esa fauna del «salvaje oeste» había personajes diversos. Había héroes que acababan, a tiros, con todos los malos; mujeres abnegadas, amigos fieles, vaqueros laboriosos. También “indios crueles” que les arrancaban el cuero cabelludo a los pobres «colonizadores».
Sumábanse a ellos las bailarinas de bares y cantinas y los tahures, los jugadores de naipes. Tipos arrogantes, fanfarrones, que les gustaba «blufear» para amedrentar a sus contrincantes.
Aunque, la mayoría de las veces, quien se llevaba la simpatía y los aplausos era el héroe, dependiendo de los actores y su carisma, los tahures también tenían sus seguidores. Se les empezó a llamar antihéroes.
Y así, como muchos se identificaban con los héroes, pretendían actuar como ellos, internalizaban sus “valores”, otros, con espíritu taimado, asumían actitudes de tahures.
El problema es cuando gente así obtiene poder verdadero, real. Allí es cuando se vuelven peligrosos.
¿Un ejemplo? Donald Trump.
Sí. Eso está en su personalidad, en su quehacer. Eso lo establece, por ejemplo, José Carlos Fuertes, psiquiatra, quien entrevistado por Antena Uno lo describe como excesivamente narcisista con una capacidad de autocontrol moderada.
En otro momento de su análisis dice que Trump «cree tener la verdad absoluta y está dispuesto a defenderla hasta las últimas consecuencias; y sus relaciones interpersonales son siempre complejas por su soberbia y arrogancia».
Según el psiquiatra, Donald Trump tiene una personalidad de muy difícil trato y convivencia.
Trump es consciente de que la gente, sus adversarios, lo perciben así, y lo usa a su favor.
Arremete y amenaza a granel. Presiona aquí y allá. No se ha sentado en la silla presidencial, pero mete presión por doquier.
Si nos quedamos con la imagen, con la idea, del Trump extravagante, del fanfarrón de los westerns, corremos el riesgo de errar en el análisis.
Trump es una persona de buen manejo mediático, está en el mundo de la farándula desde los años 80 del siglo pasado. Sabe usar eventos musicales y deportivos a su favor. Sobre todo porque anduvo muy involucrado en el negocio del boxeo.
Explota muy bien el sentido de la oportunidad.
Por ejemplo, insistió en que Canadá debería convertirse en el «estado número 51» tras la dimisión del líder canadiense Justin Trudeau.
Insistió en que si Canadá se fusionara con EUA, «no habría aranceles, los impuestos bajarían muchísimo y no estarían amenazados por los barcos rusos y chinos que les rodean constantemente. Estados Unidos ya no puede sufrir los enormes déficits comerciales y subsidios que Canadá necesita para mantenerse a flote. Justin Trudeau lo sabía y dimitió«.
Volvió a insistir con el tema de Groenlandia. «Estoy escuchando que la gente de Groenlandia es ‘MAGA’. Mi hijo, Donald Trump Jr, y varios representantes, viajarán allí para visitar algunas de las zonas y vistas más magníficas«, señaló
Y, efectivamente, mandó a su hijo para que se reuniera con algunas personas en esa isla de Dinamarca.
«Groenlandia es un lugar increíble, y su gente se beneficiará enormemente, si, cuando se convierta en parte de nuestra nación«, insistió luego de la visita.
Es bueno recordar que, durante su primer mandato, Trump canceló un viaje a Dinamarca, en 2019, luego de que la primera ministra de ese país, Mette Frederiksen, negara la posibilidad de que Washington se hiciera cargo de Groenlandia.
Recordemos también que la isla se ubica entre los océanos Atlántico y Ártico, albergando desde hace varias décadas una gran base militar estadounidense.
Hoy, fiel a su estilo, Trump dice: «por motivos de seguridad nacional y libertad en todo el mundo, Estados Unidos considera que la propiedad y el control de Groenlandia es una necesidad absoluta«.
Recapitulando declaraciones de las últimas semanas, respecto a Canadá y Groenlandia, uno puede preguntarse: ¿lo de Trump con esos temas es pura majadería?
No. Reitero, es grandilocuente, patán, como esos personajes de los westerns, pero tiene su lógica imperialista, agresiva sí; pero es su lógica, y la de un importante sector de la sociedad norteamericana.
Esta presión por Canadá y Groenlandia tiene connotaciones geopolíticas, económicas.
Lo de Canadá, por ejemplo, tiene que ver con la presión que hace hoy, para negociar aranceles más bajos; tiene que ver con que en el extremo septentrional de Norteamérica existe una gran riqueza de recursos naturales.
Canadá es uno de los países del llamado primer mundo con más recursos naturales sin explotar. Tiene grandes yacimientos petroleros y gasíferos.
Por si fuera poco, es el tercer país con las mayores reservas de agua dulce, solo superadas por Brasil y Rusia.
Otro detalle es que conforme “avanza” el cambio climático, el descongelamiento del Polo Norte, se abrirán nuevas rutas marítimas, y allí Canadá es clave.
The Arctic Institute, un influyente laboratorio de ideas, ya hablaba, desde el 2001, que conforme desaparezca el casquete Polar será más fácil la navegación por el océano Ártico y esto revolucionaría el comercio global.
En este momento los países involucrados en el Ártico (Rusia, Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca (a través de Groenlandia), Estados Unidos (vía Alaska) y Canadá) lo que se denomina el círculo polar ártico, pujan por hacer prevalecer sus intereses.
Allí también hay interés de la República Popular de China.
Dicho interés se inicia en la década de 1990, cuando se descubre que fue uno de los Estados que firmó el Tratado de Svalbard (1925). Durante el gobierno de Hu Jintao muestran un mayor reconocimiento de las oportunidades que ofrece la zona y un compromiso más profundo con los países de la región. Con la llegada de Xi Jinping se convierten en un miembro observador del Consejo Ártico, y en 2018 se publica su estrategia en la región a través del Libro Blanco del Ártico.
Allí el gigante asiático se define como un “Estado cercano al Ártico” (conocido como “Near-Arctic State” en inglés), lo que no solo establece una relación con el Ártico, sino que también se diferencia de otros países con intereses en la región desde un punto de vista geográfico y político.
Recordemos que en la región ártica hay tres rutas marítimas que conectan el Océano Pacífico y el Atlántico: la Ruta Marítima del Norte en la costa rusa; el Paso del Noroeste, ubicado en el archipiélago Ártico Canadiense; y la Ruta Marítima Transpolar, que cruza por la alta mar del Polo Norte.
“Uno de los factores que hace que estas rutas sean atractivas es la reducción de la distancia de navegación, que permite un menor gasto de combustible y un menor tiempo de transporte. Sin embargo, su uso se ve afectado por las condiciones climáticas, pues actualmente solo se pueden usar durante los meses de verano y las variaciones en la densidad del hielo anualmente son impredecibles”, escribió Ángela Muñoz en el portal de Cátedra China.
¿Se entienden entonces las intenciones de Trump, más allá de sus formas poco elegantes?
Claro, esas son las intenciones de Trump, su estilo de presentarlas, causando tensión en los destinatarios de su mensaje, aunque en realidad es en toda la aldea global.
Trump representa una nueva versión del imperialismo, del expansionismo norteamericano. Un reavivamiento de doctrinas como el Destino Manifiesto, o el excepcionalismo
Y esto es así porque de intensificarse la presión por Groenlandia, contra Dinamarca, Europa Occidental debería responder. Se estaría agrediendo a uno de los suyos.
¿Seguirán totalmente sumisos a lo que dice Washington? ¿Defenderán a Dinamarca pensando en que más adelante otro país europeo sea agredido?
En opinión de Juan M. Benítez-Fernel, experto en política de EE.UU. y profesor en la Universidad de Columbia, las recientes amenazas de Donald Trump sobre Groenlandia se deben al interés en sus materias raras, esenciales para la tecnología, y el deshielo que está creando nuevas rutas comerciales y militares.
Según dijo, Trump quiere comenzar una negociación, y los términos que querrá imponer se verán más adelante, «pero está comenzando una influencia de poder. Europa se encuentra en una posición de influencia política muy débil, algo que para Donald Trump es una oportunidad para responder a la nueva realidad geopolítica”.
Eduardo Irastorza, profesor OBS Business School, piensa que «Trump va muy en serio con la anexión de Groenlandia, aunque el resto no se lo tome tan enserio porque Groenlandia es un territorio adscrito a Dinamarca desde hace tiempo y Canadá está vinculado a Reino Unido”.
En Negocios TV, medio español, citaron a Enrique Refoyo, experto en geopolítica y doctor en Geografía Militar, para quien adherir Groenlandia a EEUU supone «algo fácil de convencer incluso con un montón de billetes para exprimir sus recursos naturales. Y si además se adhiere Canadá, EEUU daría un gran impulso al territorio del norte controlando más de la mitad del Ártico».
Esta es la realidad, Trump veía muchas películas de vaqueros, asume el rol o los roles de tahúr o héroe, según las circunstancias, pero tiene un proyecto, que no compartimos, obviamente; pero no lo subestimemos, ni creamos que actúa por impulsos, por improntus.
Trump representa una nueva versión del imperialismo, del expansionismo norteamericano. Un reavivamiento de doctrinas como el Destino Manifiesto, o el excepcionalismo.
Eso es lo que está sobre el tablero geopolítico.
Queda a los antihegemónicos, a los antiimperialistas, observar y establecer estrategias que enfrenten adecuadamente al nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Queda fortalecerse y afianzar alianzas.