
Por: Federico Ruiz Tirado
Es indudable que la tendencia sólida y comprobada en la calle es que el pueblo y los trabajadores, queremos continuar viviendo en la democracia que hemos construido con Chávez
«Ganó la abstención, ¿será verdad?» Lanza al aire libre, en modo hipotético, Félix Roque Rivero.
Yo creo que los venezolanos ejercimos el derecho al voto cruzando un campo minado por una guerra cognitiva que acentúa una vez más la matriz del descrédito, por decir lo menos, sobre la legitimidad de la institucionalidad democrática venezolana, y, caminando por el filo de un escenario mundial complejo, signado, también, por los efectos de la llamada guerra total, esa pisada fuerte del monstruo que representa la guerra multiforme, la masacre en Palestina, los legos desordenados del fascismo y armándose simultáneamente en su macabra ingeniería para implantarse en Venezuela.
El padrón electoral es superior a los 20 millones de electores, aunque la extrema derecha y la mediática internacional sostienen que la cifra es de 8, de los cuales, más de 4 ó 5 de los inscritos en el REP no podían participar.
Pero es indudable que la tendencia sólida y comprobada en la calle es que el pueblo y los trabajadores, queremos continuar viviendo en la democracia que hemos construido con Chávez para consolidar su esencia, plasmada en la Constitución, en la concreción de su legado, afianzando la existencia del gobierno de Nicolás Maduro y los Poderes Públicos que nos rigen.
Ésta no fue una elección presidencial, que por tradición e históricamente no es determinante para desplazar el estado de cosas, o descarrilar el tren hacia otras rutas indeseables o estratégicamente concebidas por el gobierno.
Quienes han apostado a la pérdida de la confianza en estas premisas y creen que por el porcentaje de participación surgió una actitud política identificada con la abstención como opción de voluntad, o están gravitando en una nube muy alta, o se han refugiado en una (in)explicable indiferencia, o, lo peor para ellos, porque aún creen en el avión con retroceso que significa la enfermiza proclama de la banda de María Machado, que aspira «celebrar» el deseo malicioso y diabólico del negacionismo al proceso revolucionario y antiimperialista que vive Venezuela.
En medio del bloqueo imperial, de las sanciones coercitivas y tras los efectos de los insólitos actos de corrupción y robo de activos que han afectado insospechadamente la calidad de vida del venezolano, en la medida en que éstos han sido dardos venenosos contra la economía, como los cometidos por Rafael Ramírez y Tarek El Aisami y sus bandas desde PDVSA, concebir que hubo abstención en las elecciones de mayo, equivale a un pensamiento fascistoide y entreguista, y hasta cómodo, perezoso, corto de ideas e imaginación.
Cuando se anunciaron los resultados con una participación del 42.63 %, también Diosdado Cabello mostró en TV un plan terrorista encabezado por Juan Pablo Guanipa, compinche de María Machado y su banda de Comanditos, esas pandillas tarifadas que el 28 de Julio salieron a matar chavistas y a borrar del mapa símbolos religiosos, políticos identificados con el chavismo, hasta el punto de demoler estatuas del Comandante, de la Divina Pastora, el indio Coromoto al que se le apareció la Virgen y cuya imagen cínicamente llevaba Capriles estampada en una gorra en el CNE.
Venezuela se ha convertido después del 25 de mayo en un rompecabezas que, en cuestión de días, luce en primer plano el desplome del dólar paralelo, otro dardo que ha causado en el pueblo heridas profundas.