Sería sumamente ingenuo pensar que después de toda la provocación maniobrada desde el año 2014 en contra de la Federación de Rusia, a partir de la imposición de un régimen político nazi fascista en la República de Ucrania a través de una «revolución de colores» en el mismo momento en que la República Bolivariana de Venezuela era sometida a un tratamiento similar; culminaría con un simple apretón de manos y algunas garantías de palabra por parte del actual gobierno de los Estados Unidos, encabezado por Donald Trump.
Cierto es que el presidente estadounidense está absolutamente desesperado por tener una victoria en materia de política exterior, que a la luz de los hechos no termina de ocurrir, y por lo tanto no puede ser presentada en su frente interno como una victoria que saque de la crisis estructural y el socavamiento que padece el otrora hegemón exclusivo mundial.
Tal vez pensó que su simple presencia amenazante al país eslavo era suficiente como para lograr un acuerdo que en toda la línea no es más que una capitulación ante la derrota que Rusia les ha propinado en el campo político, militar y económico.
Lo cierto es que la poscumbre de Alaska ha dejado ver a las claras que la posibilidad de llegar a una paz duradera, o siquiera un alto al fuego, pasa por mucho más que conversaciones directas y una simple manifestación de propósitos. Rusia está muy clara en que no puede obtener una paz sin garantías a su integridad territorial y a su derecho a la paz, evidentemente asociada a la construcción de un nuevo equilibrio de poder en Europa que evite fraguar nuevas maniobras de agresión como la que desarrollaron utilizando a la irresponsable élite de poder ucraniana.
Por ello, los puntos asociados a la no presencia de Ucrania en la belicosa Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); la cuestión de los territorios que se han proclamado independientes, y luego a través de referendos populares han decidido echar su suerte como parte de Rusia, luego de las infames acciones de agresión del régimen nazi fascista de Kiev que dejó en su estela más de 14.000 muertos en esas regiones, que se han independizado; así como el asunto de asumir compromisos de no agredir más a Rusia y generar un equilibrio pactado por escrito, son parte de los temas vitales para garantizar una verdadera paz duradera.
La respuesta del presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, dentro de una lógica demencial que afirma que ellos no han perdido todavía la guerra, ha sido rechazar todos estos puntos como condiciones que incluso, y como consecuencia de la realidad de los hechos de la política, ya cuenta con coincidencias entre Moscú y Washington.
Esta respuesta viene muy asociada al respaldo de sus patrocinadores europeos quienes también valoran que la guerra pudiera continuar, tratando de adelantar una maniobra en la cual seguramente la élite de poder de Estados Unidos también está involucrada. Es decir, ya no sólo enfilar a Ucrania en el frente militar; sino procurar abrir varios frentes para agredir territorialmente a Rusia que pueden pasar por la activación de otros factores neutrales como Suecia y Finlandia, promover algún tipo de escalamiento utilizando como nuevo pivote a Azerbaiyán, o procurar una agresión directa en contra de uno de los aliados fundamentales del país eslavo como lo es Bielorrusia.
El logro de una paz duradera tiene como cuestión elemental la construcción para la Federación de Rusia de un espacio vital que impida más agresiones a su territorio. En ello el asunto de los nuevos territorios que declararon su independencia y hoy son parte de esa patria, es la piedra angular para avanzar en un futuro acuerdo.
Sin embargo, resulta muy claro que mientras Ucrania, sectores de la política o del lobby militar industrial de Estados Unidos, y factores de Europa Occidental sigan pensando que pueden ganar en el campo militar una guerra que ya han perdido, es evidente que la misma se va a prolongar incluso a un punto de escalamiento cuyas consecuencias desconocemos, pero pueden ser de peligro para la humanidad toda.
Esto último por el simple hecho de que en Europa del Este hay una guerra de baja intensidad entre Estados Unidos y Rusia.
Seguiremos atentos.