«Hoy Venezuela es el gran bastión de resistencia y esperanza del sueño de Bolívar, aunque muchos cedan, nosotros seguimos firmes”
La agenda de la paz, y la de la guerra impuesta por encima y en contra de la legalidad internacional. El calendario de los pueblos, contra el de quienes les roban los recursos, los matan de hambre, los bombardean y los obligan a huir. Nunca como en este momento aparecen claros el significado y las consecuencias de dos modelos de desarrollo diferentes: por un lado, el desigual y para unos pocos, basado en la explotación y la opresión; por el otro, el socialista, que tiende al desarrollo armónico del ser humano y «al equilibrio del mundo, en respeto del derecho internacional».
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De esto habló el presidente venezolano, Nicolás Maduro, anunciando la única propuesta sensata para detener una escalada bélica de resultados incalculables: una cumbre por la paz mundial, que desactive la amenaza de una guerra nuclear en Medio Oriente. Una idea –dijo– «nacida de lo más profundo del pueblo venezolano, y que expresa nuestra doctrina de la Diplomacia Bolivariana de Paz y del equilibrio del mundo«.
Una propuesta basada, por lo tanto, en el concepto geopolítico y estratégico de Simón Bolívar, quien liberó y no sometió a los pueblos del continente en el siglo XIX, convencido de que un equilibrio de poder, tanto a nivel regional como global, podría garantizar la paz y la estabilidad. Para Bolívar, era necesario construir las condiciones para prevenir el surgimiento de una sola potencia dominante o de un bloque de potencias que pudiera amenazar la independencia y el desarrollo de las naciones más débiles.
Venezuela pide respeto a la autodeterminación de los pueblos, respeto al derecho público internacional, respeto al derecho a la paz de los pueblos
El Libertador, así como posteriormente Chávez －y ahora Maduro que continúa su legado－, estaban convencidos de que la unión de las nacientes repúblicas de América Latina en un único y gran Estado o en una confederación (como el proyecto de la Gran Colombia) sería la única forma de contrarrestar la fuerza de las potencias europeas y de los Estados Unidos, entonces emergentes. Una América Latina fragmentada habría sido fácilmente manipulable y dominada.
Con este espíritu, Maduro ha enviado tres cartas personales a los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump; de China, Xi Jinping; y de Rusia, Vladímir Putin, para invitarlos a actuar y promover una cumbre por la paz mundial, coordinada por la Liga Árabe, la Organización de Cooperación Islámica, la Organización de Cooperación del Golfo y los BRICS. Durante su programa, Con Maduro+, acusó al presidente estadounidense, Donald Trump, de violar la constitución de su país, al ordenar bombardeos sobre Irán sin aprobación del Congreso.
En una emotiva carta dirigida a las mujeres y los hombres de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, con motivo de los 204 años de la batalla de Carabobo, －que el 24 de junio de 1821 selló la independencia de Venezuela del dominio español－ Maduro recordó cómo, un año antes de esa memorable batalla, en Santa Ana de Trujillo, Bolívar y Morillo habían firmado el primer tratado moderno de derecho internacional humanitario.
“Allí －dijo Maduro－ nació la idea de una guerra con principios, respeto y humanidad. Y, por lo tanto, hoy, que el sionismo agrede a Palestina, Siria, Líbano, Irak, Yemen y la República Islámica de Irán, hoy que el sionismo agrede a los pueblos libres del mundo, Venezuela propone, desde el Carabobo victorioso, una cumbre de presidentes para que no se repita la locura de Adolf Hitler y del fascismo que destruyó buena parte de la humanidad«.
Reivindicar hoy el espíritu de Carabobo, significa recordar que aquel ejército liberador no era un ejército oligárquico aristocrático, «era eminentemente popular, eminentemente mestizo, eminentemente libertario«. Bolívar logró reunir las fuerzas indígenas, afrodescendientes, campesinas, “blancos de orilla» y criollos bajo una misma bandera, «nuestro amarillo, azul y rojo, nuestro estandarte de victoria. “Bolívar –recordó el presidente– no fue solo un genio militar, fue un líder moral, continental, defensor del derecho a decidir sin tutelajes imperiales ni extranjeros. Carabobo, desde entonces, no es solo de Venezuela, es de toda nuestra América, la América Latina caribeña«.
Hoy Venezuela es el gran bastión de resistencia y esperanza del sueño de Bolívar, «aunque muchos cedan, nosotros seguimos firmes«. Por eso, con firmeza, Venezuela pide «respeto a la autodeterminación de los pueblos, respeto al derecho público internacional, respeto al derecho a la paz de los pueblos«. Alza la voz para exigir que cesen «las aventuras nazi-sionistas que amenazan el planeta«, y para exigir «el fin de todas las guerras imperiales y la defensa del derecho a la vida como el derecho más sagrado que tienen nuestros pueblos«.
Palabras y conceptos que muestran la distancia abismal existente en el campo opuesto, empeñado en imponer un reseteo bélico de la economía mundial; fuera de las viejas reglas del derecho internacional. Este es el dato más llamativo que surge de un contexto de agresiones y violaciones desatadas por el régimen sionista con el genocidio de los palestinos, avalado por los EE. UU. de Biden, y ahora manejado por Trump, quien intenta mostrarse como único decisor.
Donde Venezuela propone diálogo y mediación internacional, el magnate muestra desprecio por los organismos internacionales e impone relaciones directas y verticales. Por otro lado, dada la decadencia y el sometimiento de los organismos nacidos al final de la Segunda Guerra Mundial, que se han convertido predominantemente en meros adornos o descarados «comités de negocios» de la burguesía internacional; el “lejano oeste” de las reglas muestra uno de los capítulos más agudos de la crisis estructural del modelo dominante: el de la representación institucional burguesa.
Un descarado “lejano oeste” que ninguna retórica (por ejemplo, la de la «guerra humanitaria», utilizada para balcanizar el mundo después de la caída de la Unión Soviética) logra ya ocultar. Lo expresó claramente el conservador Friedrich Merz, líder del partido de centroderecha actualmente en el gobierno en Alemania, Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), y ex hombre de negocios de BlackRock: «Israel está haciendo el trabajo sucio por nosotros”, dijo, alabando al mismo tiempo el «coraje» del ejército israelí, que «defiende a los países occidentales del régimen iraní, que ha traído muerte y destrucción al mundo».
Un descaro a prueba de realidad, considerando el número de agresiones llevadas a cabo en el mundo por EE. UU. y sus aliados, y la política de Irán que, por el contrario, busca defenderse –y con sabiduría– de ataques mediáticos y militares, y de verdaderas trampas, como las tendidas por organismos como la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).
Fundada el 29 de julio de 1957 con el propósito de promover el uso pacífico de la energía nuclear e impedir su uso para fines militares, incluido el desarrollo de armamento nuclear. La Agencia responde a la Asamblea General de la ONU y es gobernada por un consejo nombrado por 35 estados miembros rotatorios. Su director general hoy es el argentino Rafael Mariano Grossi, quien ha intentado retractarse tardíamente, después de haber avalado el inicio de la agresión militar contra Irán por parte del régimen sionista, cediendo a las presiones de los países más propensos a la solución militar.
La propuesta del texto, y del voto de EE. UU., Francia, Reino Unido y Alemania, con el que la Agencia expresaba «preocupación» por el programa nuclear iraní, a pesar de toda evidencia científica y diplomática; fue, de hecho, solo una semana antes del 12 de junio, es decir, las naciones comprometidas en un ciclo de negociaciones con Teherán en Omán, y los gobiernos europeos, son los que hoy fingen pedir una desescalada y una salida diplomática a la crisis.
El ataque a Irán ha elevado significativamente el termómetro de aceptación de otra guerra mundial, esta vez nuclear. De hecho, ha creado un precedente peligroso para la seguridad nuclear global. La AIEA, supuestamente, siempre ha apoyado la inviolabilidad de las instalaciones nucleares civiles, pero la violación de este principio pone abiertamente en duda su papel futuro como garante de la no proliferación.
Lo que en el pos-siglo XX parece ya evidente es la naturaleza política de estos organismos presentados como «técnicos», y por lo tanto «neutrales»; mientras que obviamente son fruto de las relaciones de poder existentes a nivel mundial: aquellas que ilegalmente imponen medidas coercitivas a los países que desagradan a Estados Unidos, llamándolas «sanciones», mientras permiten que el régimen sionista cometa las peores violaciones en nombre del derecho de «Israel a defenderse». El derecho de los pueblos a la defensa, incluso armada, contra la opresión, ratificado por la ONU, sin embargo, ha sido archivado desde hace tiempo por la política de «hechos consumados».
No es casualidad que, siguiendo la estela de lo que hizo en su momento Fidel Castro al salir de la Organización de los Estados Americanos (OEA), definida con razón como el «ministerio de las colonias» (un camino seguido también por Venezuela), Nicaragua esté abandonando gradualmente varios de estos organismos, vaciados de contenido desde hace mucho tiempo. Solo durante lo que se ha definido como «el renacimiento latinoamericano», es decir, durante la ola de gobiernos socialistas y progresistas latinoamericanos, puesta en marcha por la victoria de Hugo Chávez en las elecciones de 1998, se produjo un cambio de dirección dentro de estos organismos, que sin embargo retrocedió rápidamente con el regreso de la derecha a muchos países del continente.
Y así, ahora, los miembros del parlamento iraní han aprobado un «plan para suspender la cooperación con la AIEA»: con 210 votos a favor, 2 votos en contra y 2 abstenciones. La medida deberá ser aprobada definitivamente por el Consejo Supremo de Seguridad Nacional.
Frenando momentáneamente a su perro guardián en Medio Oriente, es decir, imponiendo a Netanyahu una tregua de 12 días, Trump y sus aliados intentan evitar la posibilidad de que Irán, como lo anunció una decisión de su parlamento, cierre el estrecho de Ormuz: un nudo crucial por el que transita aproximadamente un quinto del petróleo mundial (alrededor de 20 millones de barriles al día) y una parte considerable del gas natural licuado (GNL). Una decisión que tendría repercusiones económicas a nivel global.
Frenando momentáneamente la ansiedad por lograr un «cambio de régimen» en Irán, Trump también está considerando que Teherán posee algunas de las mayores reservas de hidrocarburos del mundo, que lo sitúan entre los principales actores globales en el sector energético; las relaciones con China; y la imposibilidad de apropiarse de estos recursos fácilmente, dada la histórica capacidad de resistencia del pueblo iraní.
Mientras tanto, después del fracaso del G7 en Canadá, los gobiernos europeos participaron en la cumbre de la OTAN, que se celebró en La Haya, Países Bajos, del 24 al 25 de junio. Se trata de la primera cumbre de la OTAN organizada en los Países Bajos y la primera bajo la dirección del nuevo Secretario General de la Alianza, Mark Rutte, ex primer ministro holandés.
La cumbre, que ha reunido a los Jefes de Estado y de Gobierno de los 32 países miembros de la Alianza, además de representantes de países socios y de la Unión Europea, aceptó la propuesta de reestructuración interna de la alianza y cedió al principal objetivo de Trump: «hacer caja» con los gobiernos europeos, a quienes la OTAN impone la reconversión bélica de todas las economías. Los 32 asumieron, de hecho, un compromiso sin precedentes: destinar el 5% del PIB a armas y defensa, restándolo del gasto público.
El mensaje privado de Rutte, enviado a Trump en vísperas de la cumbre, y hecho público por este último en sus redes sociales, sintetiza la grotesca subalternidad de los gobiernos occidentales a los Estados Unidos. Después de felicitarle por el ataque militar a Irán, Rutte le dice a Trump que él también logrará «algo que ningún presidente estadounidense ha logrado en las últimas décadas. Europa －garantiza－ pagará mucho dinero, como es justo, y será una victoria tuya«.
La misma asquerosa adulación se encuentra en las maniobras de la oposición golpista venezolana que intenta provocar una invasión análoga de EE. UU. contra su propio país: «En Venezuela se construyen drones de combate con tecnología iraní －declaró María Corina Machado－ Occidente debe entender que el riesgo más grande está en Venezuela«.
