Como una gracia, casi una morisqueta, anuncia el periódico mayamero Nuevo Herald, la inminente constitución de un supuesto “gobierno paralelo” en Venezuela, con el deseo de que represente cabalmente los intereses e instrucciones del Tío Sam. Esto no es más que un espejismo, una ilusión que alimentan para seguir jugando con la esperanza de la derecha histérica continental.
Dentro del territorio venezolano hay total claridad. Aquí en nuestro país manda el pueblo. Más nadie. Hay total soberanía. Las distintas instituciones del Estado y sus autoridades, detentan y ejercen el mando que les corresponde, de acuerdo a los procedimientos establecidos en la Constitución y en las leyes. No hay puertas traseras ni vías paralelas. Pero los negligentes agentes de la derecha le hacen creer a sus desalentados seguidores (en un gran fraude, un megaengaño), que la tumultocracia y el golpismo son las únicas vías que les queda para asaltar el poder. La extrema derecha no ha podido vencer por los votos, ni en buena lid, a ningún candidato presidencial de la Revolución Bolivariana durante los últimos 20 años.
Pero la derecha insiste en darle validez a las actuaciones cantinfléricas del conjunto de i-letrados del fantasioso Tribunal Supremo en el exilio, montado a varias bandas con el patrocinio y financiamiento de Estados Unidos y Colombia. Sus supuestos juicios pareciera que los hacen vía Skype, porque los apócrifos juristas exiliados sentencian por medio de videoconferencias, cómodamente escondidos en Bogotá, Miami, Panamá o Chile. No es casualidad que los usurpadores despachen libremente desde estos países. Están claramente protegidos por los gobiernos de extrema derecha de la Alianza del Pacífico.
Sus sentencias tendrán absoluta validez en YouTube y Periscope (el preferido del eclipsado Capriles), pero en Venezuela no tienen el más mínimo asidero legal y político, mucho menos tienen los mecanismos para aplicar sus fraudulentas “sentencias” (tendrán que sacar sus fallos en la Gaceta Hípica o publicarlas en el Nuevo Herald). Sin embargo, entre gritos macilentos y orgasmos fingidos, anuncian falazmente, sentencia tras otra, que ahora sí el presidente está destituido.
Luego de año y medio de pataletas, simulaciones de juicios y puestas en escena mediáticas, el presidente Nicolás Maduro sigue siendo presidente y los magistrados ficticios siguen dando la cómica. Solo aumentan los niveles de engaño y de falsas expectativas de sus seguidores, que ven claramente la “precariedad” jurídica de los métodos golpistas de la derecha.
La obra teatral montada por los magistrados con jurisdicción interplanetaria, también tiene su dosis de comedia. En uno de sus capítulos más cómicos, un avispado jurista de nombre Carlos Ramírez, un avión sin motor de la derecha, alegó, solicitud en mano, que si los “magistrados fraudulentos” habían destituido al presidente Maduro (varias veces ya), debían nombrar de inmediato a un nuevo presidente encargado. Por lo que sugería, casi que por dejar, que el único prócer en la derecha venezolana capaz de asumir tan loable tarea era el insípido Vampiro Antonio Ledezma. Nada de disimulos, humildad o vergüenza. De inmediato la andanada de burlas y críticas aparecieron en las redes sociales, pero no del lado del Chavismo. Los reproches más hirientes salieron del propio seno de la derecha y de sus eternos aspirantes presidenciales, lo cuales reclamaron que tanto que han conspirado y saboteado contra el país, para que venga el paracaidista Ledezma a robarles su queso. Todo recuerda con sus puntos y comas exactos, al brevísimo gobierno del golpista-dictador Carmona Estanga, el cual se autojuramentó y derogó todos los poderes, la Constitución y las leyes. Así de loquitos andan los magistrados galácticos y sus auspiciadores.
La derecha vive de disparate en disparate. Sin embargo, hay que estar alerta. Hay los que sueñan que por esta vía también podrán montar su propia taguara, es decir, aspiran que cuaje la idea de la “conformación de un eventual gobierno paralelo” o “un gobierno en el exilio”, al estilo propuesto por el autopostulado Ledezma.
Este tema recuerda vivamente el caso de otros países que han recibido su dosis de “ayuda humanitaria” por parte del genocida Imperio Norteamericano. El caso de Libia es el más grave y patético. Desde 2011 este país fue “liberado” por la OTAN bajo los misiles de Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Siete años después el Estado-Nación desapareció bajo el caos y la destrucción. En la capital Trípoli despacha una facción; el gobierno “elegido” por Estados Unidos se ve obligado a despachar casi que escondido desde Tabruk; y desde Túnez despacha un tercer gobierno de “unidad nacional” constituido inocuamente en el exilio. La tragedia es más que evidente, el verdadero poder sobre el territorio lo ejercen las más de “1.700 milicias” que mantienen al país totalmente fraccionado, y ya suman cientos de miles de muertos, heridos y desplazados.
Es la misma película de Afganistán e Irak, también “liberados” por Estados Unidos. Sus autoridades “ejercen el poder” despachando escondidos y confinados desde espacios seguros (Green Zone), mientras el resto de país está controlado por infinidad de facciones fuertemente armadas. Algunos grupos terroristas, como el Estado Islámico, han aprovechado el caos y la desaparición del control del Estado para imponer su autoridad en inmensos territorios y regiones. El método de “ayuda humanitaria” implementado por Estados Unidos, invariablemente destruye a todos los países “receptores”. Todo lo que el Imperio toca se rompe.
A pesar de estas terribles advertencias, algunos siguen apostando apátridamente al golpismo y la intervención extranjera. Julio Borges sueña que con su maquinación y sus intrigas logrará que le pongan la banda presidencial, aunque sea desde la cubierta de un portaaviones en el Mar Caribe, donde podrá gobernar “tranquilamente”, protegido por su equipo particular de U.S Marines Corps.
No quedan dudas de que la derecha criolla es experta en engañar a sus “protectores” extranjeros. Nunca pueden justificar el factor en la ecuación que siempre les falta y que nunca tendrán: el apoyo del pueblo.
En medio de la batalla el pueblo resiste y está activo, presto a la defensa de la patria, de la soberanía y de la integridad nacional. Ningún apátrida como Julio Borges, logrará doblegar el espíritu indomable que nos legaron nuestros libertadores. No queremos que ningún musiú extranjero venga a pisotear nuestra patria.