
Por: Farith Fraija
“Dicen que Venezuela no está envuelta en el tráfico de drogas porque Naciones Unidas dice que no lo está. ¡Pero no me importa lo que dice ONU! ¡Porque la ONU no sabe lo que está diciendo! Maduro está acusado por un gran jurado del distrito sur de Nueva York. (…) No existe duda de que Maduro es un narcotraficante”.
-Declaraciones de Marco Rubio, secretario de Estado de los Estados Unidos de America (EUA), frente al informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)-.
En el marco de la guerra fría y luego del fin de la segunda guerra mundial, muchas han sido las estrategias para combatir a la izquierda y a gobiernos “desobedientes” por parte de los EUA. Una de ellas ha sido pretender vincular a líderes políticos y grupos de izquierdas al narcotráfico. Fresca está aún en la memoria colectiva centroamericana, la maniquea relación de Manuel Noriega y la CIA dirigida por Bush padre, que terminó con el apresamiento de aquel por su vinculación con el narcotráfico colombiano; luego de haber pretendido condicionar las ventajosas operaciones militares de EUA en el canal de Panamá. Y esto ocurrió luego de años de cooperación de Manuel Noriega en la lucha contra el “comunismo” en Centroamérica y el Caribe, pero Panamá terminó invadida, y Noriega acusado de narcodictador, pese a su vinculación, trabajo conjunto y complicidad con la CIA.
Y es que tampoco es nueva la estrategia de pretender vincular a gobernantes de izquierda con el narcotráfico. Fidel Castro fue permanentemente acusado de tener vínculos con el narcotráfico colombiano, incluso directamente con uno de sus principales jefes de carteles, Pablo Escobar.
Lo curioso, es que la misma vinculación no ha sido marcada en el caso de dirigentes políticos de derecha, incluso en Colombia.
Presidentes como Alvaro Uribe han tenido una relación muy cercana con líderes de carteles de droga: en 2004 la Defense Intelligence Agency (DIA) desclasificó un documento, que data de 1991, donde Uribe aparece como uno de los narco-traficantes más importantes de Colombia y colaborador del Cartel de Medellín. Sin embargo, en su gobierno, y posteriormente en el de Manuel Santos, quien fue su ministro de Defensa, no hubo bloqueo naval, ni amenazas de invasión militar. Más bien, se instalaron 7 bases militares de los EUA y se desarrollaron las condiciones para un Tratado de Libre Comercio entre ambos países.
Al parecer, al Departamento de Estado de EUA no le incomodaba el pactar con narcopresidentes colombianos de derecha. Por cierto, sus vinculaciones eran con el mismo cartel que fundamentó las acusaciones contra Noriega, quien terminó extraditado y preso.
Actualmente, la misma estrategia de vincular a políticos con el narcotráfico, ha sido reeditada para atacar los gobiernos de México, Venezuela y Nicaragua. Pero ahora, con algunas condiciones distintas: la primera, es que el uso de las redes sociales y la manipulación política de los algoritmos que direccionan la información que se difunde por estas vías, generan una rápida colonización de la opinión pública. Y lo segundo, es la inacción de los organismos internacionales, frente a la acción violenta de la coalición de la derecha neoliberal, que genera y promueve acciones bélicas intercontinentales. Incluso, el aumento manipulado por el gobierno de Donald Trump del gasto militar de la OTAN para incrementar su injerencia en conflictos internacionales, y ampliar su caparidad de intervenir en futuras incursiones militares por venir.
En el caso mexicano, en el ocaso del mandato de López Obrador, son diversas las investigaciones y artículos de opinión que se difunden sobre su supuesta vinculación con el Cártel de Sinaloa. Pero, curiosamente, lo hacen luego de la presentación de Claudia Sheinbaum como candidata, ambos dirigentes políticos, claramente de izquierda, del partido de gobierno MORENA.
Vinculaciones “registradas” desde el 2006 ahora forman parte de tales investigaciones periodísticas y artículos de opinión. Y justo todo se “devela” en medio de la campaña electoral de Sheinbaum. Incluso la actual presidenta mexicana llegó a ser llamada “narcocandidata”. Pero, que extraña manera de tratar las acusaciones de los testigos en el juicio contra el Joaquín “El Chapo”
Guzmán que vinculaban a Felipe Calderon y a Vicente Fox. En ambos casos, no hubo mayores investigaciones, ni acusaciones del gobierno norteamericano, a estos líderes mexicanos marcadamente de derecha.
En el caso de Nicaragua, ya se empiezan a generar las primeras acciones que marcan la dirección de adosar acciones favorables al narcotráfico contra el gobierno de Daniel Ortega. Recientemente se hizo el anuncio del retiro de la DEA por falta de colaboración y ocultar información; un argumento muy parecido al que usan contra el gobierno venezolano. Incluso, empieza a “evidenciarse” el encubrimiento, en los años 80, de las rutas marítimas que usaba Pablo Esocobar que, curiosamente, ahora son hechas públicas más de 20 años después.
El caso venezolano, quizás toma matices distintos de los casos anteriores: a pesar de las marcadas contradicciones de su incidencia en la producción y distribución de droga, las acusaiones que pesan sobre el presidente Nicolás Maduro, son inusuales. El gobierno norteamericano no había llegado a señalar a un presidente en ejercicio de dirigir un cartel de narcotráfico. Es que, en este caso, además de acusarle de estar vinculado, pasa a acusarle de dirigirlo. Y es que lo del narcorafico había sido utilizado en otras ocasiones, incluso antes de llegar al poder el presidente Nicolás Maduro; pero no con tan marcada virulencia y absurdas acusaciones.
En el 2019, en el diario The Wall Street Journal se publicaba que desde el 2000, el gobierno del comandante Chávez tenía vínculos con el narcotráfico colombiano, y que tales pruebas habrían sido guardadas celosamente en España, pero, gracias a su intrépida labor, los periodistas habían accedido a evidencias de juzgados norteamericanos que demostraban tales vínculos. Evidencias por cierto no exhibidas. Vaya privilegio el de estos intrépidos periodistas, por solo ellos poder verlas.
Lo cierto es que tales acusaciones que no solo incluyen a miembros del Gobierno; sino a autoridades militares en mandos estratégicos y operativos, dirigentes políticos, y al propio presidente, han generado una movilización de embarcaciones y personal militar, en el mar Caribe, para combatir el narcotráfico y reducir el ingreso de droga a los EUA.
Sin embargo, siguiendo los datos recogidos del informe más reciente de la UNODC, el ministro del Poder Popular para el Interior Justicia y Paz, Diosdado Cabello precisó que el 87% de la droga que se transporta desde Colombia se realiza por el Océano Pacífico. Y solo el 5% de la droga colombiana se trata de movilizar por territorio venezolano.
Desde la llegada de la revolución bolivariana el pretendido imperio norteamericano ha intentado todo para derrotarnos. Este último intento, está revestido de un conjunto de singulares características. Más violentas, más ofensivas, más riesgosas, y con argumentos más absurdos y burdos; muy lejos de cuidar al menos la estética formal, legal, y política.
Todo esto ocurre en medio de crisis de diversas magnitudes: inicialmente, la moral del gobierno de Trump, por sus vínculos -estos si con evidencias claras y soportadas con datos objetivos- con criminales acusados de delitos sexuales contra menores de edad.
Igualmente, crisis política, por el declive del apoyo electoral de la población latina, producto de la politica violadora de los derechos humanos de los migrantes latinos.
Diplomática, pues la reconfiguración del Orden Mundial avanza, y las alianzas con las grandes economías que se organizan en torno a los BRICS ponen en riesgo su arrogante pretensión imperialista.
Y finalmente económica, por las consecuencias de la errática política contra los inmigrantes y la crisis mundial producto de los conflictos en el continente Asiático.
El pueblo organizado y dirigido por el presidente Nicolás Maduro, ha salido victorioso frente a cada ataque contra la revolución bolivariana. Con total certeza, y esta ocasión no será la excepción; a pesar de la virulenta y grosera agresión de la que todas y todos los venezolanos somos objeto. La unidad y la organización, seguirán siendo el arma letal contra los enemigos de la paz nacional.