
El 31 de enero, en Caracas, el encargado para misiones especiales, Richard Grenell, se reúne con el presidente Nicolás Maduro con todo el despliegue mediático esperado
La política a veces nos presenta extraños compañeros de viaje. La historia muestra como personas terriblemente enemistadas, que incluso se agredieron o intentaron eliminarse, terminaron abrazados, aliándose y formando un mismo bloque.
No es nuevo, así ha sido desde los albores de nuestro planeta. Ha ocurrido en diversas culturas. Ante una amenaza los contrarios terminan uniéndose.
Ha ocurrido entre naciones. También en casos de política interna. Por ejemplo, cuando de ganar una elección presidencial o legislativa se trata.
De cómo manejar con astucia las alianzas, de cómo manipular a otros para ganar o mantener el poder, existe mucha literatura.
Uno de los más famosos tratadistas es el florentino Nicolás Maquiavelo, muy influyente en el mundo occidental.
Es quizá uno de los primeros en escribir una obra donde se habla de un Estado estructurado, y de cómo manejarlo convenientemente.
Más allá de la connotación, muchas veces equivocada que se le da al término maquiavélico, su obra, “El Príncipe”, es como un manual que se estudia hasta hoy en las ciencias políticas.
Pero cuando revisamos algo de los grandes pensadores, no sólo europeos, encontramos un libro antiguo, varios siglos antes que “El Príncipe”, que también habla sobre eso, que instruye a los mandatarios en cómo deben conducirse, cómo deben actuar.
El libro se titula “Arthashastra”, su autor: Kautilya.
Se estima escrito en el siglo III antes de Cristo. En occidente se empezó a estudiar durante los primeros años del siglo XX.
La obra impactó en un sector de estudiosos que inclusive denominaron a Kautilya el Maquiavelo de la India.
En uno de los capítulos, el autor le recomienda al príncipe que si quiere deshacerse de un adversario, de esos que son tenaces y muy molestos, lo incorpore a un cargo importante, un cargo que sea muy visible ante la sociedad, pero un cargo para el cual su adversario no esté preparado, un cargo en donde sea objeto de críticas, en donde fracase y luego sea sometido al escarnio.
Es una forma sofisticada de eliminar al rival.
También es una forma de eliminar algún aliado ocasional, alguien que usamos y ya no nos interesa tener cerca.
Algunos seguramente nunca leyeron a Kautilya, pero, a su manera, aplican ese consejo.
Por cierto, y ya situándonos en el siglo 21, revisando material de personajes que hoy se encuentran en la palestra, encontramos que el 26 de febrero del 2016, Marco Rubio, hoy secretario de Estado norteamericano, decía que «si no hubiera heredado US$200 millones, ¿saben dónde estaría Donald Trump? vendiendo relojes en Manhattan».
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administración Trump sobre el tema de Venezuela. "El petróleo venezolano tiene gran
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Mike Wirth director general de Chevron recalcó que sostiene conversaciones con la administración Trump sobre el tema de Venezuela. «El petróleo venezolano tiene gran elevancia, y buscamos ayudar a los políticos a que entiendan», expresó
Días después, el 5 de marzo, CNN reportaba que para Rubio “Donald Trump quizás ha sido la persona más vulgar —no, no creo que quizás— que alguna vez haya aspirado a la presidencia en términos de cómo ha llevado a cabo su candidatura”.
En otro momento del material encontramos a Rubio diciendo que “él siempre me llama pequeño Marco, y admitiré que es más alto que yo. Él mide como 1,89 metros, por lo que no entiendo por qué sus manos son del tamaño de una persona que mide 1,58… ¿Y saben que dicen de los hombres con manos pequeñas? Que no puedes confiar en ellos”.
El comentario, que en las redes y medios tradicionales causó todo tipo de comentarios, muchos aludiendo a la virilidad de Trump, causó mucha molestia al actual mandatario, sobre todo porque el se siente un «macho alfa» y siempre ha estado haciendo comentarios misóginos y homofóbicos.
Esos comentarios, y otros de similar ralea, se escucharon mucho cuando Marco Rubio también pretendía lograr la nominación presidencial republicana en 2016.
Bueno, finalmente Donald Trump sepultó las ilusiones presidenciales del «pequeño Marco», quedando una gran enemistad entre ambos.
Tan ese así que en julio del año pasado, en plena campaña presidencial, Trump se burló de la idea de elegir a Rubio como su compañero de fórmula presidencial.
Pero más allá de esa enemistad, había otra razón, y es que llevarlo como vicepresidente ayudaría a Rubio en sus aspiraciones presidenciales para el 2028. Al final de cuentas Trump lo nombró secretario de Estado y uso algo de la influencia que tiene Rubio en la Florida para sumar el voto latino.
Hasta ahí tiene cierta lógica, el pequeño Marco le ayudó en la campaña presidencial y él le compensa con un cargo, un cargo importante, por cierto. Además, si Trump viene con esa virulencia en temas internacionales, Rubio encaja en el perfil.
De pronto ocurre algo que deja muy mal parado al pequeño Marco, el 31 de enero, en Caracas, el encargado para misiones especiales, Richard Grenell, se reúne con el presidente Nicolás Maduro.
Ambos se reunieron en el Palacio de Miraflores en horas de la tarde, con todo el despliegue mediático esperado.
Eso dejó muy mal sabor en la boca a los halcones y neoconservadores que trabajan con el pequeño Marco, aquellos que buscaban mayor presión contra Caracas y apoyaron abiertamente a María Corina Machado y Edmundo González Urrutia.
En esa puja interna en las élites políticas norteamericanas, Grenell se identifica con el universo MAGA, que apuesta por el pragmatismo.
Tan es así que, horas después, se hizo pública la extensión del permiso a Chevron para seguir trabajando en Venezuela.
Muy mal le sentó al pequeño Marco el desenlace. Le molesta el tono prudente con que hasta el momento Trump se refiere a Maduro, que ambos gobiernos hayan sacado provecho a la situación, que la primera reunión fuese un ganar ganar. Trump porque recuperó a unos detenidos y logró el compromiso de que Caracas enviará aviones para repatriar a sus connacionales; y el gobierno Bolivariano por ser reconocido por su adversario y lograr que se mantenga operativa a Chevron.
Un efecto colateral de esa reunión ha sido que el sector de la ultraderecha venezolana, el de Machado, ha sido silenciado.
Ante esa situación el pequeño Marco, en un acto totalmente destemplado y con visos de piratería, presionó al gobierno dominicano y se robó otro avión venezolano.
Podría pensarse que el acto fue para enturbiar la relación recién establecida entre Trump y Maduro, que pretende sabotearla.
Paralelamente, Trump nombra a Rubio encargado de la USAID, una USAID cuestionada por todos lados. Una USAID que financió a los opositores venezolanos que desviaron fondos, que estafaron al erario público estadounidense.
Pero, ¿ignoraría Rubio todos esos estropicios? Difícil de creer. Sobre todo porque todos los desmanes de esos personajes son públicos, han sido denunciados en reiteradas ocasiones. Rubio es el padrino de todos ellos.
¿Por qué lo nombra Trump entonces? ¿Es una trampa? ¿Es una forma de hacerlo visible en una institución en la que el pequeño Marco también ha tenido injerencia? ¿Si la investigación arroja que el también se benefició? ¿Trump pretende pasarle factura por los agravios del pasado?
De otro lado, hay quienes creen que esa expulsión masiva de venezolanos que plantea Trump en Florida sería una forma de socavar el respaldo político de Rubio, sobre todo de cara al 2028.
Recordemos lo aconsejado por Kautilya.
Mientras tanto, Mike Wirth director general de Chevron recalcó que sostiene conversaciones con la administración Trump sobre el tema de Venezuela.
«El petróleo venezolano tiene gran relevancia, y buscamos ayudar a los políticos a que entiendan», expresó Wirth.
Así se juegan las cosas hoy. Un gobierno de Trump en el que las contradicciones parecen ser su modus operandi. Un gobierno con el que debe actuarse prudentemente, pero que está claro, sabe respetar a quienes son dignos y coherentes. Allí está el caso de México, allí está el caso de Venezuela.
Mientras tanto los pragmáticos, seguramente, terminarán imponiéndose a los halcones. Quizá el pequeño Marco no dure tanto en el cargo.