Si la política exterior de Donald Trump fuera un reality show, se llamaría «¿Quién quiere ser mi enemigo hoy?». Con un guión impredecible, tramas absurdas y cameos de líderes mundiales humillados, el presidente estadounidense ha convertido la diplomacia en un espectáculo de telerrealidad donde el caos es la estrella. El último capítulo: su pulso con Volodímir Zelenski, el mismo hombre al que Trump armó hasta los dientes en 2019 —con un récord de $1,500 millones en ayuda militar— y al que ahora tilda de «suplicante» en redes sociales. ¿El motivo? Zelenski no logró detener una investigación sobre supuesta corrupción de los Biden en Ucrania. Irónico, considerando que Trump fue a impeached por retener esa misma ayuda para chantajear al ucraniano. La reunión entre Trump y Zelenski en la Casa Blanca se convirtió en un espectáculo mediático, con ambos líderes alzando sus voces en un intercambio tenso. Trump acusó a Zelenski de «jugar con una Tercera Guerra Mundial» y lo presionó para que aceptara un acuerdo de paz en términos dictados por Estados Unidos.
Pero esto no es solo sobre Ucrania. Es la punta del iceberg de una jugada de casino: abrir tantos frentes internacionales que hasta Sun Tzu se marearía. Desde amenazar a México con aranceles del 25% por «no frenar migrantes» (como si fueran envíos de Amazon), hasta reírse en la cara de la OTAN por no pagar su «cuota de club», Trump juega al ajedrez con las piezas de Jenga. Y aunque el tablero se tambalee, él siempre tiene un as bajo la manga: el arte de convertir el desastre en moneda de cambio.
1. Ucrania: De Armas a Memes (o Cómo Trump Convirtió a Zelenski en un Chiste Viral)
En 2019, Trump aprobó la venta de misiles Javelin a Ucrania, un hito tras años de prohibiciones. Para 2025, sin embargo, su retórica es otra: «Zelenski es el mayor vendedor de seguros de vida», soltó en un mitin, mientras sus aliados republicanos bloqueaban un paquete de ayuda de $60 mil millones. La hipocresía es tan descarada que el Kremlin se frota las manos pues ve mas cercana la posibilidad de acabar su operación de desnazificación en Ucrania. Según el Institute for the Study of War, la falta de apoyo occidental ya ha permitido a Rusia avanzar en Donetsk, pero a Trump le importa un bledo: Ucrania es solo una ficha en su partida, por imponer una nueva hegemonía global.
Dato Clave:
Bajo Trump, EE.UU. donó $1,500 millones en armas a Ucrania (2017-2020).
En 2023, los republicanos bloquearon el 60% de la ayuda prometida por Biden (BBC).
2. México: El Muro, los Aranceles y la Fantasía de un País «Títere»
«¡México pagará el muro!». La frase icónica de 2016 se convirtió en una comedia de errores: tras amenazar con aranceles del 25% a todos sus productos (incluida la cerveza que tanto ama), Trump cedió… pero solo después de que México aceptara desplegar 15,000 soldados en su frontera sur (como si eso detuviera a las caravanas). Hoy, el muro sigue sin construirse, pero la relación bilateral está en ruinas. Peor aún: según el Council on Foreign Relations, el T-MEC —tratado que Trump renegoció con bombos y platillos— ha costado a EE.UU. 175,000 empleos manufactureros por disputas comerciales.
«Trump trató a México como un empleado de McDonald’s: lo humilló en público, pero esperaba que siguiera cocinándole hamburguesas baratas», no conoce a la plaza de Morelos, Villa y Zapata.
3. Canadá y la UE: Aliados Convertidos en «Enemigos del Comercio»
Si algo une a Trudeau y a Macron es el desprecio por la diplomacia trumpiana. En 2018, Trump impuso aranceles del 25% al acero canadiense, tildando a Canadá de «amenaza nacional». ¿El resultado? Una guerra comercial que costó $14,000 millones a ambos lados (Forbes). Con la UE, la cosa fue peor: subió tasas a productos como el whisky escocés y el queso francés, mientras llamaba a la OTAN «obsoleta» por no gastar el 2% del PIB en defensa. La cereza del pastel: en 2020, retiró a 12,000 soldados de Alemania sin avisar, dejando a Merkel tan confundida como un turista sin mapa en Berlín.
Dato Clave:
Los aranceles de Trump a la UE afectaron $7,500 millones en exportaciones (European Commission).
4. China y los BRICS: La Guerra Comercial que alimentó al Dragón
Trump lanzó una guerra comercial con China en 2018, subiendo aranceles a $550 mil millones en productos. ¿Ganó? Según la Tax Foundation, EE.UU. perdió 166,000 empleos y los precios de productos como lavadoras subieron un 12%. Mientras, China aceleró su alianza con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), que hoy representan el 32% del PIB global (IMF). Para colmo, en 2023, los BRICS anunciaron su propia moneda digital para desafiar al dólar. Trump quería aislar a Pekín, pero solo logró que el mundo busque alternativas.
«Trump le declaró la guerra al dragón chino… y terminó regalándole un castillo».
5. Venezuela: Chevron, Sanciones y el Juego del desfloramiento: me quiere, no me quiere.
En noviembre de 2022, la administración Biden permitió a Chevron reanudar operaciones en Venezuela tras años de sanciones y la resistencia incansable del pueblo venezolano y el Presidente Maduro. Trump, furioso, prometió «revocar todas las licencias» si regresaba al poder. ¿una razón? Maduro es su enemigo favorito para movilizar al electorado floridano. En 2019, Trump sancionó a PDVSA, hundiendo la producción petrolera venezolana a 400,000 barriles diarios (desde 2 millones en 2015). Ahora, usar a Chevron como moneda de cambio le da poder para negociar con la oposición y con el presidente Maduro. En un movimiento que sorprendió a algunos, luego de la visita de un enviado presidencial que reconocía tacitamente al presidente Maduro en el poder; Trump revocó la licencia que permitía a Chevron operar en Venezuela, cortando una fuente vital de ingresos para el pueblo venezolano. Esta acción no solo busca presionar al gobierno bolivariano, sino que también tiene implicaciones en la cotidianidad de la gente y para el mercado energético global que casi inmediatamente subió los precios del petróleo. Lo que no sabe el diablo: Venezuela no se parece ni un poquito a la del 2019.
Dato Clave:
Las sanciones de Trump a PDVSA costaron a Venezuela $17,000 millones en 2 años.
6. Panamá, Corea del Norte y Otros «Amigos» casuales
No hay frontera segura en el mapa de Trump. En 2018, llamó «basura» al tratado de libre comercio con Corea del Sur (KORUS), forzando una renegociación que solo cambió… el nombre. Con Panamá, amenazó con invadir si no detenía la migración (sí, el mismo país cuyo canal controla el 5% del comercio mundial) o sino sacaba a los Chinos del canal. Hasta con Dinamarca se peleó por querer comprar Groenlandia («¡No está en venta!», le espetó la primera ministra).
7. Cuba: El castigo eterno del Diablo a la isla rebelde
Si Obama jugó a ser el «amigo cool» de Cuba con su histórico deshielo en 2016, que infiltró el mundo digital en la isla. Trump llegó como el vecino que exige que le devuelvan el azúcar… con intereses. En 2017, el magnate revertió las medidas de apertura, prohibiendo transacciones con empresas militares cubanas (léase: el 60% de la economía de la isla) y restringiendo remesas, el salvavidas de miles de familias. Para 2019, las remesas habían caído un 30%, y el turismo —que bajo Obama alcanzó récords con 600,000 visitantes anuales— se desplomó a niveles de los 90. Mientras Miami festejaba, los cubanos de a pie pagaban el pato: colas, apagones y migración. Pero el “golpe maestro” llegó en enero de 2021, días antes de dejar el poder: Trump designó a Cuba como «estado patrocinador del terrorismo», una etiqueta absurda que hasta sus aliados republicanos cuestionaron (¿terrorismo? ¿Por exportar médicos a pandemias?). El resultado: bancos extranjeros huyeron, y hasta las donaciones de jeringas para el COVID se bloquearon. En su segundo mandato, lejos de suavizar su postura, ha redoblado la presión: eliminó los últimos resquicios de cooperación económica, incluyó nuevamente a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo—cerrando aún más su acceso al sistema financiero global—y amenazó con sanciones secundarias a cualquier nación que haga negocios con La Habana. ¿El resultado? Más apagones, más colas y más migración. Pero para Trump, las dificultades de un pueblo entero es solo otra ficha en su tablero de presión geopolítica.
Dato Clave:
Las remesas a Cuba cayeron de 3,700millones(2016), a 500 millones (2020) bajo Trump (Brookings Institution).
La designación como «estado terrorista» bloqueó $200 millones en ayuda humanitaria en 2021 (Council on Foreign Relations).
Jugador de póker
Trump no es un gran estratega: es un jugador de póker que apuesta todo al farol. Su fórmula es simple:
- Crear crisis (amenazas, aranceles, publicaciones en redes incendiarias).
- Esperar a que el adversario sude (países ceden, empresas protestan).
- Negociar desde el «caos controlado» (sacando concesiones como migajas de un pastel en llamas).
El problema es que, tras cuatro años de incendios, en su mandato anterior y estos primeros rounds de su nuevo mandato, el mundo aprendió a jugar poker con el diablo. China tiene los BRICS, Europa en medio de su crisis de lacayismo crónica, busca a duras penas su autonomía militar, y hasta Ucrania, pese al velorio que significó la visita de Zeleski al despacho Oval, busca armas en Asia y Africa.
Mientras, Trump sigue creyendo que el «America First» es un boleto directo a la gloria. En este juego, como en El Padrino, «es solo negocios»: y si el precio para el diablo es dejar a medio planeta en llamas, bienvenido sea.
¿Y Zelenski? Mientras Trump lo memeifica, Ucrania y Rusia siguen enterrando a sus muertos.
Al final, como dijo un analista de Foreign Affairs: «La geopolítica de Trump no es el arte del deal, es el arte de la distracción… aunque el mundo se desangre en el proceso», es el precio de bailar con el diablo.