La cumbre de Davos mostró el nerviosismo de los centros de poder de Europa ante el tecnocapitalismo nacionalista del nuevo inquilino de la Casa Blanca
“Make America Great Again”, hagamos que América vuelva a ser grande. Con este lema, Donald Trump ganó las elecciones estadounidenses por una abrumadora mayoría. El desfile de súper ricos que lo rodeaban y el discurso que pronunció posteriormente vía web en la cumbre de Davos, Suiza, habían anunciado cuál “América” Trump pretendía “hacer grande”.
Las primeras decisiones a través de decretos, recortes económicos, demagogia anticomunista y caos están mostrando lo que las clases populares deben esperar de esta fase de transición hacia un tecnocapitalismo nacionalista en busca de una nueva hegemonía estadounidense.
Un modelo de «desarrollo» basado en el aumento de la riqueza y la agravación de las desigualdades, en el poder económico, hoy fuera de control, de las grandes empresas, que sirven -directa o indirectamente- a los intereses del complejo militar-industrial y de la sociedad de control.
Una máquina que busca salidas a la crisis sistémica del capitalismo, comprimiendo al máximo salarios y derechos, y subordina las políticas públicas a los intereses desvergonzados de una minoría en detrimento de los intereses colectivos, y socava desde dentro las reglas mismas de la democracia burguesa; poniendo en evidencia su carácter de clase.
Una guerra de bandas para imponer, sin mediación, la ley del más fuerte y una nueva hegemonía comercial: incluso sobre los vasallos de la Unión Europea. Para ellos, el proteccionismo norteamericano prepara nuevos aranceles, la eliminación de impuestos y de todas multas para sus Big Tech, y el aumento del gasto militar de la OTAN hasta un 5%.
La cumbre de Davos mostró el nerviosismo de los centros de poder de Europa ante el tecnocapitalismo nacionalista de Donald Trump. El discurso por videoconferencia del nuevo presidente estadounidense ha puesto en evidencia los ejes principales de su estrategia, que no pretende hacer descuentos a los vasallos de la UE, fragmentando aún más sus intereses.
Los datos económicos indican que, a nivel mundial, el aumento de la riqueza extrema en los últimos tres años ha sido poderoso, mientras que la pobreza global se ha mantenido en niveles prepandémicos. Hoy, los multimillonarios son, en términos reales, 3,3 billones de dólares más ricos que en 2020. Y su riqueza ha crecido tres veces más rápido que la tasa de inflación.
El primero en sufrir el creciente proteccionismo estadounidense es Alemania, antaño fuerza motriz de Europa y hoy en franco declive, al igual que su industria motriz, la automovilística. Para una economía exportadora, ya en grave crisis por el cierre de fábricas de Volkswagen, la imposición de aranceles de Trump sería un duro golpe.
Ya en el marco de la redefinición de roles impuesta por EEUU para el conflicto en Ucrania, Alemania envió más de 28.000 millones de dólares en ayuda militar a Kiev, sólo superada por Estados Unidos en este aspecto.
La destrucción del gasoducto Nord Stream 2, que cortó el suministro desde Rusia, ha dejado claro qué papel espera Washington de Alemania: compartir, como «socio mayoritario», los costes de guerra y seguridad, y los de la gestión del frente del Este en Europa.
Un frente cada vez más caliente, en el que aumenta el protagonismo de Polonia y en el que Alemania quiere escuchar las advertencias de sus servicios secretos, según las cuales, a finales de esta década, Rusia atacará el frente de la OTAN para volver a las fronteras de 1990.
Francia y Alemania han reaccionado conjuntamente tras las declaraciones de Trump sobre su intención de apoderarse de Groenlandia, región autónoma administrada por Dinamarca y, por tanto, territorio de la UE. Y han llamado a Europa a despertar y actuar unida, en acercarse de “una era basada en la ley del más fuerte”.
Incluso el presidente francés, Emmanuel Macron, cuya popularidad está en su punto más bajo, está tratando de hacer malabarismos entre el éspiritu nacionalista y su deseo de liderar el frente proeuropeo, para evitar que se descontrole, mientras todos esperan la voz del amo.
Pero para ambos objetivos, Macron debe enfrentarse a la principal candidata de extrema derecha, Marie Le Pen, aliada ideológica de Trump, pero también su competidora en cuanto al papel que ella pretende desempeñar en Europa.
Sin duda, Le Pen es la más escuchada por Steve Bannon, considerado el gran arquitecto del movimiento de Trump, Maga (Make America Great Again), quien tiene en Le Pen una referente. Según Bannon, ella será la próxima presidenta de Francia y, mientras tanto, es bueno que Europa, si considera a Rusia como una amenaza, “pague más a la OTAN por su defensa”.
En 2020, durante la primera presidencia de Trump, fue Bannon quien lanzó en su nombre la primera Internacional fascista en Europa, que reunió, con una función declaradamente antisocialista, a todas las fuerzas de extrema derecha, desde Europa hasta América Latina. Y, hace unos días, el Parlamento Europeo aprobó una nueva resolución para prohibir el uso de símbolos del comunismo soviético, equiparándolos a los del nazismo, y acusando a Rusia de utilizar la historia como pretexto para «su guerra de agresión contra Ucrania».
Una paradoja que es aún más evidente si tenemos en cuenta que entre los partidos que votaron a favor de la resolución se encuentran los mismos componentes de extrema derecha que exaltan las banderas nazi-fascistas con total impunidad.
En los juegos de manos para hacerse notar ante el amo occidental y, al mismo tiempo, acreditarse como la «aguja de la balanza» para las maniobras de la UE, destaca la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, una de las firmantes (junto con la golpista venezolana, María Corina Machado) de la Carta de Madrid, querida por Bannon.
Pero en aquella ocasión, sin haber sido aún elegida, gritó su oposición a la Unión Europea, mientras que ahora se prueba un nuevo disfraz, siguiendo el legado del partido que representa, de memoria fascista.
Pero, mientras las promesas tecnocapitalistas de Trump prometen repercusiones positivas también para la aristocracia trabajadora blanca de su país, en Europa son las clases populares las que pagan el costo de la hegemonía norteamericana, sea demócrata o republicana.
Los datos económicos indican que, a nivel mundial, el aumento de la riqueza extrema en los últimos tres años ha sido poderoso, mientras que la pobreza global se ha mantenido en niveles prepandémicos. Hoy, los multimillonarios son, en términos reales, 3,3 billones de dólares más ricos que en 2020. Y su riqueza ha crecido tres veces más rápido que la tasa de inflación. El crecimiento de la riqueza de los multimillonarios refleja el extraordinario desempeño de las empresas que controlan, que escapan a cualquier control o tributación.
Para casi 800 millones de trabajadores en 52 países, los salarios no han seguido el ritmo de la inflación. La masa salarial asociada registró una disminución real de 1,5 billones de dólares en 2021-2022, una pérdida equivalente a casi un mes de salario (25 días) por cada trabajador. Los datos de World Benchmarking Alliance revelan que solo el 0,4% de las 1.600 empresas más grandes del mundo encuestadas informaron que pagan a sus trabajadores un salario digno.
Las mujeres son las más penalizadas. A una trabajadora sanitaria le tomaría 1.200 años ganar el salario anual promedio de un CEO de una de las 100 compañías más grandes listadas por la revista Fortune.
Por el contrario, a pesar del contexto de bloqueo comercial y persecución financiera, que la élite de Miami bien representada en la aministración de Trump ha prometido continuar, los datos de Venezuela han sido muy positivos. El crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) ha sido superior al 9%.
A pesar del mantenimiento de las Medidas Coercitivas Unilaterales y del ataque especulativo al bolívar, la inflación continúa su proceso de desaceleración. El gobierno bolivariano, encabezado por Nicolás Maduro, predijo una mejora significativa en las principales variables macroeconómicas durante 2025, con un impacto positivo en el bienestar de las y los ciudadanos, y en el fortalecimiento de la actividad productiva y la estabilidad fiscal del país.