Hay fecha, hay cronograma, ¿y ahora qué?
Hora de la verdad
El Consejo Nacional Electoral (CNE) recibió el conjunto de propuestas recopiladas por la Asamblea Nacional (AN) en las jornadas de diálogo sobre las elecciones presidenciales y se pronunció acerca de la fecha en la que han de realizarse: el 28 de julio.
Con este dato, y los demás del cronograma electoral aprobado por el órgano del Poder Electoral, están claras las reglas de juego para la escogencia del jefe del Estado.
El anuncio deja sin efecto la campaña que pretendió montarse desde principios de año, según la cual el gobierno bolivariano pretendía aplazar indefinidamente las elecciones, una hipótesis traída por los cabellos, pero que se había lanzado como todas las matrices de opinión dirigidas por el poder imperial y sus lacayos, mediante la incesante repetición en los medios de comunicación a su servicio y en las redes sociales.
Ahora, todos los factores políticos nacionales saben lo que tienen que hacer: presentar ante el CNE las candidaturas que llenen los requisitos de ley y emprender la tarea de conquistar el voto popular.
Está clara cuál será la hora de la verdad y por eso cada quien tendrá que actuar en consecuencia. El chavismo se apresta a hacerlo según su línea de conducta desde 1998: participando en la lucha electoral. Diversos grupos opositores también están en esa onda, al menos declarativamente. Otros parecen más inclinados a abandonar la ruta pacífica del sufragio y volver, tercamente, a intentar salidas fuera del cauce constitucional.
En esta oportunidad, la diferencia puede estar en la actitud de las bases opositoras. Según los sondeos serios de opinión, éstas han renunciado a los métodos violentos y lo que esperan es el día de la consulta para consignar su voto. Sólo queda confiar en que así sea, por el bien del país y de la democracia.
Amplia participación
En las jornadas de diálogo que dieron lugar al conjunto de propuestas de fechas para las elecciones se apreció un excelente nivel de participación de la mayor parte de los factores opositores y de sectores de los ámbitos económico, sindical, religioso y cultural.
Quienes se excluyeron por decisión propia de esos encuentros quedaron en evidencia como grupos y líderes adversos a la democracia plena. Se perfilaron como entes o individualidades que quieren tener la exclusividad de la representación de las fuerzas opuestas al proceso bolivariano, algo que está lejos de ser cierto.
Es significativo que entre los que asistieron, a regañadientes y sin aportar nada, estuvieran los representantes de la Plataforma Unitaria (PU), que ni siquiera quisieron participar en la misma reunión en la estaban los otros grupos opositores, pues sólo tienen para ellos epítetos descalificadores; como colaboracionistas y alacranes.
También se puso al margen la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), que estuvo ausente, pese a que había comenzado el año presionando para que se fijara la fecha de las elecciones.
Se espera que la amplia participación observada en las conversaciones de la AN se replique en la postulación de candidatos, la campaña electoral y la jornada comicial propiamente dicha. De entrada, se ha visto que el número de candidatos presidenciales podría superar la docena, lo que, de por sí, constituye un desmentido a través de los hechos para las campañas contra la ruta electoral.
Aislados los guerreros del teclado
En ese caldo hirviente que son las redes sociales, especialmente X (antigua Twitter), se observa una vez más la frenética actividad de los guerreros del teclado.
Algunos de ellos (y ellas) se encuentran en el exterior, y desde allí, sin riesgo alguno para su propia vida, integridad física y emocional y para su cotidianidad, instan a que los opositores retomen el tantas veces fallido camino de la violencia. Otros están en el país, pero operan a cara enmascarada, con pseudónimos digitales que utilizan para arrojar dosis diarias de veneno y odio.
Pese a su condición minoritaria y a la limitada influencia que puedan tener en las bases opositoras, son elementos de cuidado, pues actúan como agentes de los peores factores del poder imperial y del ala extremista de la oposición.
En tiempos como estos, cuando el país se dirige hacia las definiciones, y la mayoría quiere hacerlo en paz; es imprescindible seguir aislando a esa gente.
La quejadera nunca cesa
La fijación de la fecha de las elecciones mediante el procedimiento de la consulta amplia por la AN y la posterior decisión del CNE deja una estela de comportamientos que ratifican, una vez más, la tesis de que algunos segmentos del espectro político nunca están conformes con nada.
Son del tipo de gente que pregunta “qué están proponiendo ustedes” y, sea cual sea la respuesta, se oponen.
Varios de los factores antichavistas y contrarrevolucionarios clamaban por la fecha de las elecciones, pero cuando se iniciaron los encuentros para determinarla, se quejaron amargamente. Algunos querían elecciones lo antes posible, pero cuando se fijó el 28 de julio, les pareció que es demasiado pronto. Se sospecha que, si el CNE hubiese decretado que los comicios se realizaran en diciembre, habrían protestado porque sería demasiado tarde.
Las quejas también se apoyan en muchos otros aspectos: los días para inscribir las candidaturas, el tiempo de apertura del Registro Electoral, el período de campaña, la asistencia de observadores internacionales.
Cualquier asunto es motivo para quejarse, aunque harían mejor si aprovecharan el tiempo para convencer al electorado de que les dé su apoyo. ¿No es cierto?