En el escenario geoestratégico de 2022, con confrontaciones en puntos de contacto entre potencias, como la guerra de Ucrania (Estados Unidos y sus socios europeos contra Rusia) y las provocaciones y maniobras con fuego real en Taiwán (Estados Unidos contra China), hasta la realización de unos juegos deportivos militares tiene significados y da de qué hablar. No son unos simples juegos.
Esto está ocurriendo con el capítulo venezolano de los Army Games, que se está desarrollando en el Fuerte Terepaima del estado Lara, una competencia en la que participan delegaciones de Arabia Saudí, Argelia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Bolivia, China India, Irán, Kazajistán, Rusia, Uzbekistán, Vietnam y Venezuela.
Los Army Games, a pesar de su nombre en lengua inglesa, son organizados desde 2015 por el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa. La sola participación en esos juegos está mal vista por Estados Unidos y sus satélites de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) porque se entiende como un acto de alineamiento con la potencia militar adversaria.
Pero ese sentido se redobla cuando Venezuela no solo está participando en las otras sedes, sino que está actuando como anfitriona de especialidades del deporte castrense, como es el caso de la denominada Frontera francotirador, que contempla diversos tipos de tiro a larga distancia, tiros especiales y técnicas de observación para el cumplimiento de misiones en diversos ambientes operacionales.
Para resaltar los significados asociados a estos juegos, la inauguración en el fuerte barquisimetano fue encabezada por el ministro del Poder Popular para la Defensa, general en jefe Vladímir Padrino López, quien señaló que “estos juegos más que demostrar la destreza militar, su propósito y espíritu es unir las culturas y los pueblos”.
Padrino López, vicepresidente sectorial de Soberanía, Seguridad y Paz, hizo un llamado a todas las naciones del mundo a continuar tan valioso legado de unir a los pueblos mediante las competencias amistosas para demostrar que el trabajo en equipo y la motivación, garantizan el éxito en cualquier objetivo o reto que se presente.
Más allá del discurso protocolar, Padrino López es un oficial que ha dedicado reflexión, investigación y producción escrita al tema del gran tinglado geoestratégico mundial. Su libro de 2020, La escalada de Tucídides, Hacia la tripolaridad, plantea que el mundo actual hay una potencia amenazada, Estados Unidos, y una potencia emergente, China, con un tercero en discordia, cuyo papel es el de ser fiel de la balanza: Rusia.
El ministro sostiene que esa confrontación (la que compara con la planteada por Tucídides en las guerras del Peloponeso hace más de 2 mil años) podría conducir a la Tercera Guerra Mundial y advierte que solo la pandemia de covid 19, había mitigado su intensidad en el año de publicación de la obra. Pronosticó entonces –y los hechos le están dando la razón- que una vez superado lo peor de la coyuntura de la emergencia sanitaria, sobrevendrían confrontaciones entre esas tres potencias.
En los Army Games están presentes las dos potencias emergentes: Rusia (como organizador) y China (observador) y están ausentes la potencia en declive y sus aliados. Es un mensaje claro que adquiere un pronunciado relieve cuando un país latinoamericano y de crucial posición geoestratégica (al norte de América del Sur, con fachadas caribeña, andina y amazónica) es escenario de los juegos.
Para completar el cuadro, el encuentro deportivo-militar en la subsede venezolana se produce días después de la toma de posesión de Gustavo Petro en Colombia, el país suramericano asociado a la OTAN y plagado de bases militares estadounidenses, una sincronicidad (como la llamaría Carl Gustav Jung) muy reveladora. Queda claro que los Army Games son algo más que un juego.