Por: Federico Ruiz Tirado
Aprovechan las grietas como ratas. Sí, se valen de los errores de construcción, de las fallas no contempladas en el plano, de las baldosas mal pegadas. Los malinches, los cómplices, los infiltrados, siempre quieren volver como las oscuras golondrinas de Bécquer.
A veces por la falta de ignorancia que nos impide conocer y recordar la historia, los intereses ocultos, e incluso los actos de buena fe, ellos los toman como combustibles para volver, pero no pueden. Se estrellan ciegos contra el muro.
Cuando creen que estamos débiles se abalanzan con violencia para tomar el poder, como en el 2002: curas, sindicalistas, empresarios, militares ajados. Lo hacen por esa vía porque en el fondo saben que no volverán. Algo que no logran explicarse y mucho menos entender se los impide, y en los años venideros tampoco volverán porque no nos da la gana de que vuelvan: es nuestra voluntad y punto, que se vayan a joder a otra parte, si es que existiera parte alguna para esas alimañas.
Chávez está aquí
Desde que tuvieron la certeza de que Chávez no era un discurso de cartón, panfletario de izquierda domada por el Puntofijismo, sino una llamarada viviente, pensante, fuego y semilla, pasión inteligente y pensante, constructor de realidades soñadas, sembrador de utopías, saben que no volverán nunca jamás.
No volverán y, con el poema de Nicolás Guillén que cantó Pablo milanés, le decimos que no nos dan pena los burgueses vencidos, y cuando nos da pena apretamos bien los dientes y cerramos los ojos: entonces la sombra, el paisaje desolado, la muerte, el jardín marchito, las solitarias del hambre los zapatos rotos, todo eso lo vemos y es penumbra.
Ni a buscar el vuelto
Pero el punto es que no volverán porque no queremos que vuelvan. Y Nicolás Guillén activa nuestra memoria. La verdad es que no volverán porque ellos son estropicios, ricachones sedientos de venganza. No vuelven los muertos, los cadáveres como ellos.
Chávez nunca se ha ido. Chávez es como la luna de agosto. Está aquí y en el cielo de las estrellas infinitas y en la tierra fértil. Pero ellos no volverán ni a buscar el vuelto.
Cuando se dieron cuenta de Chávez quisieron atajarlo, pero el negro bachaco con sangre india, que sabía que ya sabían, venía de vuelta: ya había preñado de ideas a un gentío, era un político mago, enamoraba a fulano y a mengano, al gocho y al maracucho, al negro de los cumbes y al catire de la encumbrada capital, a las vendedoras de empanadas de El Palito y a las de camarones de Puerto Píritu, a los guaiqueríes de Nueva Esparta y a los yanomamis de Koshilowa Tëri. Por Chávez, no volverán.
Sí, Chávez era un fuego encantador y arropador que encendió llamas dormidas en nuestra memoria genética. Nos habló de Guaicaipuro y su grito de guerra, y del negro José Leonardo que se levantó contra el látigo del hijo del conquistador: nos recordó las hazañas del subestimado General Miranda, padre de la Gran Colombia, de las heroínas ignoradas como la negra Matea, Joaquina Sánchez, Luisa Cáceres de Arismendi, Juana la Avanzadora, Manuelita Sáenz; y héroes enaltecidos en panteones, plazas, museos, calles y avenidas: Sucre, Rafael Urdaneta, José Félix Ribas, Manuel Carlos Piar, y el Gran Bolívar, y así hasta nuestros días Zamora, Maisanta.
Por eso, no volverán.
Nos conquistó con su valentía, nos cautivó con su elocuencia e inteligencia, con su humildad y simpatía fue el padre de la nueva mayoría, de un nuevo proyecto político; nada más y nada menos que la construcción de una nueva patria. Por eso, no volverán.
Después de casi 200 años de haberle pateado el trasero al Rey de España y al ejército más poderoso de la Europa del siglo XIX, otra vez se nos planteaba otra hazaña histórica. Construir un Estado Nación social de Derecho y de Justicia. Y ese horizonte no era soplar y hacer botellas. Tenía un gran enemigo: el Imperio Norteamericano y la nueva Gran Alianza, las burguesías y las estructuras económicas que habían construido en los últimos 500 años, la arquitectura mediática, política, legal, social y religiosa; las quintas columnas, los malinches y la cultura de la corrupción; que como hilo diabólico une todo esto creando una telaraña que atrapa y asesina pueblos como arañas a las moscas.
Y toda esa podredumbre, tiene 30 años conspirando contra este sueño y ha utilizado todas las tácticas y estrategias que las agencias de inteligencia más sanguinarias del planeta han creado para mantener el estatus quo. Chantaje, quintas columnas, traiciones, golpes militares, económicos, y petroleros; asesinatos de civiles con miras telescópicas en marchas pacíficas, colocación de guayas para degollar motorizados, o quema de personas vivas en vivo y directo en TV; guarimbas, terrorismo mediático, mercenarios económicos, robo de reservas, revoluciones de colores, saboteo, cooptacion de cuadros orgánicos y estratégicos, de todo.
Todo lo que se haya hecho contra otras Revoluciones, y todo lo que no se había hecho también. Y por nuestra parte, los errores de todos los niveles, órdenes y magnitudes cometidos por nosotros mismos y que no debemos seguir corriendo la arruga. Todo esto y más, lo hemos superado, lo superaremos. Es fácil decirlo.
Pero, lo hemos logrado gracias al sembrador de utopías. A Hugo Chávez, el Comandante Eterno.
Sí, aquél que en cada sonrisa, en cada travesura, cada discurso, cada copla declamada, cada marcha, cada lágrima, cada puño zurdo en alto sembró una alma colectiva ardiente en la mayoría popular que ya no ve forma ni manera de cambiarla porque ahora se ve y siente protagonista en la construcción de esa utopía, de la Patria bonita y buena que anhelamos desde hace mucho tiempo. Maduro lleva las riendas de la caravana, y Diosdado la cartelera, y Jorge Rodríguez legisla la voz del pueblo. Voz quema dura. Bosque Madura.
Por eso no volverán.
Todo esto lo sentí escuchando a Rita Cazorla, hija de padre campesino e Indígena de Sucre con mujer indígena Baré de Amazonas, negra e india, parlamentaria Comunal de su Comuna, que me dice: Aquí todo se hace con el Poder Popular Organizado, hasta los ministros tienen que tomarnos en cuenta ahora, ya no es como antes.
Esa conciencia de ser parte protagonista y poder constituyente quedó sembrada y ha dado frutos, y si circunstancialmente corremos peligro, tampoco volverán, porque la labor primordial ya se hizo. La hizo Hugo.
Por eso No Volverán.