En alguna oportunidad, el muy cuestionado premio Nobel de la Paz, Barack Obama, manifestó alegremente que de vez en cuando era necesario «torcer el brazo» a quienes no seguían los valores o intereses estadounidenses como reglas de conducta, a lo interno de sus naciones.
Resultó notable que semejante perla viniera del propio ex Jefe de Estado quien, —además de firmar un infame decreto que nos declara amenaza a la seguridad nacional de EEUU— tuvo que reconocer en la Cumbre de las Américas de Panamá, en 2015, que Venezuela no era la amenaza que había rubricado meses antes.
Dicha introducción viene al dedo de lo ocurrido este fin de semana ya que, guste o no, el tiempo del frío en el hemisferio norte, las necesidades crecientes por la escasa energía, y casi nueve años de derrotas consecutivas causadas por el pueblo venezolano y la institucionalidad democrática a cada plan ejecutado para salir violentamente del chavismo; terminó por torcerle el brazo al torcedor del norte para al menos en esta etapa concreta reconocer, sin decirlo cómo sucede muchas veces en política, una derrota estratégica.
Y es que, básicamente, en los planes de Washington, (desarrollo estratégico bipartidista de años de aplicación) el chavismo en este punto de la historia ya tenía que haber sido aniquilado como comunidad política; tal como hicieron en la Chile pos Allende o en Argentina al fallecimiento de Juan Domingo Perón; empeñando en esa decisión todo tipo de maniobras de guerra multiforme; dañando severamente el cuerpo político, social y económico de la patria venezolana.
Con este escenario, cualquier otra variable no estaba en los planes de la Casa Blanca, el Departamento de Estado o el Departamento del Tesoro, lo cual dejó en punto muerto estas maniobras; derrotadas por un país cuyo pueblo básicamente ha optado por pasar de la resistencia al avance en la construcción de un futuro que nos permita recuperar en todo al país, después de años de una guerra terrible cuyas consecuencias van saliendo a la luz.
Lo anterior aparece solo al ver cómo con la firma del Acuerdo para la Protección Social del Pueblo Venezolano entre el Gobierno Bolivariano y una de las oposiciones, las más extremista y adherida a las instrucciones de EEUU, se revela que existen más de 20 mil millones de dólares secuestrados por conducto del genocida bloqueo impuesto al país, de los cuales se recuperarían eventualmente 3 mil millones para la atención de cuestiones puntuales en materia de salud, educación, servicios y atención ante las afectaciones por las lluvias recientes.
Esto desnuda la mentira de quienes han afirmado la farsa en torno a un daño inexistente a la comunidad nacional en general por las medidas coercitivas unilaterales; quedando confirmado en la firma hecha por la oposición que se cansó de suplicarlas y celebrarlas al momento de ser implementadas, ya que con ello lograrían eventualmente los objetivos previstos por Washington en 2013, con el fallecimiento del Comandante Hugo Chávez: destruir al chavismo.
De segundo, la firma en México deja muerto en los hechos al llamado mantra opositor, así como el gobierno paralelo y el estatuto espurio que se dieron en 2019 a través de la Asamblea Nacional. Esta sería una victoria no menor ya que de todas las agresiones ejecutadas contra la República Bolivariana de Venezuela la pretensión de imponer instituciones paralelas al margen de la Constitución Nacional ha sido de las peores maniobras, conteniendo en su seno toda la fase de ataque a la economía nacional, robo de activos y secuestro de recursos para beneficio de un grupo de políticos anti democráticos y anti nacionales.
En tercer término, y tal vez sea lo más importante acá, es la victoria táctica del proceso de pacificación nacional impulsada por el Presidente de la República, Nicolás Maduro, en 2018; que en prioridad no busca otra cosa que hacer regresar por el sendero de la democracia a la oposición que se resolvió por abandonar la lucha política agonal para acabar con el chavismo; incluso a costa de destruir al país en su camino.
La firma del acuerdo de diálogo nacional en 2019, en Casa Amarilla, junto a lo sucedido el pasado sábado; parece ser definitivo para que la oposición abandone las fantasías del atajo constitucional y los cuentos de la alternabilidad pactada, y se ponga en conducta democrática construyendo victorias electorales; que son la única forma de ganar el gobierno en los distintos niveles político-territoriales en Venezuela.
Sería necio negar en este contexto la variable petróleo, como clave para lograr avances. Las necesidades energéticas de Europa Occidental y EEUU no tienen muchos suplidores, siendo que procuran bloquear del todo a la Federación de Rusia, razón que impone empezar a mover la exclusión sistemática de nuestro país del mercado petrolero mundial.
En tal sentido, se inscribe la licencia N° 41 del Departamento del Tesoro de EEUU, que no por casualidad sale a la luz en el mismo momento de la firma en Ciudad de México del Acuerdo Social. Dicha licencia más allá de cualquier consideración técnica es el primer paso de reversión de la demente decisión de romper el intercambio comercial de oro negro que por más de cien años marcó la relación entre Venezuela y EEUU, abrupta y unilateralmente rota por Washington en 2019.
Todo esto por supuesto con tres aspectos que, finalmente, nos deben quedar muy claros.
1. Todo lo suscrito y publicado está sujeto a cumplimiento; cuestión que solo el tiempo afirmará o negará.
2. En nada mueve elementos estratégicos. El chavismo no ha dejado de lado ninguna bandera; más bien ha logrado afirmar en los hechos la narrativa de denuncia sobre las agresiones provenientes desde el extranjero; mientras que la élite estadounidense hace una movida táctica, pero no quita para nada su empeño de sacar al chavismo del poder. No confundamos la gimnasia con la magnesia.
3. Lo sucedido el sábado es una victoria para el país en general, ya que mueve una situación de bloqueo absoluto hacia otro estadio que libera recursos para el país y suma posibles nuevas inversiones, fuentes de empleo, y también ingresos para atender otros temas de la coyuntura; así como estructurales que preocupan a los venezolanos y venezolanas en su cotidianidad.
Toca asumir con esperanza cautelosa estos pasos que acabamos de presenciar.