Lula ganó la primera vuelta
Días agitados en Brasil. El gigante amazónico votó, eligió, como era previsible, Lula da Silva ganó la primera vuelta, con el 48,17 %, era lo esperado, lo que anunciaron las encuestadoras casi unánimemente.
Lo que no esperaban las empresas dedicadas a medir la opinión, era que el porcentaje de personas que votaron por Jair Bolsonaro llegara a 43,42%.
Aquí ya tenemos un tema para reflexionar. ¿Hasta dónde son confiables las encuestadoras? Porque las encuestadoras daban a Lula una ventaja que oscilaba entre el 10 y 15%, inclusive algunos se animaron a pronosticar un triunfo de Lula en primera vuelta.
Ahora, y esto es una forma de leer los resultados, el dirigente del PT estuvo a menos de dos puntos para poder ganar en la primera ronda.
Pero, lo dicho, ¿de dónde salieron esos votos no esperados en favor del actual presidente? ¿En qué fallaron quienes miden la opinión pública?
Uno podría pensar que, ante la beligerancia política, ante la polarización, incluso con graves episodios de violencia política, muchos brasileros prefirieron ocultar su voto, no expresar su opinión.
No solo eso, la polarización hizo que muchos indecisos tomaran partido. Que la fuerte campaña de descrédito, de temor ante «la destrucción de los valores tradicionales de la civilización cristiana, occidental», de los últimos días de campaña, estimulara la participación del extremismo derechista.
Incidir en que la patria estaba en peligro, en que la marginalidad, entendida como delincuencia, lumpen, se apoderará de Brasil si gana Lula, parece que funcionó.
De esa base conservadora, con los grupos evangélicos como punta de lanza, con sus potentes medios al servicio de la campaña de Bolsonaro, parecen haber funcionado, por lo menos para llevarlo a la segunda vuelta.
No hay porque extrañarse, el último día del debate, el jueves 29 de septiembre, Jair Bolsonaro, que sabía lo que venía, no hizo ninguna propuesta, no anunció plan de gobierno, no.
Lo suyo fue proseguir los fake news contra Lula. Mentir descaradamente con acusaciones falsas, táctica que podría proseguir, o quizá incrementar, para lo que resta de campaña.
Bolsonaro sabe que su mala gestión, con déficits importantes en el manejo del Covid 19, en los malos resultados en materia económica y social, en sus exabruptos contra la comunidad LGTB, sus comentarios misóginos, su descuido en temas medioambientales, solo puede revertirlos, o pasarlos a un segundo plano, confrontando con crudeza a Lula.
Aturdir al electorado, al menos a un sector importante de los 156 millones de electores, impedirles pensar, razonar, para así poder superar a su oponente en esta recta final, esa es su receta.
En esa lógica, la carta de la violencia, la promesa de la violencia, también juega un rol. La polarización, las declaraciones estridentes le producen resultados positivos, por eso la misma mañana de la primera vuelta afirmó que «unas elecciones limpias deben ser respetadas”, siguiendo en su línea de insinuaciones contra el ente electoral amazónico.
¿Eso le alcanzará para sumar los votos que necesita en esta segunda vuelta? En este momento del proceso electoral no debería ser suficiente los fake news ni ataques personales contra Lula, ahora debe ser el momento de las propuestas, de comparar planes de gobierno, de lograr alianzas, en esa lógica, en esa necesidad, el estilo de Bolsonaro presenta limitaciones.
No se le percibe a Bolsonaro como un negociador, su electorado tampoco lo considera así. Sin confrontación muere su estilo, el estilo que lo llevó, con una importante suma de votos, a proseguir en la carrera por la presidencia.
Según el vicepresidente y analista de la consultora política, Arko advice, con sede en Brasilia, Cristiano Noronha, ver como votarían quienes respaldaron a los candidatos que llegaron en tercer y cuarto puesto, es clave.
Recordemos que Simone Tebet tuvo 4,2% de votos y Ciro Gomes 3%, de electores.
“Ciro no anunciará apoyo a ningún candidato. Simone Tebet está más inclinada a apoyar al expresidente Lula. Los electores de Ciro, que son en su mayoría de izquierda, potencialmente pueden ir más para Lula”, dijo Noronha.
Desde ese punto de vista, el margen de maniobra para Lula es mayor, le bastaría mantener sus electores, comprometerlos a que vuelvan a votar y sumar algo de los votantes de Tebet y Gomes, lo que es muy probable.
Lula, que amplió la base tradicional de sus electores con alianzas hacia el centro y con sectores empresariales, deberá cometer la menor cantidad de errores, no dejarse arrastrar en las provocaciones de su rival. Debería incidir en los logros de sus gestiones presidenciales y recalcar que todas las acusaciones por corrupción en su contra fueron falsas, que el juez que lo acusó y encarceló terminando siendo ministro, mostrar que fue víctima de una grosera injusticia.
Mostrar que otro triunfo de Bolsonaro significaría el imperio de la prepotencia, del abuso de poder, de la violencia social, del fascismo.
Lula debe estimular, hacer razonar a los electores sobre los riesgos del fascismo, sobre lo terrible que sería darle más poder a clasistas, racistas, homofóbicos, fanáticos religiosos que no dudan en agredir o llegar hasta el crimen contra quienes son distintos a ellos.
Es bueno destacar que, en los tres estados más poblados, Sao Paulo, Río de Janeiro, Minas Gerais, ganaron las gobernaciones candidatos ligados a Bolsonaro.
Por eso, Oliver Stuenkel, analista internacional especializado en la sociedad brasilera, dijo que «algunas semanas turbulentas esperan a Brasil antes de la segunda vuelta el 30 de octubre. No importa quién gane la presidencia, el bolsonarismo estará muy vivo en el Congreso y el Senado. Si Lula gana, es probable que enfrente una feroz resistencia».
Así las cosas, y siendo la diferencia entre los dos candidatos más corta de lo esperado, hoy preocupa más que antes las alusiones del candidato derechista sobre la confiabilidad del Tribunal Superior Electoral, un triunfo ajustado de Lula en la segunda vuelta y la prédica de Bolsonaro, sus adeptos, deja el escenario propicio para la violencia.
Sobre todo, porque la extrema derecha amazónica no está dispuesta a entregar el poder a quienes no solo adversa políticamente, sino que además parece despreciar.