Si Trump cumple sus promesas de campaña e incrementa los aranceles a las importaciones, se presentaría un escenario de guerra comercial en la cual Europa tiene todas las de perder
Ganó Donald Trump las elecciones, tal como se tenía pronosticado. No hubo sorpresas. No funcionó la embestida mediática final de gran parte de la corporatocracia mediática, que alineada con el estáblisment, con los poderes fácticos identificados con el globalismo, intentaron reflotar la candidatura de Kamala Harris.
Lo dijimos desde este mismo espacio, la presidencia de Joe Biden, sus extravíos, fueron demasiado ostensibles y era imposible que Harris, su vicepresidenta, pudiera deslastrarse de ellos. Además, ella tampoco es un portento político que hiciera peligrar el triunfo del recién electo.
Trump es un ser al que todo humanista, toda persona de bien, repudia. Es misógino, racista, clasista, hace gala de su ignorancia sin ningún empacho. Cree en el supremacismo, en ideas trasnochadas como la del «Destino Manifiesto». La gente que es víctima del racismo, del clasismo, del supremacismo, votó por Trump.
Y para entender ese triunfo uno debe intentar ponerse en los zapatos del votante norteamericano, de los que vieron cómo la inflación en los últimos meses les restó un 30% de su capacidad adquisitiva, de quienes ven como un peligro la inmigración desbocada; algo que Trump ha sabido explotar muy bien, aunque no se refiera a las verdaderas causas de la migración.
Los estadounidenses creen que las últimas oleadas de inmigrantes han significado un incremento de la violencia, de los crímenes; aunque está demostrado, estadísticamente, que los autores de la mayoría de robos y asesinatos son sus propios connacionales.
Pero eso no les importó a Trump y sus asesores en la campaña, había que vender un relato y lo hicieron.
No olvidemos, tampoco, que contra la migración desordenada votaron inmigrantes de anteriores generaciones; muchos latinos lo hicieron, ellos ven a los nuevos inmigrantes como una amenaza a su condición e inclusive para sus puestos de trabajo . Temen que la estigmatización contra la nueva migración latina los pueda perjudicar.
También votaron por Trump quienes se asumen como verdaderos estadounidenses, los blancos empobrecidos, a quienes les prometió que volvería a convertir los Estados Unidos en la principal potencia industrial; trayendo a las grandes fábricas para crear empleo masivo en su país.
A quienes les juró que subirían los aranceles a los productos que llegan del extranjero, principalmente de China y Europa.
El republicano habló de resolver las guerras y de que Washington no estaría subsidiando la seguridad de otros países, refiriéndose a la OTAN.
Esto ha incrementado los temores en Europa, que claramente, durante la campaña, se habían inclinado por la candidata demócrata.
Hoy, que el triunfo de Trump ha sido claro, muchos de sus viejos adversarios, de los que se identificaban plenamente con Joe Biden, comienzan a recular, a tratar de congraciarse con el iracundo Trump.
Uno de los primeros ha sido Mark Rutte, primer ministro holandés y secretario general de la OTAN, quien manifestó «estar deseando volver a trabajar con él para hacer avanzar la paz a través de la fuerza, a través de la OTAN».
En esa línea, bastante complaciente, indicó que «con la OTAN, EE. UU. tiene a 31 amigos y aliados que contribuyen a promover sus intereses, multiplicar su poderío y mantener a salvo a los estadounidenses«.
Estas palabras melosas, halagüeñas, difícilmente harán cambiar a Trump su posición respecto a la alianza atlántica.
Algunos expertos en el tema ven poco probable que Trump se retire de la OTAN, pero creen que podría crear dificultades en su funcionamiento.
Ian Lesser, del German Marshall Fund, un centro de análisis transatlántico, cree que Trump «podría complicarle la vida a la OTAN; puesto que la organización se basa en el consenso».
Claro, eso de “consenso” es bastante relativo porque en la práctica suele hacerse lo que Washington dice, inclusive ignorando el derecho internacional.
Pero volviendo a Lesser, él cree que si el mayor socio contribuyente de la OTAN «no está de acuerdo o tiene puntos de vista excéntricos, la gestión de las relaciones de la alianza va a ser muy difícil».
Aquí cobra especial relevancia el tema de Ucrania, al que Trump se ha referido diciendo que puede solucionarlo rápidamente.
Ese es un tema que preocupa sobremanera a Europa.
En los últimos años, por sumarse incondicionalmente a los dictados de Washington respecto a las sanciones contra Rusia, Europa perdió ventajas competitivas. ¿Aprendieron la lección? ¿Si Trump empieza su anunciada guerra comercial contra China decidirán soberanamente? ¿Sacrificarán nuevamente a su población por servir eficientemente al hegemón?
Jacob Kirkegaard, investigador principal del centro de análisis Bruegel, cree que entre sus primeas acciones podrían estar la de reducir el suministro de armas a Ucrania o «dar instrucciones al Ejército y a los servicios de inteligencia estadounidenses para que dejen de compartir inteligencia con Ucrania«.
Steven Blockmans, del Centro de Estudios Políticos Europeos de Bruselas, está claro en que «pese a toda la retórica en Europa sobre una mayor autonomía estratégica, la dependencia de EE. UU. ha aumentado, tanto en términos de seguridad como de comercio«.
Por eso el temor entre intelectuales y políticos del llamado Viejo Mundo. Si Trump cumple sus promesas de campaña e incrementa los aranceles a las importaciones, se presentaría un escenario de guerra comercial en la cual Europa tiene todas las de perder.
El portal europeo DW se preguntaba el 6 de noviembre:
“¿Podrá el resultado de las elecciones estadounidenses acelerar los esfuerzos hacia una mayor autonomía y unidad de la Unión Europea?”.
Según consignan en un reporte, el presidente francés, Emanuel Macron, parece creer que sí. Macron señaló que él y el canciller alemán, Olaf Scholz, querían «trabajar para alcanzar una Europa más unida, más fuerte y soberana en este nuevo contexto«.
Pero, retomando las apreciaciones de Ian Lesser, no es tan optimista en ese sentido, sobre todo en el tema de seguridad porque «una cosa es hablar de autonomía estratégica en un sentido aspiracional. Otra muy distinta es operativizarla. Esto implica reconstruir la capacidad de defensa europea, algo que podría llevar muchos años«.
Más aún, en este momento Europa afronta una situación de volatilidad económica, de un declive en la competitividad, sumado al auge del nacionalismo de derechas.
Hoy, como una consecuencia de la victoria republicana en Estados Unidos, los partidos populistas nacionalistas europeos, opuestos a la Unión Europea, sobre todo a la estructura burocrática encabezada por Ursula von der Leyen, no ven la necesidad de alcanzar una mayor autonomía.
Según Steven Blockmans, Europa podría verse envuelta en un periodo caótico.
Pero si hay un país que sintió el impacto del triunfo republicano, ese fue Alemania. Según la DW, muy influyente en ese país, el Gobierno alemán se despertó con una pesadilla: Donald Trump.
Hasta ahora se había aferrado a la esperanza de que Kamala Harris continuara la tradición transatlántica y multilateralista de Joe Biden.
Ya hay voces que empiezan a pronunciarse, por ejemplo, Henning Hoff, del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, piensa que «fue un error respaldar tan completamente a los demócratas. La relación especial que el canciller cultivó con el presidente Biden fue quizá demasiado unilateral. El hecho de que no haya ningún contacto en el bando de Trump pasará ahora factura”.
«Me temo que algunas de las cosas que conocemos del primer mandato presidencial de Trump se repetirán, como la presión y la antipatía hacia Alemania”, dice Henning Hoff.
La DW recuerda que durante la primera presidencia de Trump, las colisiones con el Viejo Continente fueron notables. Entre ellos su cuestionamiento a la OTAN, su crítica a Alemania y otros países miembros que utilizaban la protección militar estadounidense sin contribuir lo suficiente a su propia defensa.
En opinión de Hoff, «se necesita una señal mucho más fuerte de que los europeos, especialmente los alemanes, están realmente dispuestos a soportar una mayor carga de defensa”.
Otro asunto que preocupa en Alemania es la visión diferente que tiene Trump respecto a la guerra en Ucrania.
Es lógico, pues Joe Biden y Olaf Scholz, el canciller alemán, prometieran apoyar a Ucrania «durante el tiempo que sea necesario”.
Desde la óptica de Nico Lange, experto en seguridad consultado por la DW; para lograr ese objetivo, Ucrania debería renunciar a gran parte de los territorios ocupados por Rusia.
“No sabemos cómo será la política de Estados Unidos en Ucrania bajo Trump. Lo especial de Donald Trump es que no es realmente predecible”, indicó Lange.
Henning Hoff ve la posibilidad de un acuerdo entre Trump y Putin, por encima de Ucrania, para finalizar la guerra en Ucrania.
Ante esta situación, el Gobierno alemán podría decir ‘nos gustaría hacer más, pero, bueno, ¡los estadounidenses!‘».
Volviendo al tema económico comercial, durante la campaña, y ese fue uno de los puntos fuertes con lo que enganchó a su electorado. Trump anunció un arancel de 60% sobre las importaciones estadounidenses procedentes de China y de 20% sobre las importaciones del resto del mundo.
Evidentemente, eso encarecería notablemente los productos germanos en norteamérica.
Para Andreas Baur, del Instituto Ifo, esto podría tener serias consecuencias ya que «por supuesto, se puede suponer que los socios comerciales, y China, reaccionarán a esto, y esa es quizás la mayor preocupación, que terminemos en una espiral de escalada en la que luego se llegue a una guerra comercial a nivel mundial”.
Y tienen razón en preocuparse. En los últimos años, por sumarse incondicionalmente a los dictados de Washington respecto a las sanciones contra Rusia, Europa perdió ventajas competitivas.
¿Aprendieron la lección? ¿Si Trump empieza su anunciada guerra comercial contra China decidirán soberanamente? ¿Sacrificarán nuevamente a su población por servir eficientemente al hegemón?
Ahora, puede darse otro escenario. Si los aranceles de EE. UU. perjudican a Europa, ¿virarán su política y se acercarán más a China? Las irracionales sanciones acercaron a Rusia y China, ¿nuevas sanciones acercarían a China y Europa? ¿Los acercarían a los BRICS?
Esperemos. Por lo pronto, los primeros anuncios de Trump sobre quienes formarán parte de su equipo gubernamental, apuntan hacia una política de choque.