“Camaradas, en caso de golpe de Estado (alerta tres) la dirección del partido se concentrará en una industria de Maipú (FESA), donde llegarán, alrededor de las siete de la mañana del día 11, varios miembros de la Comisión Política, entre ellos Rolando Calderón, Exequiel Ponce, Arnoldo Camú y Ricardo Lagos Salinas”. Estas palabras son las de un organizador político. Fueron pronunciadas antes del 11 de septiembre de 1973.
Hay seres humanos que dedican su vida al trabajo de hormigas, recorren el país dando charlas, oyen al pueblo, articulan lentamente voluntades, nacen para ayudar al prójimo. Uno de estos seres superiores es el sociólogo chileno Gustavo Ruz Zañartu. En las elecciones del 4 de septiembre de 1970, era Secretario General de la Juventud Socialista y como tal integraba el Comando Nacional Juvenil de la Unidad Popular y el Comité Central del Partido Socialista. Se desempeñaba también como Presidente del Centro de Estudiantes del Instituto Pedagógico de la Universidad Técnica del Estado y como funcionario del Sindicato Industrial MADEMSA.
Para Ruz Zañartu, el período revolucionario allendista, fueron: “1030 días que pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Estábamos culminando siglos de luchas emancipatorias y habíamos logrado extender la democracia y la soberanía a un nivel sin precedentes en la Historia Republicana, razón más que suficiente para que el Presidente de Estados Unidos Richard Nixon ordenara el derrocamiento del Gobierno Constitucional”. Gustavo Ruz explica que “quedó demostrado que el pueblo es, con toda propiedad, el principal agente del cambio social, pero que sin una correlación de fuerzas políticas, culturales, ideológicas, militares, nacionales e internacionales, no puede triunfar. Y que por mucho que el allendismo y el tomicismo sumábamos una mayoritaria fuerza de cambio, finalmente prevaleció el acuerdo de la Conferencia de Yalta, de 1945 y la Doctrina Monroe, de 1823”. En el exilio abrazó la revolución sandinista desempeñándose como periodista en Nicaragua en 1983. De vuelta a Chile en plena dictadura, integró la primera dirección clandestina del partido.
Ruz Zañartu, nacido en Concepción en 1947, tenía plena conciencia de las contradicciones de un proceso revolucionario. Por tal razón promovió siempre una amplia y profunda discusión ideológica, para él el debate creador y constructivo que reconoce fronteras en la disciplina revolucionaria era vital para contrarrestar el liberalismo irresponsable y nordómano del intelectualismo pequeñoburgués.
El 30 de septiembre de 2018, Jean Flores Quintana de la Revista De Frente le preguntó a Gustavo Ruz si “la transición chilena se caracteriza por la impunidad, el silencio y la falta de voluntad cívica por encontrar justicia y reparación”. La respuesta es aclaratoria: “Responderé tu pregunta, aclarando previamente que no podemos denominar como “transición a la democracia” a un período de 30 años en el que los pilares fundamentales del régimen dictatorial permanecen incólumes y aumentan su poderío. El concepto transición nos remite a un proceso progresivo, ascendente, esto es, que a medida que avanzamos en el tiempo nos alejamos del punto de partida y nos acercamos al punto de llegada. No es el caso del proceso pactado el 30 de julio de 1989 – aunque iniciado varios años antes -, en el que los grupos económicos realizan su acumulación originaria robando el patrimonio de todos los chilenos (más de 700 empresas estatales) mediante procedimientos gansteriles, sórdidos y corruptos para que no se conozca el monto de las coimas que se llevaron cada uno de los funcionarios comprometidos en el traspaso de tales empresas. En tanto los enemigos de la democracia (empresas transnacionales, altos mandos militares, partidos y parlamentarios corruptos, El Mercurio y La Tercera que actuaron como palafreneros del Dictador), han multiplicado su poderío desde 1990, Chile se aleja de la meta democrática. La “transición” verdadera fue desde la Dictadura Cívico Militar hacia la Dictadura de la Plutocracia y del gran capital extranjero. Estamos entre los países menos democráticos y más desiguales en toda la región. Mi respuesta está en tu pregunta. Hay impunidad y silencio de las elites porque no hay transición a la democracia. Peor aún, no se puede hablar de “transición chilena” cuando los capitales extranjeros dominan – en forma directa o encubierta.- más de dos tercios del Producto Interno Bruto. Podríamos hablar días y meses acerca de los procedimientos tortuosos, tramposos, crueles, despóticos e inmorales que han utilizado los poderes fácticos para apropiarse del patrimonio de la nación y entregarlo a capitales extranjeros a un nivel sin precedentes en 200 años de Historia de la República”.
En una conferencia dada en la Universidad Austral de Valdivia en agosto de 2019, apenas dos meses antes del estallido social, Ruz señalaba que “cuando proponemos un proceso constituyente hablamos de poder constituyente originario, de que se elijan delegados para una Asamblea Constituyente y poder discutir una nueva Constitución, que recoja lo mejor de la tradición política y cultural de Chile”. Junto con ello, agregó la urgencia de “cambiar las 19 Leyes Orgánicas Constitucionales, que no son parte de la Constitución”, y de “eliminar y enterrar en el basurero de la historia las 122 leyes secretas vigentes”.
Sobre el problema limítrofe que tiene Chile y Bolivia, Gustavo Ruz Zañartu era categórico: “entregar una franja de mar al gobierno de Evo Morales es un paso para la integración de América Latina y no significa una amenaza”. Los pueblos liberados por Bolívar y San Martín no son imperialistas, no son expansionistas, abrazan la doctrina bolivariana no la de Monroe. «Chile le quitó Antofagasta a Bolivia y todo el progreso del siglo XX se lo debemos al yacimiento de Chuquicamata, el más grande del mundo. Del siglo XXI, el yacimiento La Escondida produce anualmente 7 mil millones de dólares de utilidades. En un yacimiento, Chile le regala al capital extranjero, más de 10 planes AUGE (costo aproximado de 600 millones de dólares), y ese lugar está ubicado en lo que era el territorio boliviano de Antofagasta». Ruz Zañartu se refiere al El Plan de Acceso Universal a Garantías Explícitas (AUGE), también conocido como el Régimen General de Garantías Explícitas en Salud (GES).
Gustavo Ruz es un hombre incómodo para la oligarquía. Con responsabilidad crítica explica que el “miedo que sembró el terrorismo de Estado y las toneladas de dinero repartidas para corromper a parlamentarios, empresarios, periodistas y gobernantes” lograron “mantener en la impunidad el 90% de los crímenes y desapariciones cometidas en Dictadura y la casi totalidad de las gigantescas coimas que reciben los gestores de las inversiones extranjeras, capital especulativo, perdonazos tributarios, Ley del Mar, millonarias compras de equipamientos militares, adquisiciones de las grandes empresas del Estado, sistema de salud, educación, y un largo etcétera… Es duro admitir que la tolerancia de las entidades fiscalizadoras hacia los gigantescos fraudes cometidos por el alto mando militar, se explican, en gran medida, por el hecho que los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas y Carabineros ‘saben mucho’ acerca de la forma en que los partidos políticos han saqueado la hacienda pública”. En este sentido, para Gustavo Ruz Zañartu “la línea divisoria es muy clara. Aquí no cabe el hermafroditismo político. O estás con la soberanía popular y la autodeterminación de los pueblos, o estás con la dominación de una minoría sobre el conjunto de la sociedad”.