“Henry fuera. No a la ocupación”. La protesta en las calles de Haití señala así a los responsables de la devastadora crisis que atraviesa el país: crisis económica, sanitaria, institucional, humanitaria. El cólera que entre 2010 y 2019, afectó a más de 820.000 personas y causó 10.000 muertes, también ha regresado.
Ya hay una veintena de muertos y la epidemia corre el riesgo de extenderse entre la población pobre que no puede comprar alimentos ni jabón. La desnutrición severa, que afecta a un niño o niña de cada cinco, las malas condiciones higiénicas y la ausencia de agua potable, favorecen la propagación del cólera (y el enfado de la población). De un total de 11,5 millones de habitantes, 4,7 millones padecen hambre.
El 70% de los centros de salud están cerrados o no funcionan, incluso por falta de combustible. A mediados de septiembre, el costo del combustible volvió a duplicarse, como ya había sucedido el año pasado, a pesar de la pandemia. Las bandas que responden a las distintas facciones de la oligarquía local siembran el caos con fines políticos, cuyos hilos se dibujan desde afuera. Una importante pandilla ahora controla los depósitos de combustible en el puerto de la capital, paralizando las actividades.
Según la ONU, 2020 fue el año de la aceleración del gansterismo en el país. Como en tiempos del dictador, Duvalier, que en 1959 creó la milicia tonton macoute y la convirtió en su policía secreta; también el ex presidente Jovenel Moïse había creado la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), una fuerza parapolicial, para reprimir la protesta social.
El mayor número de muertes por la violencia de las bandas armadas se registra no por casualidad en los barrios populares; donde es más frecuente el estallido de la ira social contra un sistema de poder subordinado a los poderes neocoloniales. Pandillas financiadas por la Casa Blanca para desestabilizar el país y propiciar una nueva ocupación, denuncian las organizaciones populares que animan la protesta.
El 7 de julio de 2021, el presidente Jovenel Moïse fue asesinado por un grupo de mercenarios colombianos de marca estadounidense que gozaban de una evidente complicidad interna. Una «prejubilación» sangrienta que indicaba un cambio de caballo de los titiriteros para una nueva fase de reorganización de poderes, seis meses después de la elección de Biden.
Moïse gobernó por decreto sin legitimidad real, con casi todos los cargos electivos caducados debido al continuo aplazamiento de las elecciones parlamentarias y regionales. Un gobierno de facto es también el que preside el primer ministro Ariel Henry, instalado arbitrariamente, tras la muerte de Moïse, por representantes del Core Group, que desde hace años «protegen» a Haití.
Es un sector designado por Naciones Unidas e integrado por los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Francia, la Unión Europea, el Representante Especial de la Organización de Estados Americanos y el Representante Especial del Secretario General de la ONU.
Solo diez senadores y Joseph Lambért, el presidente de la cámara alta, que se renueva por un tercio cada dos años, permanecen en el cargo como autoridades elegidas por las urnas. En este contexto, el 7 de octubre, Ariel Henry se dirigió a sus padrinos, solicitando el envío urgente de una fuerza de intervención externa.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que calificó la situación de «catastrófica», propuso enviar una «fuerza de acción rápida» compuesta por soldados de uno o más países: para ayudar al gobierno de facto a recuperar el control de la capital Puerto Príncipe y liberarla de bandas armadas. Aviones militares estadounidenses y canadienses ya llegaron a Haití, en medio de protestas populares, que son fuertemente reprimidas.
Una intervención militar disfrazada de ayuda humanitaria para continuar con la dominación de la perla negra del Caribe y robar sus recursos, manteniéndola en el abismo. Un patrón que se repite desde hace treinta años, durante los cuales Haití ha sufrido 10 intervenciones militares, y que perpetúa la venganza colonial contra la primera república de esclavos libres. Entre 1791 y 1804, la revuelta de los esclavos y una larga guerra de guerrillas contra el ejército colonial francés y los propietarios de esclavos llevaron a la independencia de Haití, la segunda nación de América en obtenerla, después de Estados Unidos.
Un símbolo de libertad para las Américas. Tras la victoria sobre los ejércitos coloniales británico, español y francés; el presidente haitiano, Alexandre Petión, convierte a su país en una base de apoyo fundamental para todas las luchas de liberación del continente latinoamericano. Como recuerda el escritor Johari Gautier Carmona, en primer lugar, Petión ofrece a Francisco de Miranda la «Espada Libertadora de Haití» que simboliza la expulsión de los franceses.
También allí, en Haití, se confecciona la bandera amarilla, azul y roja que representará el despertar de la Gran Colombia. El 12 de marzo de 1806, los colores de tres naciones latinoamericanas ondearon por primera vez en la bahía de Jacmel (Haití). En ese momento, Francisco de Miranda hace su famoso juramento: «Juro ser leal a los pueblos libres de la América del Sur, independiente de España, y servirles honesta y lealmente contra sus enemigos y adversarios y observar y obedecer las órdenes del supremo gobierno de este país constituido y bajo las órdenes del general y de los oficiales superiores a mí”.
Casi diez años después, en 1815, Petión culmina su estrategia geopolítica al darle asilo al político argentino Manuel Dorrego, quien pronto se destacó como uno de los principales referentes del federalismo rioplatense (y en 1820 y 1828 se convirtió en gobernador de la provincia de Buenos Aires), e invitó a Simón Bolívar a retomar la lucha por la independencia americana. Bolívar recibirá de Petión refugio, armas, vehículos y soldados a cambio de la promesa de decretar la abolición de la esclavitud en América, firmada por ambos.
Las palabras del Libertador confirman su eterna admiración y gratitud por Alexandre Petión: «Perdida Venezuela y la Nueva Granada, la isla de Haití me recibió con hospitalidad: el magnánimo presidente Petión me prestó su protección y bajo sus auspicios formé una expedición de trescientos hombres comparables en valor, patriotismo y virtud a los compañeros de Leonidas. ¡Gracias al pueblo de Haití, mis compatriotas serán nuevamente libres!”. Un agradecimiento que el pueblo venezolano nunca ha dejado de sentir: primero con el Comandante Chávez y luego con Nicolás Maduro.