Hace días escuché la canción “Quítate la máscara” de Adalberto Santiago. Me hizo recordar viejos tiempos: no había fiesta donde no se bailara este guaguancó. Entonces pensé que sería recomendable que las máscaras y los disfraces se usaran exclusivamente durante la época de carnaval, y que estuviera prohibido y penalizado su uso el resto del año. De este modo habría menos engaños y fraudes. Nadie usurparía la profesión o las funciones de otro.
Así, por ejemplo, cuando viéramos un individuo enfundado en un uniforme de la Guardia Nacional nos sentiríamos seguros pues sabríamos que estamos en presencia de un custodio de la ley, de un garante de la seguridad y el orden, de un protector del territorio. Pero lamentablemente hay malhechores que se disfrazan de guardias nacionales y usan fraudulentamente el uniforme durante todo el año. Haciendo uso del mismo incurren en abusos de autoridad, perpetran delitos como la corrupción, el cohecho, la extorsión, el prevaricato y el enriquecimiento ilícito; se hacen cómplices del contrabando y el bachaqueo, amenazan a terceros, corrompen los mandos inferiores, conspiran contra el Estado democrático, y predisponen a la población contra el gobierno bolivariano.
Sabemos que estos supuestos militares son impostores. No pueden ser auténticos miembros de la Guardia Nacional, pues dicha institución hace una cuidadosa selección entre los aspirantes, desarrolla sistemáticamente programas de formación integral, ejerce una dura contraloría sobre sus integrantes, enarbola un intachable código de ética y castiga ejemplarmente a los transgresores. Ningún guardia nacional verdadero cometería esos delitos pues sería descubierto de inmediato por los activos órganos de inteligencia internos, y sometido a los organismos judiciales que depuran esta fuerza militar y combaten la impunidad. En consecuencia, debemos estar alerta y desenmascarar a estos usurpadores que mancillan dicho cuerpo militar, dañan su imagen pública y, además, afectan la credibilidad del gobierno revolucionario.
Ellos olvidan la sentencia de Bolívar: “Tengo en más un soldado de la ley que al conquistador del universo”. Recordemos que la misión de la Guardia Nacional es “conducir las operaciones exigidas para el mantenimiento del orden interno del país, cooperar en el desarrollo de las operaciones militares requeridas para asegurar la defensa de la Nación, ejercer las actividades de policía administrativa y de investigación penal que le atribuyan las leyes, así como también participar activamente en el desarrollo nacional, en el territorio y demás espacios geográficos de la República Bolivariana de Venezuela”. Se proyecta, además, como “una institución militar, fortalecida, respetada y necesaria, al servicio permanente del pueblo venezolano; obediente y garante de lo consagrado en la Constitución y demás leyes de la República Bolivariana de Venezuela”. Por tanto es, entre los cuatro componentes de la Fuerza Armada Nacional, el que tiene un contacto más directo y frecuente con la ciudadanía: atiende sus necesidades y vela por sus intereses: “El honor es su divisa”.
Cualquiera que vista el uniforme de la Guardia Nacional y no asuma sus principios es un impostor. Atenta contra el decoro y la mística institucional. Por tanto, debe ser desenmascarado y penalizado. “Lo tuyo fue bandidaje” le increpamos. Su castigo debe ser ejemplarizante. Así, ningún delincuente volverá a usurpar el nombre de la institución, ni a cometer fraude haciendo uso de su uniforme. Porque los verdaderos guardias nacionales son “abnegados servidores públicos, unidos por el más puro sentido de pertenencia”, según expresa su perfil profesional. Viven de su salario y jamás ceden ante la tentación de la riqueza fácil y la asociación para delinquir. Saben que si la institución militar se degrada, el pueblo se desencanta, el gobierno se desprestigia y toda la Patria se pierde.
Por eso, cuando los auténticos militares descubren a alguna persona disfrazada de guardia nacional, proceden con reciedumbre: la repudian y la procesan. Le hacen saber que pagará por atreverse a usurpar la profesión y desacreditar este cuerpo militar. Le reprochan que deshonre el uniforme verde oliva. Le censuran que amparados en el traje militar cometan delitos e intenten burlar la ley. Le someten a rigurosos tribunales y a la censura pública. Siguiendo la canción de Adalberto Santiago le exigen con firmeza: ¡Quítate la máscara, bandolera!
Los impostores ignoran que siguiendo las orientaciones del Libertador, los verdaderos guardias nacionales se forman “en una escuela de moral, de justicia y de leyes”. Esto lo vimos a lo largo de los hechos de violencia escenificados en todo el país contra el brazo armado de la oposición y el imperio: los guarimberos paramilitares. En esa ocasión, los auténticos guardias nacionales Jugaron un rol emblemático: no se corrompieron ni cedieron a las prebendas económicas que los enemigos les ofrecían tras bastidores para que traicionaran la Patria. Su actuación y su mística fueron determinantes para impedir mayores daños a la propiedad y las personas; para evitar la desestabilización de las instituciones democráticas e imposibilitar el derrocamiento del gobierno legítimamente constituido; para enfrentar la imposición de un nuevo coloniaje. ¡Esa es la verdadera Guardia Nacional, no la de los usurpadores que usan el uniforme para cometer fechorías!