No es casualidad que el resurgimiento del nazi-fascismo vaya en paralelo con el fenómeno de las redes sociales y que a su vez estas “redes” permitan la acumulación de fortunas estratosféricas
Por: Fernando Bastidas Calderón
En este 2024 se cumplen diez años de la escalada de violencia fascista en Venezuela denominada “La Salida”, perpetrada por la extrema derecha y el imperialismo norteamericano para configurar un estado de conmoción nacional que habría devenido en el derrocamiento del presidente Nicolás Maduro y el fin de la Revolución Bolivariana. De igual forma, se cumplen diez años de la escalada del fascismo en Europa, cuando en mayo de 2014 grupos neonazis quemaron el Edificio de los Sindicatos de Odessa (Ucrania), dando paso al escenario de conflicto que al día de hoy sigue en desarrollo.
En ambos casos, al menos 48 personas muertas fue el resultado en cada uno de estos episodios. En el caso venezolano observamos los degollamientos en vías públicas, quema de personas vivas, asesinatos, entre otros crímenes de odio. En el caso ucraniano, buena parte de las víctimas, en aquellos hechos, murieron calcinadas y otras tantas que intentaron saltar de las ventanas huyendo de las llamas, fueron golpeadas con bates en el suelo hasta morir en manos de los grupos fascistas.
Estos crímenes de odio, se han venido incrementando en distintas partes del mundo durante el último decenio. Basta observar el asesinato de migrantes en la Puerta de Melilla en la frontera de España y Marruecos en 2022; el genocidio contra el pueblo palestino por parte del régimen del sionismo israelí, o el reciente intento de golpe de Estado en Venezuela contra el presidente Nicolás Maduro, donde la violencia de grupos criminales pagados por la extrema derecha dejaron como saldo 25 personas asesinadas durante las horas posteriores a la elección del 28 de julio.
Todos estos hechos, sumados a muchos otros, dan cuenta de un proceso creciente de violencia a conveniencia de las clases dominantes del planeta, como política global en salvaguarda de los intereses del gran capital, que configuran un escenario de conflicto mundial con características similares, en sus orígenes, a lo que hace casi un siglo devino en la aparición de los regímenes nazi-fascistas en Italia, Alemania y España durante la década de 1920, 1930 y 1940.
Tal como lo comentó el presidente Nicolás Maduro durante su alocución en el Consejo de Defensa de la Nación y Consejo de Estado, del pasado lunes 12 de agosto: “hace 100 años el nazismo y el fascismo fueron la reacción endemoniada de los poderosos, privilegiados e imperios contra lo que consideraban un peligro: las ideas del socialismo y la consolidación de una nueva potencia; hoy ha resurgido el fascismo y el neofascismo… Pero, ¿Por qué esa reacción?… El surgimiento de un mundo nuevo multipolar que ya no pueden controlar”; hoy la clase dominante mundial estimula la aparición del nazi-fascismo para garantizar sus intereses económicos frente a propuestas políticas y económicas alternativas tales como los BRICS, así como hace un siglo lo hicieran las grandes corporaciones, dando pie a la segunda guerra mundial.
La finalidad del gran capital sigue siendo la misma: el dominio económico global. Hoy solo se modifican los medios para alcanzar tal objetivo. Si hace 100 años el capitalismo estaba signado por los efectos de la “segunda revolución industrial” y la mecanización lograda para la producción en masa de la industria automotriz y aeronáutica, apalancada por la aparición del petróleo y, colocada al servicio militar del nazi-fascismo; hoy el capitalismo atraviesa la “cuarta revolución industrial” signada por el predominio de los medios electrónicos digitales y la inteligencia artificial, colocada ahora al servicio de las nuevas corrientes fascistas mediante los algoritmos y las redes sociales.
Tal como comentan Carlos Marx y Federico Engels “la historia posterior tiene como finalidad la que la precede” (La ideología alemana, 1846); en tal sentido, el desarrollo histórico actual de las fuerzas pro fascistas sigue teniendo como finalidad su precedente del siglo XX; por esta razón, consideramos conveniente colocar en referencia algunos de los hechos de carácter económico que dieron paso al nazi-fascismo de aquella época, y referenciar asimismo algunos procesos que hoy sostienen el resurgimiento de estas ideologías criminales.
El capital norteamericano y su apoyo a Hitler, Mussolini y Franco
Los ideólogos e historiadores del liberalismo han tratado de falsear la realidad histórica de la lucha contra el nazi-fascismo y han buscado divorciar el proceso de gestación, ascenso y avance de Hitler, Mussolini y Franco en Europa durante la primera mitad del siglo XX, respecto al soporte logístico, económico y financiero dado por el gran capital norteamericano. Sin embargo, los hechos históricos nos permiten identificar la cercanía entre EE. UU. y el nazi-fascismo como respuesta del gran capital ante el avance mundial de la revolución socialista soviética de 1917.
Adolf Hitler llega al poder en 1933 luego de un proceso de “ascenso político” en el que invocando posiciones nacionalistas tras la derrota alemana de la primera guerra mundial e intentando mostrarse como una opción cercana a la clase trabajadora (a la cual no pertenecía) a través del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei), logra acumular la masa crítica que lo lleva al poder.
Sin embargo, este “proceso de ascenso” fue ampliamente soportado por un importante grupo económico del sector petroquímico alemán llamado IG Farben, conformado en 1925 por grandes empresas como Bayer, Agfa, entre otras, el cual había vinculado a Hitler vista su intención de erradicación del marxismo y su compromiso con frenar los procesos de organización sindical obrera.
El grupo IG Farben fue creado con ayuda financiera y técnica estadounidense, evidencia de esto es que para 1928 en vinculación con la petrolera Standard Oil norteamericana (abreviada como SO, cuyo nombre posterior sería Esso para luego convertirse en Exxon), propiedad de la familia Rockefeller, crearon la Américan IG Chemical Corporation, generando así vínculos con bancos estadounidenses como el National City Bank y la automotriz Ford, quienes a través de su filial alemana Ford-Werke duplicaron sus ganancias entre 1933 a 1939 de 25,8 millones de marcos a 60,4 millones de marcos.
Otro de los vínculos entre el régimen nazi y el gran capital estadounidense fue a través del banco Union Banking Corporation (UBC) propiedad de Prescott Bush, quien luego del ascenso al poder de Hitler colocó los bonos del gobierno alemán en el mercado financiero estadounidense, logrando importantes ganancias que posteriormente contribuyeron a financiar el negocio petrolero de su hijo George H.W. Bush (George Bush padre) en Texas.
De igual forma, empresas como la Fox Movietone News (actualmente Fox News) produjo películas de propaganda pro nazi en Alemania en 1932, tales como “La Lucha de Hitler por Alemania” (Hitlers Kampf um Deutschland), que sirvió como instrumento propagandístico durante las campañas electorales de Hitler.
Asimismo, empresas como General Motors, a través de su filial Opel, incrementaron en 2,6 veces el valor de sus inversiones durante el mandato de Hitler previo a la guerra. Otra de las empresas norteamericanas que contribuyó decisivamente en la expansión del nazi-fascismo fue Texaco, quien suministró las reservas de combustible a Alemania para el inicio de la segunda guerra mundial.
Pero los vínculos entre el capital estadounidense y el nazi-fascismo no solo han sido de carácter económico, se dice que figuras como el director del famoso banco J.P. Morgan, Thomas W. Lamont, tenía en su despacho una foto del dictador italiano Benito Mussolini (fundador del fascismo), a quien en 1926 otorgó un préstamo de 100 millones de dólares.
De igual forma Henry Luce, fundador y editor de las revistas estadounidenses Time y Life bautizó al dictador italiano como “el líder político más importante del mundo”; así mismo, conocida fue la declaratoria de “Hombre del Año” que le hiciera a Adolf Hitler la misma revista estadounidense Time en 1938.
Los datos y hechos aquí referenciados, contenidos en diversos documentos y trabajos sobre la materia, entre los que podemos mencionar las investigaciones de autores como el historiador belga, Jacques Pauwels, así como fuentes de referencia pública y comunicacional; evidencian las afirmaciones comentadas previamente sobre la estrecha colaboración del gran capital estadounidense y su sistema, con el surgimiento del nazi-fascismo hace un siglo, situación que no ha cambiado en la actualidad con los grupos y expresiones neonazis y neofascistas de los últimos años.
Estados Unidos y el resurgimiento del nazi-fascismo del siglo XXI
El capitalismo en su desarrollo actual ha logrado la refinación de sus procesos de dominación, lo cual va directamente vinculado al desarrollo de la era digital, expresada en las redes sociales como una de los avances de la “cuarta revolución industrial” y, por lo tanto, como una creación del capitalismo y sus agentes económicos.
En este sentido, sería ingenuo pensar que los adelantos digitales que vive el mundo actual, son el resultado de “emprendimientos exitosos” y que los mismos están divorciados de intereses económicos y políticos. Por el contrario, el desarrollo digital que ha venido transformando a nuestra civilización, no solo está condicionado por intereses, sino que en sí mismo requiere de una carga ideológica y emocional radical para su afianzamiento, cuya expresión más conveniente es el fascismo.
Sería imposible pensar en la expansión de las redes sociales sin la retroalimentación que generan los contenidos “virales”, los cuales a su vez tienen como raíz los estímulos emocionales irracionales e instintivos del ser humano, entre los que se ubica el odio.
La exacerbación del individualismo expresada exponencialmente en el culto a la personalidad de sí mismo a través de las redes sociales, es otro de los elementos que facilitan las posiciones fascistas al promover la pérdida de empatía y estimular como único objetivo la proyección de la imagen propia para la captación de la atención y los “likes” de los seguidores.
Tales procesos de manipulación psicosocial son parte esencial para la existencia de estos espacios digitales, sin embargo, detrás de todas estas consideraciones que se enmarcan más en el estudio de la sociología y la psicología, están un conjunto de procesos económicos que son en definitiva los grandes generadores del fenómeno de las “redes”.
Comenta el historiador y periodista español, Carles Xavier Senso, en su libro “Fascismo mainstream” que “La nueva política digitalizada que tanto atrae a las plataformas tecnológicas por su capacidad de crear beneficios económicos está basada en el conflicto… Lo único relevante es que para obtener más réditos económicos necesitan enfrentar a la sociedad… Y la solución pasa por la creación de globos artificiales en los que la retroalimentación consigue activar un proceso de afianzamiento que lleva a las posiciones más radicales del espectro ideológico”.
No es casualidad que el resurgimiento del nazi-fascismo vaya en paralelo con el fenómeno de las redes sociales y que a su vez estas “redes” permitan la acumulación de fortunas estratosféricas.
Si observamos los ingresos anuales de la empresa Meta (que agrupa a Facebook, Instagram y WhatsApp), vemos que pasó de 4.300 millones de dólares en 2012 a 116.600 millones de dólares, según datos del portal web de finanzas Investing.
En el caso de la empresa Amazon, propiedad de Jeff Bezos (quien además es propietario de medios como The Washington Post) sus ingresos anuales pasaron de 48.077 millones de dólares en 2011 a 469.822 millones de dólares, según Investing.
De igual forma Elon Musk, dueño de la red social X (anteriormente Twitter) y quien dirigió personalmente el proceso de difusión de mensajes de odio contra el chavismo durante las horas posteriores al proceso electoral del 28 de julio en Venezuela; incrementó su patrimonio de 12.000 millones de dólares en 2014 a 237.000 millones de dólares en 2024, según cifras de la agencia Bloomberg.
Para lograr tales niveles de acumulación, ha sido preciso el vínculo con diversos episodios nazi-fascistas actuales en distintas partes del mundo, en articulación directa con la política exterior estadounidense, tal como lo fue el golpe de Estado en Bolivia en 2019, signado por el interés de Elon Musk de apropiarse del litio boliviano para la expansión de su proyecto Tesla.
Sobre este tema aún hay mucho que decir, pues es un proceso que se encuentra en pleno desarrollo. Sin embargo, lo significativo que podemos destacar es que, al igual que hace 100 años, existe una simbiosis indisoluble entre el gran capital (aglutinado en torno al imperialismo norteamericano) y el fascismo, hoy exacerbado frente al surgimiento de un nuevo orden mundial multipolar.