Jesús Faría
En el campo de la economía se está jugando el futuro de la revolución bolivariana. No hay otro espacio de la nación, donde sean tan fuertes las contradicciones, tan urgentes las necesidades de acción revolucionaria, tan violentas las agresiones de los enemigos de la patria, tan amplios los impactos sobre el resto de la sociedad…
Hay que actuar en lo coyuntural y en lo estratégico de manera simultánea y ordenada. Son muy necesarias las acciones para estabilizar la economía en el corto plazo, así como el arranque definitivo de un nuevo modelo productivo.
El actual cuadro económico
El cuadro económico actual está determinado por una elevadísima inflación motorizada por la especulación, un muy serio desajuste cambiario, la acentuada caída de la producción, los profundos desequilibrios de las finanzas públicas, la caída de los ingresos petroleros y el déficit externo reflejado en la drástica contracción de las importaciones, los ingresos de divisas y, por lo tanto, de las reservas internacionales.
Como veremos, esta grave situación descansa en factores coyunturales y estructurales, económicos y extraeconómicos.
Algunas de las causas estructurales de la crisis actual son la elevadísima dependencia del petróleo; la creciente concentración de la producción, del ingreso y de la propiedad en pocas manos; el parasitismo y la especulación; la alta dependencia de los centros imperialistas, especialmente de los EEUU y la ineficiencia del Estado burgués.
Entre tanto, la guerra económica está apuntalada por el violento ataque a nuestra moneda, el bloqueo financiero y comercial, la especulación galopante, el contrabando de extracción, la brutal campaña comunicacional, el ataque político internacional, la conflictividad política interna promovida por fuerzas golpistas.
Asimismo, ha tenido incidencia en la adversa coyuntura económica el descenso de los precios internacionales del petróleo y errores cometidos en la conducción económica del país.
Atacar la coyuntura económica
La naturaleza de la crisis económica actual exige la aplicación de una estrategia, donde convergen factores de naturaleza económica y extraeconómica.
Se ha reiterado que somos sometidos a una guerra no convencional, lo cual, obviamente, requiere una respuesta no convencional. La estrategia contra la crisis debe contener una política comunicacional, la eficiencia institucional del Estado, el fortalecimiento ético, la defensa de la soberanía, una diplomacia muy activa, la mayor movilización popular, la unión cívico-militar para derrotar al golpismo…
Sin embargo, eso no es suficiente. Una crisis de naturaleza económica, aun cuando esté estrechamente vinculada a una guerra no convencional, requiere también de una respuesta económica.
En ese sentido, en el ámbito externo de la economía es indispensable la recuperación de los ingresos petroleros, el acceso al financiamiento externo y el refinanciamiento de la deuda externa.
Por su parte, frenar la inflación no es tarea sencilla. Se exige elevar la producción nacional; aplicar regulaciones eficientes de la producción, distribución y circulación de los bienes; así como con políticas económicas claras y coherentes en lo fiscal, monetario, cambiario y financiero.
La recuperación productiva, a su vez, se logrará sobre la base de estímulos a las empresas públicas y privadas, políticas económicas coherentes, acceso a las importaciones fundamentales para el aparato productivo y eficiencia en la gestión de las empresas públicas, especialmente, las empresas básicas, todo ello más allá de la paz política necesaria y condiciones internacionales mínimas para el crecimiento económico.
Algunos rasgos estructurales del nuevo modelo productivo
En lo estratégico, es indispensable fundamentar nuestra actividad económica en procesos productivos eficientes, integrados, diversificados y modernos; sin descuidar las profundas transformaciones que le vayan imprimiendo ingredientes socialistas a nuestra economía y, por lo tanto, a la sociedad en su conjunto. La industrialización es un proceso clave
Por su parte, el Estado nacional debe convertirse realmente en el ente rector del desarrollo nacional. Para lograr ese objetivo, se hace imprescindible su profunda transformación democrática-popular. Con el Estado que tenemos no habrá desarrollo nacional sustentable.
La limitación del Estado se expresa, entre otras cosas, en su capacidad planificadora. Para el desarrollo nacional se requiere de un proceso de planificación estrictamente científico y profundamente democrático.
Nada más reñido con un proyecto histórico de orientación socialista, que la improvisación, la espontaneidad y todos sus costos asociados en términos de derroche, ineficiencia, corruptelas, desajustes…
Un elemento esencial para el desarrollo económico es la independencia nacional. Numerosas evidencias históricas confirman que ésta constituye una condición imprescindible para desplegar productivamente. Jamás lo podremos hacer sobre la base de la subordinación a intereses extranjeros.
Otro elemento esencial es el propósito del desarrollo económico. La justicia social y el creciente bienestar del pueblo expresan el sentido social del esfuerzo productivo. La inversión de la riqueza en favor del pueblo no solo es una condición ética del socialismo, sino una expresión del ejercicio del poder por parte de las fuerzas populares.
Otro factor a mencionar en estas líneas es el referido a las relaciones de producción. La coexistencia del sistema socialista con un sector privado nacional y extranjero productivo es un fundamento esencial de nuestra estrategia. Este sector contribuirá al desarrollo de las fuerzas productivas y coexistirá con un creciente sector de la economía nacional de creciente protagonismo directo de trabajadores y sectores populares y de sólida presencia estatal.
La victoria popular del 20 de mayo tiene que servir de punto de partida para el relanzamiento de la economía. Sin una economía en equilibrio, en crecimiento y en desarrollo no será posible garantizar el despliegue histórico del proyecto bolivariano.