Confucio al valorar la estrategia decía en forma clara: «Cuando el objetivo te parezca difícil, no cambies de objetivo, busca un nuevo camino para llegar a el».
Por su parte el Padre Libertador Simón Bolívar, hombre de dificultades, apelaba en su lenguaje firme y claro propio de su estirpe de lo afirmativo venezolano, la determinación de amor por una nación edificada de su espada y genio político, con la siguiente reflexión: «Cuando el clarín de la Patria llama hasta el llanto de la madre calla».
La institucionalidad democrática de la República Bolivariana de Venezuela tomó la acción unilateral recurrente de la República Cooperativa de Guyana, negada a cumplir sus compromisos asumidos en el Acuerdo de Ginebra como un desafío a sortear, más cuando la Corte Internacional de Justicia pretende decidir sobre la validez de un documento que para nosotros no existe: el Laudo Arbitral de 1899 que nos despoja de un solo tajo de 159.542 kilómetros cuadrados de territorio venezolano.
Siendo así, y ante las incesantes bravuconadas e ignorancia manifiesta a los llamados venezolanos por parte de la élite guyanesa, que la Asamblea Nacional convocó un Referéndum Consultivo, que se efectuó exitosamente pese a que resultó objeto de todo tipo de ataques desesperados, incluido una asistencia de Guyana ante la Corte Internacional de Justicia, para tratar de eliminar su ocurrencia.
Esta maniobra desesperada y loca, sin embargo, contenía el temor de la posible consecuencia de haber desafiado a una nación, Venezuela, que siempre ha mostrado disposición de paz, diálogo, acuerdo, a pesar de las provocaciones, agresiones y hasta posturas insólitas de la CARICOM, muy parecidas a la cuasi extinta por inservible Organización de Estados Americanos (OEA).
Todo este contexto se terminó de confirmar cuando la propia Corte no tuvo mayor opción que rechazar las pretensiones de Georgetown, aumentando los miedos del contubernio de Irfaaan Alí, como protector de los intereses de la ExxonMobil y el Comando Sur, quienes no perdieron tiempo y dinero en inventar una narrativa “chimba” que desviase el verdadero resultado del viernes 1 de diciembre: la derrota ante su pretensión de eliminar el Referéndum Consultivo en la República Bolivariana de Venezuela.
Por ende, el resultado del 3 de diciembre no sólo no es sorpresa, sino además fue el acumulado de una buena campaña de conciencia, de una afirmación nacional más allá de diferencias partidistas, políticas o ideológicas internas, pero también se convirtió en una respuesta sólida a un acumulado de acciones ilegales y unilaterales de Guyana que lleva al menos desde el año 2015 caminando a sus anchas.
De hecho, ya el simulacro electoral del 19 de noviembre, con mucha expresión de pueblo venezolano movilizado, venía anunciando la posibilidad de una participación victoriosa en un evento inédito para nosotros por el tipo de consulta, pero que permitió encontrarnos entre millones conjugados hacia un solo objetivo: defender nuestros irrenunciables derechos sobre el territorio de la Guayana Esequiba.
Los resultados escrutados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) reflejaron una participación de más de 10 millones 500 mil votantes (que aumentarán en los próximos escrutinios del evento consultivo), quienes aprobaron con más del 90% de los sufragios cada una de las cinco preguntas dispuestas en este proceso.
En tal sentido, la mayoría determinó en rechazar el Laudo de París de 1899; respaldar el Acuerdo de Ginebra de 1966 cómo único documento válido y vigente para resolver la controversia territorial; mantener la posición histórica de desconocer la competencia de la Corte Internacional de Justicia como instancia para resolver este conflicto; rechazar por todos los medios las pretensiones guyanesas de otorgar licencias para actividades en mar pendiente por delimitar dado el actual diferendo territorial; y finalmente, la creación del Estado Guayana Esequiba, con todos los atributos que supone desde la perspectiva de dotación de ciudadanía y cedulación.
Se trata, evidentemente, de una victoria nacional en toda la línea que cimenta uno de los cinco consensos que ha establecido el Jefe de Estado, Nicolás Maduro Moros, como propuesta para seguir avanzando en el proceso de pacificación y reconstrucción nacional, que incorpora el reencuentro entre venezolanos y venezolanas de todos los signos políticos en posiciones de Estado, tan necesarias como la referida a la defensa de la Guayana Esequiba como íntegramente venezolana.
No hay vencidos en este proceso que no sean quienes desde el contubernio de la élite guyanesa, ExxonMobil y Comando Sur, tratan de operar maniobras fuera de toda legalidad y racionalidad política para despojarnos del Esequibo.
La Venezuela toda logró ponerse por encima de cualquier diatriba y diferencia, e incluso de las dificultades de una cotidianidad desafiante para los venezolanos y venezolanas, poniéndonos fuertes y con elevada moral ante actores internacionales que procuran afectar nuestros sagrados intereses nacionales.
A estos derrotados desafortunadamente se unen quienes se pusieron abiertamente del lado equivocado rechazando esta consulta, especialmente desde un extremismo opositor que al sol de hoy mantiene una irracionalidad y fanatismo militante ante un problema nacional que se nos impuso de manera sobrevenida a Venezuela como un todo y no exclusivamente al Gobierno Bolivariano.
Los pasos por venir dependerán de la estrategia y ponderación más profunda de estos resultados. Pero lo que sí es indudable es que el pueblo venezolano en su sabiduría infinita, y aplicando a Confucio, consiguió el camino para expresarse en torno al objetivo estratégico de defender nuestro Territorio Esequibo y lo hizo con determinación, en paz, libertad y democracia.
Tanto fue el buen resultado y esta determinación de ejercicio de soberanía concreta y real, que ya nuestros pueblos originarios plantaron dónde deben el tricolor nacional de ocho estrellas, para mostrar firmeza ante una irracional élite guyanesa que tarde o temprano tendrá que sentarse con nosotros.
No hay alternativas… El pueblo venezolano ha hablado.