El Caso Kirk
El Mossad
Hechos convulsos vive el mundo. Hechos convulsos como cada vez que se produce un cambio de época. Pero sobre todo, hechos convulsos en Estados Unidos. Ahí está el asesinato de Charlie Kirk.
Estados Unidos, lo venimos diciendo desde hace dos años, vive una guerra civil híbrida, multiforme. Los hechos que venimos observando así lo demuestran.
Quizá, como dice el teórico alemán, Hans Magnus Enzensberger, los EUA viven una etapa que se define como Guerra Civil Molecular, un tipo de guerra que tiene entre sus principales características “el autismo en sus combatientes, generalmente jóvenes, guiados por el deseo de una agresión sin contenido”.
Se suma a ello la degradación del medio ambiente que provoca la aparición de espacios públicos off limits, es decir, zonas que quedan con escaso o nulo control estatal.
Otra característica es la indiferencia cívica o abulia por parte de las masas “que se encaminan a su propia muerte, que viven entre la destrucción y la auto-destrucción. Las guerras civiles de hoy ya no tienen la necesidad de legitimar las acciones. La violencia se ha liberado de la ideología.”
Según Enzensberger, liberada de injerencias ideológicas, la guerra civil reverdece desde sus más hondas raíces, como un proceso endógeno que estalla en forma espontánea, sin necesidad de una mano extranjera que la dirija para recoger, al fin, los «ruinosos
despojos».
Esta Guerra Civil Molecular no se da como en aquella que tanto han descrito los norteamericanos en sus películas, entre los del Norte y los del Sur, con dos ejércitos bien definidos y enfrentados unos a otros. No. Esta guerra civil está marcada por un proceso de descomposición social. ¿Podría desembocar en una guerra civil clásica? Sí.
Lo hemos dicho. Hay un sector pequeño, el 1%, que acumula las grandes fortunas, el poder verdadero que controla la vida del otro 99%, recordemos el movimiento Occupy Wall Street. Ese 1% oprime, explota al 99% y es otro elemento de tensión, aunque no exista en las masas norteamericanas conciencia ideológica plena del asunto.
La descomposición social se manifiesta en los altos niveles de consumo de drogas entre su población, en la gran cantidad de armas en las calles, en el incremento de muertes violentas, de delitos violentos.
En el incremento de la intolerancia política y religiosa. En el reavivamiento de nuevos grupos supremacistas.
Pero siguiendo con el concepto de Guerra Civil Molecular, ellos hablan de la fragilidad del Estado, de su retracción en relación con sus habitantes y el consecuente incumplimiento de sus obligaciones básicas.
Y eso se produce porque, conforme al dogma neoliberal que dominó la política occidental por muchos años, llevaron el aparato estatal a su mínima expresión, priorizando el rol de la empresa privada.
Esto, hoy en el 2025, cuando ya se habla de tecnofeudalismo, ha hecho que se evapore el llamado “sueño americano”.
Al evaporarse el sueño las tensiones se agudizan, las carencias se hacen más visibles. Peor aún cuando llega a la presidencia un personaje como Donald Trump.
Y aquí es cuando decimos que el asesinato de Charlie Kirk ha desatado un fuerte estremecimiento, una mayor agudización de las posturas políticas. El asesinato llevó a acusaciones irracionales entre políticos y líderes de opinión en Estados Unidos.
Los republicanos y sectores conservadores acusan a sectores de la izquierda que, dicen, lejos de condenar el crimen, han llegado a justificarlo.
Recordemos lo dicho líneas arriba, la descomposición social hace que se agrave la intolerancia y esto lleve a la violencia armada.
Pero, como dice un reporte de la BBC, el asesinato de Kirk es otro episodio de la impactante violencia armada en Estados Unidos y la violencia política reciente. Y, es cierto, hace pocos meses dos legisladores estatales demócratas en Minnesota fueron baleados en sus casas, uno de ellos falleció posteriormente.
El mismo Donald Trump, durante la campaña presidencial, fue víctima de dos atentados.
El 2022, un ciudadano armado con un martillo asaltó la casa de Nancy Pelosi, entonces presidenta de la Cámara de Representantes. Y si la lista de atentados en este siglo es larga, el pasado nos dejó crímenes tan sonados como los de John F Keneddy, Malcolm X, Martin Luther King.
Claro, pocos mencionan de cómo se fue exterminando a las Panteras Negras, a líderes obreros que denunciaban irregularidades de sus empresas, como en el caso de Boeing. Poco se habla de gente que ha denunciado los vínculos del poder institucional con el narcotráfico y han muerto en situaciones sospechosas. Eso también es violencia política.
La violencia genera violencia, sobre todo cuando el líder, en este caso Donald Trump, que debía llamar a la reflexión, a la concordia, incendió las redes con mensajes de culpabilidad, sin pruebas, contra el Partido Demócrata. Cuando usa sus redes para hablar de venganza, no de justicia, ni de investigación seria.
Un país fragmentado, en descomposición social, con tantas armas y fanáticos por la calle; con tanto consumo de drogas, es un polvorín a punto de explotar. Es que Kirk, en si mismo, era una de las máximas expresiones de la descomposición social. Sus expresiones sobre la diversidad sexual, los afroamericanos, los migrantes, sobre otras religiones, de verdad que eran un vertedero de violencia, un potenciador del enfrentamiento fanatizado. Su apoyo al supremacismo, al sionismo, a la masacre en Palestina, lo muestran como un ser muy cuestionable.
Esos discursos, que sostuvo por años, le ganaron el rechazo de millones de personas en su país y en el mundo. Aunque lo convirtieron en un ídolo, una especie de rock star, entre los sectores recalcitrantes de la extrema derecha.
Ahora, y esto hay que tomarlo con mucho cuidado, en las últimas semanas, algunos de sus seguidores, los más radicalizados, empezaron a criticar que él tomara cierto distanciamiento respecto al apoyo norteamericano a Ucrania.
Por ejemplo, el 28 de julio del 2025, durante un discurso señaló: «No me gusta la idea de enviar armas a Ucrania. Es solo una diferencia de opinión. La gente puede discrepar.
Quizás sea el momento de recuperar influencia sobre Putin. Puedo entenderlo, es el arte de negociar. Así que lo entiendo. Puedo entenderlo hasta cierto punto, pero seguir financiando un conflicto cinético contra Rusia y la Federación Rusa no es nuestra lucha, no es nuestro conflicto. Y, sinceramente, debemos ser consecuentes. Estuvimos en contra con Biden. ¿Por qué estaríamos a favor ahora? A menos que nos lleve a un acuerdo de paz«.
En las últimas semanas se desvió un poco del discurso oficial de Tel Aviv respecto a la masacre y la hambruna en Gaza. Debemos decir que, en marzo de 2019, Kirk viajó a una “misión de investigación” por sitios ocupados como los altos del Golán, Hebrón y la frontera de Gaza. Calificó al viaje como “revelador”.
Evidentemente, esos viajes fueron diseñados para consolidar su visión del mundo. Por eso siempre se le observó junto a rabinos sionistas radicales.
Activistas sociales norteamericanos, normalmente vetados en los medios tradicionales y las redes que manejan el sionismo y algunos amigos de Donald Trump, han denunciado que en las últimas semanas y ante la presión de la opinión pública mundial que repudia el genocidio que perpetra Israel en Palestina, Kirk comenzó a mostrar cierto alejamiento, sutil, claro está, con Tel Aviv. Por eso, hace poco, Benjamín Netanyahu lo llamó a conversar.
En el portal alternativo, Resumen Latinoamericano, Ivan Kesic escribió el 13 de septiembre que “en un giro interesante, muchos recuerdan las palabras de Kirk en las que temía ser asesinado por el régimen israelí si alguna vez cambiaba sus perspectivas políticas, con el veredicto aún pendiente sobre este asunto”.
El crimen de Kirk no está esclarecido. De hecho, la investigación deja muchas dudas. Muchas preguntas flotando en el aire. Más allá de que se haya encontrado un culpable. Uno podría decir que el asesinato tiene cierto “tufo” a Mossad.
En todo caso, el clima de crispación social que vive Estados Unidos, su injerencia en guerras fuera de sus fronteras, empeoran el clima de Guerra Civil Molecular. A los conflictos sociales, el problema de adicción a las drogas, la proliferación de armas en sus calles, las tensiones raciales, el incremento de la pobreza y la desigualdad social y económica, ese país debe sumar la poderosa influencia de lobbys extranjeros como el sionista. El lobby sionista que está fuertemente ligado al Mossad.
El lobby sionista, está más que probado, influye en el antipático respaldo de Washington a Israel en el tema de Palestina o en otras agresiones a países vecinos.
En el frente interno se nota la presión de los sionistas cuando las autoridades norteamericanas masacran a manifestantes estadounidenses que denuncian el genocidio en Palestina. No sólo eso, a los lobbys sionistas debemos sumar los lobbys internos, con intereses encontrados, que se reflejan en políticas contradictorias.
Ahí está el caso de Venezuela. Mientras unos grupos priorizan la diplomacia, el entendimiento pragmático; otros, con Marco Rubio como cabeza visible, pretenden el atropello, la agresión.
El pueblo norteamericano, que está aprendiendo a ver más allá de lo que el establishment le impone, ya se pronuncia, ya cuestiona. ¿Qué ganan ellos en estos conflictos? ¿O sólo ganan los de siempre, los del 1%?
Todo eso alimenta la Guerra Civil Molecular en marcha.