“Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. (…) tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.»
Esa certeza que tuvo el Líder Salvador Allende no hizo más que cumplirse cuál profecía. Los pueblos de la Patria Grande estamos siendo testigos de los vientos de cambio que empiezan a sacudir y estremecer los viejos esquemas políticos de la hermana Chile.
Una verdadera Revolución Constituyente, pareciera despertar la esperanza por el cambio definitivo de un pueblo que tanto ha clamado y luchado, por derrotar la herencia criminal que dejó la dictadura militar de Augusto Pinochet, reflejada en su Carta Magna actual.
Esa carta fundamental vigente en Chile, fue redactada en un periodo que se convirtió en uno de los capítulos más sangrientos de la historia latinoamericana, marcado por delitos de genocidio, secuestro, desaparición y tortura que dejaron como saldo más de tres mil muertos y cuarenta mil víctimas entre 1973 y 1990.
La privatización de los servicios básicos, además de la educación y la salud, fueron algunos de los pilares impulsados por el modelo pinochetista que dieron origen a la inmensa brecha social y desigualdad en la que ha estado sumergido el pueblo de Violeta Parra.
Descontento que se transformó en el histórico estallido social ocurrido en octubre del año 2019 en el que millones de hombres y mujeres se volcaron por las anchas alamedas, ardiendo como fuego vivo con una consigna clara: ¡Chile Despertó!
No pudo el Gobierno de Sebastián Piñera, frenar la marcha hacia la transformación que demandaba este heroico pueblo, a pesar de las fuerzas represivas de los Carabineros que durante cuatro meses de protestas causaron más de tres mil seiscientos heridos, según el informe final del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), y más de cinco mil denuncias por violaciones de los derechos humanos.
Allende lo decía “La historia la hacen los pueblos”, y hoy vemos cómo las chilenas y los chilenos, han decidido no abandonar esta lucha y firmeza irrenunciable de rebelarse contra las políticas del sistema neoliberal fallido, para construir su propio modelo que defienda el derecho a la educación gratuita, a tener sistemas de salud pública, a pensiones dignas y la justicia social.
Es este empuje y fuerza popular la que permitió abrir una puerta más de esta historia nueva el pasado domingo, 16 de mayo, cuando el pueblo en una inédita jornada electoral decidió volver a enviar —en palabras del propio Piñera—, “un claro y fuerte mensaje al Gobierno y a todas las fuerzas políticas”; al derrotar a los partidos tradicionales.
Una victoria para los partidos de izquierda e independientes que tendrán la gran responsabilidad de redactar, junto a los pueblos indígenas, la nueva Constitución que pondrá fin a décadas de injusticias y desigualdades sociales.
Se comienza a labrar entonces un camino de transformaciones, guiados por el espíritu de Allende y Víctor Jara, que hoy cobra más vigencia con su pensamiento: “Allí hermano, aquí sobre la tierra, el alma se nos llena de banderas que avanzan. Contra el miedo avanzan. Venceremos».
Por: Rander Peña